TEODORO PETKOFF 08 de agosto
de 2013
Desde el momento en que
la oposición comenzó a actuar unida, a partir de 2006 no ha hecho sino crecer
electoralmente. De 37% en 2006 se ha llegado a 50% en 2013. Políticamente
hablando la oposición constituye hoy un poder estructural en la sociedad
En la oposición el valor Unidad parecía
fuera de discusión, entre otras cosas, porque en torno a él no hay un debate
abstracto sino una práctica cuya eficacia y eficiencia ha quedado demostrada
por los hechos. De igual manera, el valor negativo División ha demostrado
también en la práctica sus nefastas consecuencias.
Desde el momento en que la oposición
comenzó a actuar unida, a partir de 2006 no ha hecho sino crecer
electoralmente. De 37% en 2006 se ha llegado a 50% en 2013. Políticamente
hablando la oposición constituye hoy un poder estructural en la sociedad. Es
una fuerza política y social.
De modo que a esta altura del partido
parecía que en las fuerzas opositoras se había hecho carne, hueso y nervio la
idea de que sin Unidad no hay nada.
Tan sólida lucía que los partidos
convinieron, por primera vez, en presentar una tarjeta única. Parecía, pues,
una lección aprendida.
Pero hete aquí que de pronto en las
últimas semanas han aparecido unos pocos brotes que perturban la Unidad. Por un
lado, el MAS ha anunciado que irá con su propia tarjeta, desvinculándose en la
práctica del bloque unitario.
Por otro lado, tanto en el municipio
Libertador (Caracas) como en Maracaibo se han lanzado al ruedo dos candidatos
que correrían paralelamente a los candidatos de la Unidad.
En el caso de Caracas se trata del
desconocimiento craso de las reglas de juego. Aquí la oposición organizó y llevó
a cabo unas elecciones primarias para seleccionar su candidato.
Esas elecciones las ganó Ismael
García. El perdedor, Antonio Ecarri, reclamó pero la MUD verificó el proceso y
concluyó que García había ganado y lo proclamó como el portaestandarte de la Unidad
en la capital.
En Maracaibo la candidatura para la
alcaldía fue seleccionada mediante un acuerdo político unánime, de todos los
partidos, en torno a la figura de Evelyn Rosales.
Ahora, de pronto, rompiendo nuevamente
las reglas de juego, aparece una figura, del campo opositor, que plantea sus
aspiraciones al cargo.
No se puede participar en un proceso
político con el criterio de que si me benefician las reglas están bien pero si
no las reglas no sirven.
Un aspecto lamentable es el de que
pudiera reaparecer ese lenguaje canibalesco que tanto daño causó en el pasado.
Las expresiones proferidas contra Ismael García, en tono personal, son
inaceptables.
Si encima de la división sobreviene
una guerra de descalificaciones e improperios el "comandante eterno" bailará
de regocijo desde donde quiera que esté observando el asunto.
En definitiva ha sido la desaparición
de Chávez lo que está, probablemente, en la raíz de estas tentativas
antiunitarias. "Si ya no está Chávez, que era el gran factor
unificador", razonarían algunos, "¿para qué ir unidos ahora? Ya no
hace falta".
Gravísimo error. El poder de atracción
de la Unidad va más allá de la confrontación con Chávez. La gente que se ha
acercado a la oposición en las últimas elecciones lo ha hecho buscando una alternativa
al modelo chavista.
La Unidad misma es el pilar principal
de la construcción de una alternativa. Porque ésta también tiene que ser un
producto unitario.
Sin unidad pueden aparecer múltiples
"modelos", pero que naufragarían en el mar del escepticismo y la
frustración popular.
Un poco de sindéresis, por favor, que
todavía hay tiempo de remendar el capote.
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