Por Froilán Barrios
Si hay una ocasión propicia
para evaluar las condiciones del trabajo en cualquier país es esta fecha, que
en la mayoría del planeta es reconocida como el Día del Trabajador, tanto es
así que en 134 años de historia se ha establecido como un ritual de las luchas
laborales.
En el contexto de la
pandemia tendrá un especial significado porque registra la pérdida de cientos
de millones de puestos de trabajo, tanto en las economías más desarrolladas del
orbe como las de menor rendimiento, que están en Asia, África, Oceanía y
América Latina. Lo notorio es que en cualquier escenario continental son
identificables y destacables los esfuerzos conjuntos de gobiernos, empresarios
privados, de organizaciones sindicales y gremiales, de partidos y líderes
políticos y religiosos, de universidades, en procura de aminorar la desgracia
social y laboral hasta lograr la meta de recuperar las economías.
Lamentablemente este no es
el caso de Venezuela. Sufrimos las consecuencias de una gestión gubernamental
de 7 años que ha destruido en 70% el PIB, en función de un proyecto político
excluyente y repudiado por la humanidad a nivel global, cuyas últimas
directrices en pleno desarrollo del covid-19 han tomado como blanco a lo poco
queda de empleos formales del sector empresarial privado. Así intentan esconder
el rotundo fracaso en la pretensión de reconducir una economía en ruinas,
resultado de sus disparates y la corrupción, una reedición del guion del dakazo
de 2014, con el que quebró a empresas del sector comercio y condenó al
desempleo a cientos de miles de trabajadores. Por tanto, no es casualidad que
la OIT repruebe la gestión de Maduro durante la pandemia, al no acatar las
recomendaciones del organismo tripartito mundial para la recuperación de las
economías del mundo entero.
En lo que respecta a los
trabajadores, a fin de maquillar su ruta de “presidente obrero”, autorizaron el
27 de abril de 2020 un aumento salarial de 250.000 bolívares a 400.000 bolívares,
con cestaticket adicional de 400.000 bolívares para trabajadores activos,
pensionados y jubilados, significando un nuevo ingreso mensual de 800.000
bolívares y 700.000 bolívares, respectivamente; en resumen, 4,10 dólares
mensuales. Lo que contradice su paquete económico del bolívar soberano que
establecía en agosto 2018 un salario mínimo de 1.800 bolívares y 150 bolívares
de cestatickets, equivalente a medio petro y 30 dólares, indicadores que
determinarían para esta fecha un salario mínimo aproximado de 6 millones de
bolívares, como vemos, una cifra muy distante del actual salario mínimo, luego
de 20 meses de aplicación del nefasto paquete aún hoy vigente.
Ahora bien, ¿qué puede hacer
un trabajador con tan menguado ingreso frente a indicadores de canasta
alimentaria de 320 dólares y canasta básica de 552 dólares, según el
Cendas-FVM?. Sobrevivir en condiciones infrahumanas mediante la suma de todos
los ingresos del núcleo familiar, mediante la fragua de una olla colectiva de
algunos productos que le permitan subsistir y no perecer en el intento.
La conmemoración del Día del
Trabajador durante el siglo XXI en Venezuela ha sido una saga de terror, en la
que el trabajador y sus organizaciones sindicales y gremiales han reconocido
cómo se han desmantelado una a una las conquistas alcanzadas en el siglo XX,
hasta el límite de ver cómo el trabajo digno que una vez conocieron hoy es solo
un vago recuerdo derivado en trabajo infructuoso, anclado a la ponzoña de un
Estado prevaricador del trabajo.
Esta cruenta realidad
determina a los sindicalistas democráticos pisar firme sobre propuestas
factibles. ¿Por qué proponer 600 dólares de salario a una tiranía gobernante
que ha pulverizado el trabajo digno? ¿Por que tal cantidad conociendo que en
América Latina el salario mínimo más alto es de 500 dólares? Eso no es más que
colocar un collar de bolas criollas a un gobierno democrático de transición,
que aspiramos sea en el corto plazo. ¿Qué es lo posible para los
trabajadores al restablecer el Estado de Derecho? Ir paulatinamente logrando el
poder adquisitivo y eso es alcanzable en una primera etapa obteniendo, bajo el
concepto combinado de salario e ingreso familiar, la cantidad suficiente para
adquirir la cesta de bienes y servicios, en el marco de relanzamiento de la economía
y de la reindustrialización del país.
Reconquistar el trabajo
digno y superar el actual trabajo esclavo será una de las aspiraciones para un
próximo Primero de Mayo, siendo esto lograble en el contexto de reconstrucción
de la economía, en un marco de libertades democráticas y mediante el acuerdo de
un nuevo contrato social que implique a todos los actores sociales, económicos
y políticos de la nación.
29-04-20
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