Luis Manuel Esculpí 13 de septiembre de 2016
@lmesculpi
Decidimos
tomar un café acompañado de un panqué mientras llega la hora de dirigirnos al
teatro, a ver la excelente puesta en escena de la obra Terror, montada por el
grupo actoral 80 bajo la dirección de Héctor Manrique.
La
panadería está muy concurrida en la tarde sabatina, dos guardias nacionales
recorren el local, de repente el encargado señala a una persona que está
saliendo; lleva dos panes canillas y un envase de plástico con jugo, viste la
camiseta del Barsa. Había comprado los dos panes y no había pagado la bebida
por lo que la regresa al refrigerador comentando: “no he comido hoy, tengo
hambre”. El hombre no tenía aspecto de ser un vividor, su alegato y semblante
mostraba sinceridad.
Concurro
al día siguiente al encuentro de varios amigos que coincidimos con frecuencia
en amenas tertulias, como es inevitable la conversación versa sobre las
dificultades de las vivencias del día a día; uno de nuestros contertulios hace
una interesante observación: los vecinos con los cuales tiene años conviviendo,
ya no saludan con el entusiasmo de antes, los buenos días son más bien
lacónicos, las diálogos son breves y someros, apenas intercambian frases
convencionales. La sonrisa en los rostros ha sido sustituida por un rictus. La
acostumbrada conversación ha mermado.
En la
conversa constatamos la disminución del peso entre empleados y conocidos en
lugares que frecuentamos. Los presentes no estamos exentos. Alguien relata el
caso de una empresa que posee comedor donde los trabajadores solicitan al
médico en las consultas que los reposos sean breves y en las tardes para poder
almorzar allí. Surgió también el comentario de cómo aumentan los hogares donde
los padres dejan de hacer algunas comidas del día para que sus hijos puedan
alimentarse.
En las
más insignificantes facetas de nuestra cotidianidad se refleja los signos que
gravitan en la honda crisis que confrontamos y las preocupaciones que abruman a
los venezolanos de hoy. Los padecimientos que sufrimos para poder conseguir
alimentos y estirar los pocos Ingresos devorados por la galopante inflación,
las agobiantes colas, la escasez de productos de la cesta básica y medicinas
constituyen verdaderas calamidades consuetudinarias. Sumado a ello el
permanente asedio de la inseguridad y la ineficiencia de los servicios públicos
conforman un cuadro verdaderamente dramático
El
pasado fin de semana Nicolás se permitió burlarse con lo de la “dieta Maduro”
al referirse a la delgadez de un empleado, haciendo un chiste insolente y de
mal gusto, pretendió además justificar la “mentada de madre” a Henry Ramos en
cadena nacional, con el título de una canción afirmó que: “le salió del alma”
Dos claros ejemplos de la manera irresponsable como se conduce el heredero del
legado.
No
está en capacidad de conducir un proceso para superar la crisis, no puede ni
quiere dar el “golpe de timón”, su atavismo se lo impide. El desconcierto va en
aumento, su reacción ante el primero de septiembre y lo de Villa Rosa lo tiene
perturbado, no se sitúa en realidad. La cúpula gobernante acompaña sus
desaciertos, les obsesiona el poder que tienen y nunca imaginaron poseer. El
proyecto actual es su conservación, esa es su razón de ser, su verdadero
postulado, su razón de vida. Así pretenden continuar “corriendo la arruga”, el
país nos resiste, la situación es inaguantable. La represión no podrá detener
la decidida voluntad de cambio que se manifiesta permanentemente, el régimen
está extenuado, no tiene futuro.
El
rechazo al gobierno “nos sale del alma” a la inmensa mayoría de los venezolanos
que reclamamos el cambio político a través del referéndum revocatorio, figura
contemplada en la Constitución -puede y debe realizarse este año- para abrir
causes a la alternativa democrática, despejando el camino para la
transformación del actual estado de cosas y avanzar en una dirección de
progreso en paz.
@lmesculpi
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