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miércoles, 14 de septiembre de 2016

John Magdaleno: Nos desplazamos de un autoritarismo competitivo a uno radical, por @Pmarcano11



Patricia Marcano 13 de septiembre de 2016

Varias interrogantes están planteadas para los días y meses que están por venir. Dudas que van desde la existencia o no de un plan B por parte de la oposición en caso de que el referendo revocatorio sea bloqueado para este año; de cuán acertadas son las protestas anunciadas por la MUD al cierre de la manifestación del 1 de septiembre; del beneficio político que pudiera capitalizar el Gobierno con sus acciones, y si aplazar el revocatorio para 2017 implicaría una victoria con o sin costos para el chavismo. Pero no son las únicas.

El politólogo y profesor universitario Jhon Magdaleno, director de la firma consultora Polity, ofrece algunas respuestas, deja unas cuantas preguntas adicionales y comparte su análisis sobre la situación política actual y los escenarios planteados.

A su juicio, el 1 de septiembre marcó el inicio de una etapa de movilización social que intenta presionar por un cambio político, en la cual tanto la oposición como el Gobierno tienen amenazas por enfrentar; para este último, que la exigencia aumente y la aprobación de las instituciones (TSJ, CNE) se desmorone al igual que el apoyo hacia el Ejecutivo, hecho que ya está pasando.

“Puede haber un antes y un después del 1 de septiembre pero, claro está, se remarcarán más en la medida en que el objetivo que se persigue con ese proceso de movilización social sea satisfecho. De lo contrario, si el objetivo no se conquista, será recordado como el inicio de un proceso que no derivó en un final feliz para la mayoría de la población”, sostiene Magdaleno.

¿Ese objetivo es hacer el revocatorio este año?
Sí, claramente eso es lo que ha señalado la dirección política de la oposición. El proceso de movilización social tiene por objetivo presionar lo suficiente como para que se celebre el revocatorio este año.

Ahí la oposición tiene un desafío claro, porque si mantiene ese objetivo como el único de cara al proceso de movilización que inició, y no se satisface, lo que sigue es una frustración de expectativas entre sus seguidores. Pero si la dirección política plantea otros objetivos junto a ese, o algunas metas intermedias, tendría mayor capacidad de maniobra para reconducir esa energía y expectativa que se despertó el 1 de septiembre, y pudiera tener otros objetivos como medida del éxito de ese proceso de movilización.

¿En este escenario usted ve a la MUD más fortalecida o dividida? 
De cara al objetivo de promover el referendo revocatorio este año yo veo bastante cohesión. En donde veo que no hay consensos muy claros es respecto a la eventualidad de que, pese a todos los esfuerzos que emprendan y a toda la disposición de la población de movilizarse alrededor de ese objetivo, el referendo revocatorio sea bloqueado por las instituciones. Es decir, respecto a las respuestas estratégicas que la oposición le podría brindar a la población en el escenario de que no se produzca el revocatorio este año, es donde veo que no hay un consenso robusto.

¿Qué puede pasar si el revocatorio no se hace este año? ¿El gobierno saldría victorioso?
Lo primero que ocurriría es que una parte quizás mayoritaria de los simpatizantes de oposición experimentarían una frustración de expectativas. Eso es bastante claro. Naturalmente el Gobierno intentaría presentar a la opinión pública una victoria, aún cuando ello no necesariamente signifique la permanencia del presidente Nicolás Maduro en el poder porque pudiera ser revocado en 2017, y aún cuando el Gobierno resultante de ese escenario, si la revocatoria se produce en 2017, tuviese una precaria gobernabilidad. El Gobierno presentaría la postergación como una victoria cuando en realidad estaría sometido a los mismos o peores desafíos que ya tiene frente a sí.

Allí el punto de fondo es qué cursos de acción tiene preparada la oposición para la eventualidad de que el revocatorio no se efectúe este año. Esa es una cuestión estratégica vital. Se puede comprender que se comunique públicamente que el plan B es el plan A pero, ¿y si termina imponiéndose por parte de las instituciones públicas la idea de postergarlo?

