San Josemaría 16 de enero de 2021
@sJosemaria
Nunca
compartiré la opinión -aunque la respeto- de los que separan la oración de la
vida activa, como si fueran incompatibles. Los hijos de Dios hemos de ser
contemplativos: personas que, en medio del fragor de la muchedumbre, sabemos
encontrar el silencio del alma en coloquio permanente con el Señor: y mirarle
como se mira a un Padre, como se mira a un Amigo, al que se quiere con locura.
(Forja, 738)
No lo dudéis, hijos míos: cualquier modo de evasión de
las honestas realidades diarias es para vosotros, hombres y mujeres del mundo,
cosa opuesta a la voluntad de Dios.
Por el contrario, debéis comprender ahora –con una
nueva claridad– que Dios os llama a servirle en y desde las
tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en
el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la
fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso
panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un
algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca
a cada uno de vosotros descubrir.
Yo solía decir a aquellos universitarios y a aquellos
obreros que venían junto a mí por los años treinta, que tenían que saber materializar la
vida espiritual. Quería apartarlos así de la tentación, tan frecuente entonces
y ahora, de llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación
con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar,
profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas.
¡Que no, hijos míos! Que no puede haber una doble
vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos: que
hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser –en
el alma y en el cuerpo– santa y llena de Dios: a ese Dios invisible, lo
encontramos en las cosas más visibles y materiales.
No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en
nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo
deciros que necesita nuestra época devolver –a la materia y a las situaciones
que parecen más vulgares– su noble y original sentido, ponerlas al servicio del
Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro
encuentro continuo con Jesucristo. (Conversaciones con Mons. Josemaría
Escrivá, n. 114)
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/dailytext/los-hijos-de-dios-hemos-de-ser-contemplativos/
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