Ismael Pérez Vigil 05 de junio de 2021
La
semana pasada hice una evaluación de la estrategia del gobierno y sus
condiciones, para el complejo proceso de negociación que está abierto y señalé
que la de la oposición está dispersa en varias opciones, lo que para algunos la
hace más confusa.
Resumen
de la estrategia opositora.
Que
sea más dispersa y aparentemente menos clara, no significa que no existe, todo
lo contrario, como ya vimos hace un par de semanas (https://bit.ly/3fCXxID) la propuesta
opositora de negociación no solo existe, sino que se despliega en tres
vertientes, que podemos resumir de esta manera:
– Una
vertiente que quiere negociar de manera “integral” y propone como moneda de
cambio la eliminación de las sanciones; estrategia un tanto débil, para
algunos, si partimos de considerar que el levantamiento de las mismas no es una
decisión de la oposición venezolana; para otros, esa es precisamente su
fortaleza, pues el levantamiento de las sanciones no es algo que pueda negociar
la oposición.
– Otra
de las vertientes es más limitada en su aspiración negociadora y propone como
moneda de cambio su participación en el proceso electoral regional; para
algunos ésta es su debilidad, dado el ambiente abstencionista en el país; para
otros es su fortaleza, pues aseguran que esa “matriz” de opinión estaría
cambiando.
– La
tercera vertiente aspira negociar la salida del régimen, de una vez, como
condición previa a sentarse a la mesa, a la que solo lo haría para discutir
“detalles” al respecto; esta propuesta se ampara en una fuerza interventora
externa, sin proponer nada a cambio, quizás una cierta “impunidad” para algunos
delitos; pero es una estrategia también débil, toda vez que la llamada
“comunidad internacional” con capacidad para “intervenir” como fuerza externa,
se ha negado de muy variadas formas a hacerlo.
A
estas estrategias, se suma ahora otra variante −propuesta por un grupo
opositor, diferente a los tres anteriores, de origen mayoritariamente, no
únicamente, chavista−, que promueve un referendo revocatorio, que hasta hace
poco era una mera idea y que se encuentra con la resistencia de las dos
experiencias anteriores, la primera en 2004, cuando la oposición fue derrotada
y la del 2016, que ni siquiera se llegó a realizar, bloqueada la posibilidad
por las marramuncias legales del régimen.
El
ambiente de discusión interno:
El
ambiente de discusión en el país, al interior de la oposición, se ha enrarecido
innecesariamente, porque una buena parte de la población opositora se rasga las
vestiduras con las condiciones que el gobierno ha puesto para negociar −y que
analizamos la semana pasada (https://bit.ly/3yL29Ff)
−, con el consabido: “te lo dije, no hay intención sincera de negociar”, etc.;
pero, olvidan que la oposición ha puesto unas condiciones que resultan
igualmente “leoninas”, intolerables e irritantes para el régimen: nada menos
que la salida del presidente Nicolás Maduro.
Solo a
título de ejemplo, para recordar lo que algunos parecen haber olvidado, Juan
Guaidó, quien representa el grupo opositor mayoritario y tiene la propuesta más
elaborada, en cuanto a las condiciones, presentó en su proyecto de acuerdo de
Salvación Nacional, un mes antes de las condiciones solicitadas por el
gobierno, un conjunto de propuestas bien duras y contundentes, difíciles de
tragar por el régimen (Elecciones presidenciales, además de parlamentarias,
regionales y locales; garantías democráticas y elecciones libres con
observación y respaldo internacional; la entrada masiva de ayuda humanitaria y
vacunas contra el covid-19; la liberación de todos los presos políticos y el
regreso de los exiliados; la habilitación de políticos y partidos, y otras más).
Parte
de la confusión con las propuestas opositoras es que pareciera que −siendo el
objetivo salir del régimen y la estrategia, la negociación− el enredo mayor
está en que lo que debería ser una mera táctica −el tema electoral− es el que
se convierte en el centro de las agrias disputas al interior de la oposición,
pues las tres estrategias de negociación se presentan, cómo vemos, con dos
variantes electorales, participar o abstenerse en las elecciones regionales,
más la nueva variante que incluye un referendo revocatorio.
