Por Claudio Nazoa
Hace mil años, en el estado
Falcón, frecuentaba un lugar paradisiaco llamado Morrocoy.
Me inscribí en un curso de
buceo, donde lo más importante no era sumergirse en las aguas de aquel paraíso,
sino consolidar un club de amigos para viajar, casi todos los fines de semana,
al litoral más oriental del estado Falcón, al noreste del golfo Triste,
que de triste solo tiene el nombre.
Toda esa zona dibujada por
Dios fue declarada parque nacional en el año de 1974, y a lo largo de 32.000
hectáreas cobija las cálidas poblaciones de Boca de Aroa, Tucacas, Sanare,
Chichiriviche, Flamenco y Tocuyo de la Costa.
Esas exactitudes no las
conocía. Las copié de una golfa alegre, amante mía y de la geografía. Lo que
siempre he sabido es cómo llegar y cómo era. Y digo cómo era, ya que, hace
poco, regresé para visitar mis recuerdos.
Cuando era joven, rebelde y
de izquierda, con otros entusiastas del submarinismo, pobres como yo, me daba
el lujo de ir a Morrocoy. No teníamos dinero, sin embargo, éramos millonarios y
felices.
Llegábamos a posaditas
ubicadas cerca del parque. Al día siguiente, viajábamos en lancha a los cayos
por dos o tres días. Y no me lo van a creer, el “mercadito” lo hacíamos en
Chichiriviche y (les juro que no miento) había papel toalé, café, pan, azúcar,
mantequilla, leche marca ¡Klim y Nido! También vendían jabón de baño y aceite.
Y, si alguien enfermaba (créanlo), ¡se conseguían las medicinas en las
farmacias!
Los pocos rateritos, que los
había, robaban el dinero o los insumos y, hasta donde yo sé, nunca nos mataron.
Les juro que uno abría el
chorro y… ¡salía agua! Apretabas un suiche y… ¡los bombillos encendían! Con
estos ojitos, ahora ancianitos y canosos, vi a gente pobre comprando, ¡sin hacer
cola!, ingredientes para preparar sancocho o parrilla. La gente era tan amable
que, si uno se acercaba a saludar, ¡te invitaban! Es que en esos tiempos de
adecos y de copeyanos todo era horrible.
Llegue hoy mi saludo a los
posaderos de la zona. Héroes del turismo, quienes sobreviven con astucia,
inteligencia y, sobre todo, con amor y tenacidad. Convencidos de que no es Dios
quien va a proveer. ¡Dios ya proveyó a Venezuela de gente y paisajes hermosos!
Lo malo es que el golfo, ahora sí, está triste por culpa de estos comunistas
ineptos, envidiosos y destructores que nos gobiernan.
No se desanimen. Aunque
pareciera que vamos a paso de morrocoy (¡qué casualidad!), lo estamos haciendo
bien.
Falta poco. ¡Venceremos!
19-09-16
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