Otra cuestión vital es cómo administra la oposición la energía y expectativa que se levantó el 1 de septiembre, cómo dimensiona las posibilidades reales que tiene a su mano y cómo trabaja al mismo tiempo más eficazmente para lograr el objetivo que se planteó. Son un conjunto de interrogantes que la dirección de oposición debe abordar si ya no lo ha hecho.

¿Esa estrategia o plan B debe ser anunciado o quedarse a lo interno de la MUD? 
Quizás este no sea el mejor momento pero sí me parece que para ofrecerle a la mayoría de la población cierta noción de realidad, y para que se contemple esa posibilidad, habrá que comunicar algo en algún momento, especialmente cuando sea inminente que el revocatorio no luce factible. Pero con mucha responsabilidad y sin alimentar la desesperanza, con mucha noción de realidad.

Eso no significa que la oposición tiene que abandonar el objetivo de que se convoque el revocatorio este año, ni significa que tiene que abandonar la presión, más bien tiene que incrementarla en previsión de que se produzca ese escenario. Es importante que la dirección de oposición se pasee analíticamente por ese escenario para que produzca una respuesta con antelación. No contemplar ese escenario es irresponsable, en mi opinión.

¿La MUD debería presentar ahora un plan de Gobierno para consolidarse como opción, pensando en el revocatorio para 2016?
Pudiera ayudar pero me parece que allí no está el centro del desafío de la oposición en este momento. Más bien pienso que debería proponer públicamente un conjunto de iniciativas que incrementen la presión sobre las instituciones, particularmente sobre el CNE, que le disuadan o persuadan de considerar como una necesidad la celebración del revocatorio, bien porque la idea de no celebrarlo tendría costos para los Poderes Públicos o para el propio gobierno del presidente Maduro.

Una idea un poco más atractiva que la de un programa de Gobierno es la noción de configurar, de constituir, una coalición social y política que no solo incluya a la oposición sino también a sectores del chavismo crítico. Quizás eso pudiera ayudar. Por supuesto, iniciar un proceso de conversaciones con ese sector del chavismo que tiene serias discrepancias con el Gobierno del presidente Maduro y ofrecer algunas garantías al chavismo honesto y democrático.

¿Las medidas de presión que informó la MUD el 1 de septiembre son las ideales?
En mi opinión son medidas e iniciativas necesarias pero son insuficientes porque las instituciones públicas, a juzgar por las declaraciones de sus titulares, parecen estar en disposición de postergar el revocatorio a toda costa. Si esta es la racionalidad que está imperando en los Poderes Públicos controlados por el chavismo, el esfuerzo por elevarle los costos a esos Poderes por no celebrar el revocatorio tiene que ser mucho mayor.

Si se intenta identificar frente a qué costos el poder y algunos sectores del chavismo estarían forzados a evaluar por lo menos el escenario de que se celebre el revocatorio, se consiguen por lo menos tres o cuatro metas intermedias que deberían conquistarse antes de pensar en el logro del objetivo.

¿Cuáles?
Una sería provocar una disidencia, un desacuerdo muy significativo no solo en la coalición sino eventualmente en algunos sectores del Ejecutivo y en los Poderes. En segundo término, la movilización podría provocar algunos errores por parte del Gobierno que deslegitimen aún más su autoridad.

Tercero, las movilizaciones deberían ser capaces de sumar cada vez a más sectores como para que se perciba que la demanda de cambio político consigue nuevos respaldos. Y podría ocurrir también que actores internacionales jueguen algún rol clave en la posición de factores del chavismo.

Quizás el logro de estas cuatro metas intermedias, de forma simultánea, pudiera incrementar los costos para los Poderes Públicos de la no celebración del revocatorio. Pero esta es una operación compleja que requiere de mucha orquestación, simultaneidad, esfuerzo, determinación y es el desafío que tiene por delante la oposición.

¿Cuál es su evaluación de la manifestación del Gobierno del 1 de septiembre?
Por las imágenes y videos que han circulado, fue una manifestación que ciertamente no se puede despreciar, pero no fue de la magnitud de las que usualmente habían hecho en el pasado, cuando el presidente Chávez estaba vivo. Esa manifestación, al margen de lo que intenta sugerir la propaganda y el discurso oficial, comunica el debilitamiento que viene experimentando la coalición chavista en los últimos tiempos.