Una
dosis de realismo:
Mientras
en la oposición nos deshacemos en agrias disputas, tal parece que no hemos
entendido que, querámoslo o no, aquí habrá un proceso de negociación, decidido
por el régimen y que lo efectuará a su manera, con quien esté dispuesto a
sentársele enfrente. Querámoslo o no, habrá elecciones regionales en noviembre,
porque el régimen que ahora controla todas las instituciones, quiere arrebatar
a la oposición algunas de las gobernaciones que perdió en 2017, sin tener que
anularlas con el subterfugio de los “protectores” o quitando funciones y
presupuesto; los municipios y alcaldías son además una meta jugosa para el
gobierno, pues tienen cierta autonomía financiera y recursos propios que al
gobierno se le hace más difícil controlar y lo quiere hacer sin tener que
apelar a perseguir y apresar a sus alcaldes o improbarles la gestión para
destituirlos, algo que sin duda le da “mala imagen” internacional. Querámoslo o
no, el régimen −por muy ilegitimo que lo consideremos− controla los hilos del
poder, controla los recursos del país, que si bien escasos para resolver
nuestros problemas, son suficientes para enriquecerse y querer mantenerse en el
poder. Por último, querámoslo o no, nos guste o no, aunque nuestros aliados también
consideren “ilegitimo” al régimen, empieza a ser para algunos de ellos una
referencia y lo es también para muchos organismos internacionales; y hay otros
que se excusan en que ellos hablan con quién les “responda el teléfono desde
Miraflores”.
Al
parecer, por el tono de las discusiones, para algunos el problema o, mejor
dicho, el objetivo, no es salir de este régimen de oprobio, sino salir de él de
la forma en que ellos dicen. Así el “negacionismo” −no al diálogo, no a la
negociación, no a votación− nos está llevando a un juego trancado y lo que nos
quedaría es rendirnos, resignarnos o irnos, como ya lo han hecho casi seis
millones de venezolanos. Pero esa no es una alternativa, mucho menos tras una
resistencia obstinada de la oposición democrática y ciudadana después de 21
años. ¿Hay alternativas?, seguramente muchas, aunque no es el caso detallar
aquí ninguna.
La
tarea interna:
Pero,
todas las alternativas tienen que llevar a acorralar a la dictadura y que se
vea obligada a negociar una salida. Se trata de una pinza, una tenaza, donde la
presión internacional cumple con su función en este juego para quebrar la
dictadura. Pero, un solo brazo no hace fuerza, la pinza o tenaza tiene dos
brazos y uno es el interno y nuestra tarea es lograr que éste crezca y se
fortalezca. Lograr que el régimen pierda el poco apoyo popular que le queda;
que los sectores que ha enriquecido a base de privilegios, compartir ganancias
y corrupción, se le volteen porque entiendan que esa es su mejor salida, para
disfrutar sus fortunas mal habidas, antes que todo esto se derrumbe y los
arrastre en la caída; que los sectores militares que lo apoyan −que son lo
único que lo sostiene en el poder− dejen de hacerlo, lo obliguen a negociar o
se mantengan neutrales; en fin, que se rompa ese “bloque hegemónico” −del que
hablan los politólogos− en torno al poder dictatorial, en busca de salvar su
pellejo, los que no hayan cometido delitos de lesa humanidad o contra los DDHH.
La
salida electoral:
No nos
engañamos con que la vía electoral sea, hoy por hoy la salida inmediata, pues
en las condiciones actuales sabemos que la tiranía no dejará el poder porque le
ganemos unas elecciones, si es que respeta los resultados o tenemos la fuerza
para hacer que los respete y que hoy no tenemos; pero, tras una negociación −o
que se produzca por algún milagro la renuncia o la hoy imposible salida de
fuerza con la que algunos sueñan−, la opción electoral es a la que llegaremos,
en última instancia, y para la que tenemos que estar preparados y dispuestos.
Por
supuesto no se trata de ir “practicando”, participando en los procesos
electorales de cualquier manera. De hecho, ya nos hemos abstenido varias veces.
Se trata, sí, de luchar por condiciones electorales aceptables que nos permitan
participar y aprovechar −lo hemos dicho hasta el cansancio− esos procesos para
organizar a la oposición para restarle fuerza al gobierno, arrebatándole
espacios y obligándolo a presentarse ante el país −ante los pocos que, según
encuestas, aún lo apoyan− y ante la comunidad internacional, como están de
aislados y lo fraudulentos y tramposos que son para aferrarse al poder.
¿Dara
eso resultado?, solo podemos decir que ha ayudado en otras partes; pero, en
todo caso lo que si sabemos ya, positivamente, es que quedarnos cruzados de
brazos, negando cualquier opción por imposible, no nos ha conducido a nada,
salvo a la desesperanza popular y mayor división.
Esperamos
en los próximos días ir conociendo detalles de las actividades concretas que
cada uno de los grupos opositores va a llevar adelante, en apoyo a su propuesta
y estrategia de negociación.
Ismael
Pérez Vigil
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