Reinaldo J. Aguilera R. 06 de junio de 2021
El muy
famoso síndrome de Estocolmo es considerado como una reacción compleja a una
situación alarmante y los expertos, aun teniendo pruebas de vieja data e
incluso muy recientes al respecto, sin embargo, no se ponen totalmente de
acuerdo por completo en todos sus rasgos característicos, o de los factores que
hacen que algunas personas sean más susceptibles que otras a desarrollarlo;
mucho menos cuando es un conglomerado tan grande como altas poblaciones de un
país.
Ahora
bien, lo realmente increíble —y de allí mi relato de la presente semana— es que
no se ha escrito o estudiado mucho en referencia a casos como el que vivimos en
Venezuela, donde pareciera que son millones los que padecen del referido
síndrome, algo realmente digno de analizar, cuando termine la pesadilla que se
vive en el país suramericano.
Para
que se entienda mejor el tema del cual les hablamos, veamos un poco de la
historia al respecto. El término síndrome de Estocolmo tomó su nombre de lo
narrado por Kristin Enmark, quien describiría que lo ocurrido el 23 de agosto
de 1973 fue la experiencia más aterradora de su vida. Todo sucedió en Estocolmo
(Suecia), concretamente en una sucursal del banco Kreditbanken, en la ciudad de
Norrmalm, donde las víctimas de un secuestro (tres mujeres y un hombre)
defendieron a sus captores, incluso una vez finalizado el secuestro, que duró
seis días.
Retenida
dentro de las oficinas del banco, Kristin Enmark se vio obligada a obedecer
cada una de las órdenes que le daban si quería salir sana y salva. Sin embargo,
no era odio lo que sentía hacia ellos —según explicó posteriormente—, todo lo
contrario: la joven llegó a confraternizar con sus captores hasta el punto de
defenderlos ante la Policía, ya que tenía la percepción —y hasta la seguridad—
de que los captores querían ayudarla y deseaban lo mejor para ella.
Viendo
esto que les acabo de explicar, ya muchos habrán observado que, justamente, me
refiero a la llamada «revolución bonita» que, como siempre les digo, de bonita
no tiene nada, mucho menos para los millones de ciudadanos que por momentos no
vemos salida al actual desastre en el que estamos. Más aún, analizando tiempos
pasados vemos con claridad que el régimen viene, año tras año, dando «cariño»
al pueblo, cuando en realidad lo que está haciendo es ahorcando cada vez más a
quien dice proteger y ayudar. ¿Les parece conocido? Aun en los actuales
momentos, muchos seguidores del chavismo-madurismo sienten inmensa gratitud
para con quienes los tienen recibiendo migajas para comer. Definitivamente, un
Estocolmo tropical.
Sigamos
con lo del Estocolmo real. Los especialistas consideran que hay tres factores
principales por los que una víctima puede acabar desarrollando el síndrome:
- La duración del secuestro-detención.
- El contacto continuo entre el captor y
víctima.
- Los captores muestran bondad y empatía con
los rehenes.
Entendiendo
esto, debemos necesariamente considerar que sin duda alguna el modo de actuar
del mal régimen respecto a los venezolanos tiene similitud con al menos alguna
de las características señaladas y, lo que es peor, el asunto es masificado,
por lo que el daño causado encaja exactamente en el marco de violación de
derechos humanos fundamentales que establece la Organización de las Naciones
Unidas (ONU), como se viene denunciando mundialmente.
Con el
escenario planteado, lo cierto y urgente es que se debe hacer lo correcto, hay
que tratar la situación y salir de ella. Está claro que tras un secuestro,
donde la víctima o las víctimas han desarrollado tal síndrome, la separación de
su captor puede ser difícil, angustiosa y hasta dolorosa. Con seguridad habrá
un vacío que se deberá llenar, para lo cual hay que construir verdaderas
alternativas a lo que Venezuela y sus habitantes habrán vivido para el momento
de culminación del secuestro generalizado en el que estamos los de afuera y los
de adentro.
Por el
momento, el planteamiento de nuevas negociaciones entre el régimen y factores
de oposición es una alternativa, conjuntamente con un próximo evento electoral
que, de ser adelantado de modo preciso y creíble, puede traer cambios, pero aún
falta mucho para observar algo en concreto.
Muchos
investigadores creen que el síndrome de Estocolmo ayuda a explicar ciertos
comportamientos de los sobrevivientes de los campos de concentración de la
Segunda Guerra Mundial; miembros de cultos religiosos, mujeres maltratadas,
víctimas de incesto, niños física o emocionalmente maltratados, así como el de
personas tomadas como rehenes por criminales o terroristas. Ir más allá de lo
que ustedes, mis estimados lectores, ya han inferido, sinceramente me parece
incorrecto. Ya, de seguro, entendieron de sobra a lo que me refiero.
Por
ahora se sigue sobreviviendo en nuestro maltrecho país, esperando momentos
mejores para actuar concertadamente y efectuar todos los aportes necesarios
para dejar atrás lo que sucede y buscar mejores escenarios de vida para todos.
Eso sí, sin olvidar que estamos viviendo nuestro síndrome de Estocolmo criollo
y eso dejará huellas en millones de conciudadanos. Así de simple y sencillo.
Reinaldo
J. Aguilera R.
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