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viernes, 16 de septiembre de 2016

LOS SÍ ALINEADOS, por @trinomarquezc



Trino Márquez 15 de septiembre de 2016
@trinomarquezc

La XVII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (MPNA) en Margarita fue convertida por el régimen de Nicolás Maduro en un escenario en el cual trata de recomponer su deteriorada imagen internacional, tan disminuida que ni siquiera pudo asumir la Presidencia, cargo absolutamente formal e intrascendente, de Mercosur, organización con escaso peso dentro de los organismos multilaterales en escala planetaria.
 
El MPNA representa un residuo de la Guerra Fría. Fue fundado en la I Conferencia Cumbre de Belgrado en 1961, inspirada por Nehru, Nasser y Sukarno, jefes de gobierno de India, Egipto e Indonesia, respetivamente. Su objetivo consistía en mantener a ese grupo de naciones equidistantes del conflicto entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Finalizada la Guerra Fría, en 1991, la agrupación perdió vigencia, si es que alguna vez la tuvo. Fue sustituida en los hechos por el Grupo de los 77, instancia formal que existe en el marco de las Naciones Unidas, en la cual se discuten los problemas comunes a las naciones de menor desarrollo o pobres y se adoptan políticas comunes, a pesar de las enormes diferencias entre muchos de sus integrantes. El MPNA sirvió para que Fidel Castro, Muhamar Gadafi y Saddam Hussein, entre muchos otros dictadores megalómanos, levantaran sus leyendas de héroes antiimperialistas y se eternizaran en el poder. Cuba, entres 1979 y 1983, etapa en la que su supervivencia económica dependía casi exclusivamente del subsidio proporcionado por la URSS, y el Kremlin imponía su yugo sobre la isla, llegó a presidirla. De esas dimensiones han sido  desde sus inicios las paradojas arrastradas por el grupo. ¡Cuba, No Alineada! ¡Hay que tener cachaza!

En la actualidad, el MPNA está conformado por 120 naciones que van desde sociedades emergentes como Chile y Panamá, con economías prósperas y democracias estables, hasta países que constituyen verdaderas vergüenzas mundiales por su pobreza, corrupción y desprecio a la democracia y los derechos humanos. En este pelotón corren Corea del Norte y Eritrea, para solo citar dos miserables países aplastados por el totalitarismo. En invitar gobernantes de esa calaña gasta el dinero de los venezolanos el indolente gobierno de Maduro. Cálculos conservadores sitúan entre 150 y 200 millones de dólares el gasto en que incurrirá el Gobierno para financiar una Cumbre de la que solo obtendrá algunos titulares marginales en la prensa mundial. El antiimperialismo, en realidad, antinorteamericanismo, ya no es atractivo ni para los marxistas, quienes podrán detestar a los Estados Unidos, pero nunca dejarán de admirarlos, como le gustaba decir a Rubén Darío.

Las incongruencias del pasado se han mantenido y acrecentado. Temas ligados a los derechos humanos, la libertad de prensa, de religión o de pensamiento, la corrupción, la paz mundial o el control de estupefacciones, nunca serán ser tratados con sinceridad. En numerosos miembros  del MPNA los derechos civiles, vigentes en las naciones occidentales desde el siglo XVIII, fueron suprimidos. En ese foro, los países más decentes se hacen los desentendidos con el tráfico de drogas y la corrupción, negocios del que los gobiernos más descompuestos obtienen jugosas ganancias. Irán, quien actualmente ejerce la presidencia, es un Estado teocrático con una policía especial encargada de reprimir y torturar a los ciudadanos que ejercen el libre albedrío aunque sea de forma tímida. El  orate que gobierna Corea del Norte mantiene en suspenso al mundo entero por sus continuas pruebas nucleares. La democracia de Corea del Sur vive bajo el permanente acecho de ese psicópata, quien fue capaz de lanzar a su propio tío y tutor a una manada de perros salvajes para que lo descuartizaran.

El MPNA no llega ni siquiera a la categoría de foro nostálgico de una época gloriosa de la humanidad. En realidad es un combo abigarrado y deforme en el que los autoritarismos ruinosos y corruptos, viejos y nuevos, conviven con economías boyantes y democracias estables, pero complacientes.

Con la Cumbre de Margarita, Maduro busca darse un baño de legitimidad, tan escasa en Venezuela. La isla fue militarizada y convertida en el teatro de un evento inútil y costoso, que alinea a Venezuela con el atraso y la dictadura, azotes que Maduro aplica en Venezuela, especialmente en Nueva Esparta, castigado sin piedad por la impudicia del régimen.

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