Por Gregorio Salazar
Si algo no se le puede negar
al general Quevedo es que asumió la presidencia de Pdvsa
con el mismo furor con el que acometió la Misión Vivienda y el Barrio Tricolor,
donde según los voceros de la revolución libró batallas si no épicas sí de
mucho colorido.
El general es un hombre de
ímpetus. Lo había demostrado dirigiendo la represión contra las protestas
callejeras del 2014, en la cual a pesar de su formación de administrador fue
bastante derrochador de lacrimógenas, de proyectiles de goma y de otros no tan
blandos. Nadie de la cúpula se lo reclamó y eso, muy por el contrario, lo
catapultó.
El día del nombramiento, 26
de noviembre de 2017, Maduro se deshizo en elogios para quien indudablemente
tenía por uno de los hombres más capaces y tenaces de la revolución y poco
después anunció las metas: Quevedo subiría la alicaída producción petrolera a
un millón de barriles diarios y en diciembre ya andaríamos por los tres
millones. “¡Nosotros venceremos!”.
En medio de una creciente
sequía gasolinera, el nuevo presidente de la estatal petrolera se fijó otra de
las prioridades: recuperar el Complejo Refinador de Paraguaná, ese que una vez
fue de verdad-verdad el más grande del mundo, valga la precisión para quienes
gustan de ponderar falsariamente logros revolucionarios como los primeros del
orbe. Dos cobas en una.
Es historia que Quevedo, sin
calentar su silla ejecutiva de La Campiña, se trasladó a Paraguaná para asumir
directamente la lucha contra la burocracia, la ineficiencia, el boicot de los
infiltrados, que todo eso suponía campeando por sus fueros instalaciones
adentro, ocasionando no pocos tropiezos a la marcha del proceso revolucionario.
El general se lanzó con todo
para poner “a toda mecha”, como dicen allá en Falcón, la planta de craqueo
catalítico en la refinería de Cardón.
Se supo que la planta no
“craqueó”, si es que el verbo existe, pero sí traqueteó, resopló, rugió y finalmente
explotó. Y con ella también reventó la burbuja triunfal en la que venía
flotando Quevedo. Su caída en picada al foso fue paralela a la que sigue la
propia empresa.
Después, ciertamente, poco
se supo de él, tan mediático y vocinglero cuando se prodigaba en cifras de
reparto de la Misión Vivienda, durante los casi 900 días que permaneció en el
cargo. Por la cuaresma, se le veía atildado y muy atento tomando notas en las
reuniones de la OPEP, donde nuestra producción tirada a cero deja a Venezuela,
país padre de esa organización, como mera convidada de piedra.
Una de las enseñanzas que
queda ratificada con estos episodios es que los revolucionarios se comen, o
hacen que se comen, su propio cuento. Me explico: que es lo mismo vociferar
cifras, repartir galones de pintura y brochas de seis pulgadas que lanzarse a
recuperar una industria de actividades tan complejas, sofisticadas y exigentes
como la petrolera.
¿De dónde sacaría Maduro y
su entorno que Quevedo, quién difícilmente distinguirá entre un tobo de
gasolina y otro de kerosene, podía recuperar lo que fue una de las petroleras,
otra vez de verdad-verdad, más eficientes del mundo, hoy convertida en
escombros, sin capacidad de inversión, sin personal capacitado y con salarios
de hambre?
Cualquiera podía estar
seguro que Quevedo fracasaría en un objetivo fuera de todo alcance de sus
capacidades y de las del propio régimen. Lo que llama la atención es que no
haya sido capaz, por lo menos, de detener la corrupción y el supuesto espionaje
puertas adentro de la industria, labor que desarrolló la llamada comisión
reestructuradora de Pdvsa, raspando nada menos que al Gerente de Operaciones
Especiales y Operaciones de Crudo. Así, su decapitación estaba cantada.
El cuadro de Pdvsa hoy es
patético: producción de crudo y gasolina a niveles ínfimos. Desesperadamente se
lanzan en brazos de los iraníes para que mediante un agónico puente aéreo
traigan pieza a pieza los repuestos con los que esperan lograr el milagro de la
recuperación de alguna planta. ¿Usted se imagina que después de traer un
catalizador alguien diga que los filtros, las empacaduras y los tornillos se
quedaron en Teherán?
La comisión reestructuradora
ha presentado su plan donde llamativamente consideran abrir la industria al
capital privado. Serían operaciones “sin intervención de Pdvsa”. ¿Y eso no era
la mayor de las herejías? ¿No fue de este “sacrilegio” que abusaron para
estigmatizar durante décadas a los adversarios políticos? Bien, pero si a la
chita callando liberaron precios de bienes y servicios y el dólar del BCV
superó al paralelo, en adelante todo pueden cambiar quienes ahora las malas
lenguas tildarán de “neoliberales” de closet. Se muta pero no se dice. Qué
raya, revolucionarios de América Latina…
Inevitable recordar a la
piara de la famosa granja orwelliana y los siete mandamientos impuestos por los
tiranos porcinos al resto de los animalitos, todos y cada uno de los postulados
violados y relativizados, especialmente aquel que prohibía caminar en dos patas
como los humanos. Otra vez se ha cumplido la sátira orwelliana: la revolución
se muerde la cola y no solamente no cumple lo proclamado, sino que intenta a
tontas y locas hacer lo contrario.
Visto el cuadro del caos
generalizado bien se puede decir: qué tarde han piado quienes se tragan entre
gruñidos su discurso.
03-05-20
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