El esfuerzo por minimizar el impacto que tuvo la movilización opositora es quizás parte de una estrategia, no necesariamente muy exitosa, porque termina comunicando la idea de que el poder se aísla de la realidad, que pierde noción de realidad y que no reconoce a esa parte del país que está demandando cambio político.

Me parece que la lectura que el chavismo o algunos voceros del chavismo, incluido el presidente Maduro, han hecho sobre la manifestación de la oposición no conduce a mejorar su credibilidad, su nivel de aprobación o su agrado sino, por el contrario, más bien puede socavarla.

¿Es posible que el chavismo pueda capitalizar algo de este momento político?
El chavismo pudiera obtener réditos de este momento si, y solo si, procura una mayor cohesión de sus filas con las movilizaciones que está haciendo, y sobre todo si la oposición comete errores que el chavismo pudiera aprovechar a su favor. De lo contrario, seguir actuando con represión contra manifestantes, con detenciones contra líderes políticos, negando la realidad, hará que pierda aún más respaldo.

CRECE LA DESAPROBACIÓN

¿En cuánto está el nivel de apoyo del presidente Maduro?
La última encuesta de opinión pública de Datanalisis, de finales de julio, registró una aprobación de gestión para el presidente Maduro del 21%. Hay otras que están reflejando entre 18% y 19% de aprobación. Habrá que ver cómo evolucionó en agosto y en lo que va de septiembre.

¿Cómo ve el venezolano la confrontación entre el TSJ y la AN, y la actuación del CNE?
Lo que el mismo estudio de Datanálisis refleja es que el nivel de desaprobación del TSJ supera el umbral del 70%. Y recuerdo que el nivel de aprobación de la Asamblea Nacional estaba por el 49% y la desaprobación por el orden del 44%. Dicho de otra manera, instituciones como el TSJ, intentando neutralizar a la AN, están teniendo costos como el aumento del nivel de desaprobación de gestión.

Algo similar ocurre con el CNE, institución percibida como que está bloqueando la demanda de que se haga el revocatorio este año, y que refleja una desaprobación de más del 70%. Ahora, si bien eso es cierto, también lo es que el intento del TSJ de neutralizar al Parlamento está teniendo un impacto negativo sobre la imagen del Parlamento.

¿Por qué, qué estaría pasando? 
La Asamblea arranca su gestión con más de 60% de aprobación y ya va por 49%. Creo que la población está demandándole iniciativas estratégicas destinadas a limitar al propio Poder Judicial en sus esfuerzos por neutralizarlo. La opinión pública parece estarle pidiendo al Parlamento mayor determinación en los cursos de acción que siguen, mayor eficacia. Pero no es un asunto sencillo, la propia población no sabe cómo proponérselo al Parlamento porque no es un asunto estratégicamente fácil de resolver.

¿Cómo evalúa la actuación de la AN en este año?
La Asamblea está encarando el esfuerzo de un Poder Público, claramente controlado por el oficialismo, por neutralizar su ámbito de competencia. La AN está operando en un contexto que, de acuerdo a la literatura más reciente, parece más afín al modelo del autoritarismo competitivo. Esa es la caracterización del régimen político venezolano que domina los escenarios académicos internacionales, es el tipo de régimen político hay en Venezuela hoy según consenso mayoritario.

Un régimen en el que el Ejecutivo pasa a controlar el resto de los Poderes, viola la Constitución y las leyes con relativa frecuencia, impone condiciones desiguales para la competencia política, en las que por supuesto tiene la ventaja; intenta suprimir o vulnera grandemente garantías básicas de la democracia, vulnera libertades civiles, derechos políticos, económicos y sociales. Es un régimen en el que ciertamente hacer oposición es más complejo.

Entonces, si hacemos una evaluación convencional de la AN, como si estuviéramos en un marco democrático normal, no estamos siendo justos ni precisos. Hay que hacer esa salvedad porque es lo que ha encarado la AN, hasta el propio CNE se ha hecho vista gorda frente a lo hecho por el TSJ por neutralizar su capacidad de influencia y las competencias que establece claramente la Constitución. Es importante que la opinión pública lo comprenda.

