Trino Márquez 03 de septiembre de 2016
@trinomarquezc
La
pandilla que controla el Estado, acorralada por el descontento de la gente ante
la crisis nacional, decidió amenazar y reprimir sin rubor con el fin de impedir
el éxito de la Toma de Caracas. La horda sacó la guadaña para degollar a
modestos empleados públicos que firmaron solicitando la activación del
referendo revocatorio, allanar la casa de Daniel Ceballos, secuestrar a Yon
Goicoechea y a Carlos Melo, perseguir a Lester Toledo, impedir la marcha de los
indígenas que salieron de Amazonas y
bloquear todas las manifestaciones de apoyo a la gran concentración en
la capital, registradas los días previos al 1 de septiembre. El Foro Penal
confirmó 37 detenciones en las 48 horas anteriores al acto.
Desconcertados
por el apoyo popular a la iniciativa democrática, tramaron el artificio de la
violencia y el golpe de Estado. Venezuela es el único país donde el Ministro de
la Defensa y jefe del Comando Estratégico Operacional de la FAN advierte sobre
la posibilidad de una asonada, como si la conjura estuviese urdiéndose en
Mesopotamia.
La
camarilla instalada en el poder volvió a los días más oscuros de las dictaduras
en el Cono Sur durante los años 70 y 80 del siglo pasado. El sello de esta
represión lleva grabados los signos del fidelismo. Durante seis décadas el
anciano déspota caribeño y su hermano Raúl han conservado el mando aplicando
métodos como los que utilizan Maduro y compañía. Detalle: en la isla caribeña
el éxito ha sido absoluto. En Venezuela la historia transcurre de forma
distinta. La resistencia y organización de los partidos políticos, medios de
comunicación, universidades, gremios, sindicatos y todos los sectores de la
sociedad civil, han impedido que los sátrapas venezolanos alcancen la eficacia
de los dictadores antillanos. Aquí sólo han podido replicarse parcialmente sus
métodos.
El
despido de los funcionarios que firmaron a favor del RR representa la
reedición, en pequeña escala, de la oprobiosa Lista Tascón. Constituye un
atentado y un delito contra esos funcionarios, posible de analizar desde tres
vértices complementarios.
Se
viola la Constitución en sus artículos 141 y 145. El primero señala que la
Administración Pública está al servicio de los ciudadanos y se fundamenta en
los principios de “honestidad, participación, celeridad, eficacia
transparencia” y otros similares. En ningún lugar se señala que deba responder
a las directrices políticas o ideológicas del PSUV. El 145 aún es más preciso:
“Los funcionarios públicos están al servicio del Estado y no de parcialidad
política alguna”.
En
segundo lugar, se vulnera un derecho humano que encarna una conquista
civilizatoria y una de los grandes logros de la modernidad: la libertad de
conciencia, la libertad de pensamiento y el libre albedrío, valores
establecidos con claridad en la Exposición de Motivos de la Carta Magna. Solo
en regímenes totalitarios este derecho esencial se quebranta, pues lo que se
persigue es la creación de una ideocracia en la cual el individuo queda
sometido al Estado, al Partido y al modelo de Nación que los jerarcas engendran
en sus cerebros. Los chavistas
regresaron el reloj a la época stalinista, cuando el marxismo-leninismo era la
religión del Estado soviético.
Sus
desafueros revelan una inmensa torpeza por parte de Maduro y sus cómplices. Las
medidas de expulsión intentan demostrar, al igual que las demás embestidas, una
fuerza de la cual carecen. Stalin y Fidel Castro acostumbraban a emprender este
tipo de razias o purgas. Lo hacían prevalidos del inmenso poder que detentaban
y salían fortalecidos. Maduro acomete el ataque a humildes funcionarios con más
de 80% de rechazo popular. En vez de demostrar fortaleza, evidencia un miedo
atávico, su soledad y su patética debilidad. El atropello fue tan grotesco que
hasta los sindicatos oficialistas se sintieron obligados a defender a sus
compañeros defenestrados. De paso, se distanció aún más de la OIT, organización con la cual nunca ha
mantenido buenas relaciones. Hasta el Defensor del Pueblo, Tarek William Saab,
tuvo que condenar el abuso.
Todos
los reflectores del mundo democrático están colocados en los díscolos e
irresponsables herederos del comandante fallecido. Brasil resolvió de forma
pacífica su crisis política e institucional. Venezuela también lo hará.
Mientras más tarde Maduro en comprenderlo, más tardará el PSUV en recomponerse,
deslastrarse y volver a ser opción de poder. América del Sur está girando hacia
el centro democrático. No serán los ataques de la pandilla salvaje los que
detendrán ese giro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico