Por Luis Pedro España
Hoy es un día de
movilizaciones, un día de ejercicio de la protesta ciudadana. Hoy puede ser uno
de esos días que marcan un antes y un después. Hoy los venezolanos salen a las
calles a reclamar lo que es su derecho, a demandar con gritos y consignas una
disposición constitucional que, por inobservancia de los poderes fácticos que
gobiernan, tratan de convertir en una acción subversiva o en un delito.
En un contexto normal, el
referéndum revocatorio debió ser un trámite, una consulta ciudadana
institucionalmente encauzada y no, como lo han convertido, un evento
extracotidiano, lleno de incertidumbres y no pocos temores.
Los poderes han traducido en
modo de cárcel y persecución lo que debió haber sido una convocatoria electoral
de mitad de período, han transformado en un acto criminal una prerrogativa
constitucional. El gobierno ha hecho del día de hoy, un día que en democracia
no debió ser necesario.
El poder fáctico, alejado
cada vez más de la institucionalidad que ellos mismos propusieron, no solo toma
distancia y desconoce la técnica procedimental de sucesión en el poder que
establecieron, sino que arremete con fiereza y cinismo contra el intento
ciudadano de ejercer ese derecho. Se suponen la patria, se creen la nación.
Bajo la tradición más totalitaria, se disfrazan de eso, de totalidad, sin
admitir las partes o el disenso. Por eso es patético su altisonante discurso
patriotero, son simples dictadorzuelos gritando en la soledad.
Convertidos en minoría,
quieren desconocer a todos los que alguna vez los apoyaron o a quienes los
adversaron desde el primer día. Tratan de disfrazar con mentiras el sentimiento
de la voluntad popular. La regla de oro, el mandato de la mayoría, esa que
convirtieron en tiranía cuando gozaban de las mieles de la popularidad, hoy es
desconocida gracias al leguleyismo de unos funcionarios, la doblez de unos
dirigentes y el apoyo de unos cuantos sables, que no importa qué tanto se batan
contra el suelo, siempre sonarán cobardes ante la decisión de todo un pueblo
que nos lo quiere más en el gobierno.
Bajo la lógica de la
supervivencia diaria, del mantenimiento temeroso en el poder, los herederos del
régimen anterior pretenden asemejar el hoy a los aciagos días del año 2002. No
solo yerran en el antes, sino también en el después. El día de hoy nada tiene
que ver con la conjura de ese año, ni el saldo será la reedición de su
inexistente épica. Hoy simplemente desconocen derechos y voluntades, reprimen e
incriminan. No son las víctimas de ningún complot, son los victimarios del
pueblo que padece sus pésimas políticas y el peor de sus atropellos. No importa
cómo amanezca el 2 de septiembre, no tienen la menor posibilidad de recuperar
al pueblo, no importa lo que hagan, cuánto manipulen, cuánto tiempo traten de
ganar. Cada día que traten de atornillarse en el poder será otro para seguir
bregando el derecho de botarlos con los votos.
Lo que hoy veremos en las
calles de Caracas será la pugna por la cristalización de un derecho, frente a
un régimen deshilachado y vetusto que se aferra como viejo adicto al poder y
sus desafueros.
Por el bien de todos,
incluso por el de aquellos que se resisten a la ley y a la voluntad popular,
esperemos que la jornada termine como lo pretenden sus organizadores. Como un
día para dejar en claro que solo por medio del cambio institucional que están
impidiendo es que encontraremos salida a la peor crisis económica y social.
Ha sido por eso, por ese
cambio, que hoy toda Venezuela salió a protestar.
01-09-16
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