¿Qué puede pasar si se cumple la amenaza de allanar la inmunidad parlamentaria?
Estaríamos experimentando un desplazamiento del llamado autoritarismo competitivo a un autoritarismo un poco más severo, endureciendo el régimen político en la dirección de un autoritarismo consolidado.

El artículo 200 de la Constitución es bastante claro: el allanamiento de la inmunidad parlamentaria solo procedería por intermedio de la apertura de un antejuicio y luego un juicio, y eso sería posible con aprobación del propio Parlamento. La violación de ese artículo sería una confirmación adicional de que no nos encontramos en una democracia, que por el contrario el régimen político venezolano ha venido mutando en los últimos 9 o 10 años.

¿Ya se ha radicalizado en este 2016?
Si, eso ya podríamos afirmarlo sin necesidad de esperar el eventual allanamiento de la inmunidad parlamentaria. Ya ha ocurrido. De hecho, este año ha dado múltiples señales de que se produce un desplazamiento del autoritarismo competitivo a un tipo de autoritarismo un poco más radical.

¿Esa radicalización está fortaleciendo más al chavismo a lo interno o no?
En mi opinión aumenta la probabilidad de una fractura interna.

¿Cuál es su lectura de lo ocurrido en Villa Rosa, en Nueva Esparta?
Me parece que tiene tres implicaciones. Comunica la idea de que el creciente malestar que hay se personifica en las comunidades, se vuelve carne en las comunidades y es una acción colectiva de expresión del descontento. En segundo lugar me parece que no se trata solo de una expresión de malestar sino incluso de desafío a la autoridad, de contestación a la autoridad, a su desempeño, al desconocimiento de la realidad, a su dogmatismo, a su ineficacia. Y además presagia un crecimiento del malestar y de eventuales nuevas modalidades de expresión. Imagínate si el episodio de Villa Rosa se replica simultáneamente en varios estados del país. ¿Qué pasaría?

¿La situación es actual abona el terreno para que aparezca otro mesías? 
En mi opinión sí y quizás eso es lo que más me preocupa de la actual situación del país, porque 17 años deberían ser más que suficientes para comprender que no se puede dejar en manos de una persona, ni de un partido, ni de una coalición el destino futuro de una nación. Si hay una lección que debemos aprender entre las muchas que arrojan estos 17 años es precisamente que Venezuela más nunca puede depositar en manos de nadie, exclusivamente, la construcción de su futuro. Creo que ese aprendizaje está en marcha.

Hacer creíble una amenaza

 ¿Qué se necesita para que ocurra un diálogo efectivo?
Para que el diálogo sea más factible es necesario que la oposición le haga sentir al Gobierno crecientes costos. Es decir, dos actores se sientan a dialogar e inician un proceso de negociación para regularizar el conflicto político cuando se perciben mutuamente con capacidad de hacerle daño al otro. Me parece que la oposición no ha llegado allí.

Cuando la dirección de la oposición vuelva creíble la amenaza de que la permanencia del chavismo en el poder va a deteriorar el imaginario creado a lo largo de 17 años, que puede perjudicar la perdurabilidad futura del proyecto, que puede perjudicar incluso la marca del socialismo del siglo XXI, y que el no celebrar el revocatorio este año va a perjudicar al propio proyecto chavista, en ese mismo momento el chavismo tendrá muchos más incentivos para sentarse a dialogar y procurar algunos arreglos institucionales mínimos con la oposición. Hasta que eso no ocurra, el diálogo será un instrumento del Gobierno para apaciguar el clima de creciente tensión que se viene creando desde el año pasado.

¿El país está en transición o la transición comenzaría una vez realizado el revocatorio?
Es una buena pregunta porque una transición equivale a que los sectores moderados de ambos bloques tengan la racionalidad para estar conscientes de que excluyéndose mutuamente no logran sus objetivos y perjudican simultáneamente al país. Habrá que preguntarse si en los sectores moderados del chavismo y de la oposición se habrá llegado ya a la conclusión de que ese es el tipo de racionalidad que debe operar en lo sucesivo. Hasta la fecha esa no parece ser la lógica dominante. Veremos qué dicen los acontecimientos.

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