Orlando Viera-Blanco 08 de diciembre de 2021
@ovierablanco
”El
sepulturero entierra nuestros sueños, aunque no sea su voluntad. Y así le
ve la gente, esa mano invisible que siente… como aquél que no tiene interés por
el estar del otro… sino por el propio. El carnicero, el egoista ”
La
política supone una práctica elevada de la virtud humana ya partir de un
análisis constructivista y emotivo, podemos concluir sobre el buen o mal
desempeño de un político. No es bueno el que logra permanecer en el poder
por zorro, timador y autoritario. Tampoco por carismático o
simpático. La simpatía en todo caso, debe corresponder en empatía,
solidaridad y elegancia.
De
tiranos y farsantes está llena la botella. También de estadistas y
nobles. Pero existe una tercera clase de políticos: los
hueros ; los anodinos diría papá. Aquellos que
validan la importancia de los sentimientos y las emociones en la
política. De cómo la falta de tacto y olfato para hacer las cosas con
tino, solemnidad y gala, alejan al buen político, de lo que Adam Smith definen
“ una percepción favorable de interesarse por el estar del otro ”.
¡Siento luego existo!
¿No es
Adam Smith quien nos habla que las personas persiguen su interés personal, que
no esperamos la bondad del carnicero que su carne nos alimente sino su interés
de venderla? Gran parte de la política económica Smithniana parece haber
quedado en su visión del individuo egoísta denominado “ maximizador de
utilidad ”. Algo parecido sucede con la política. El político-carnicero a
quien perciben como utilitario, por no demostrar interés por compartir un trozo
de pan, sino prepararlo para venderlo.
Los
sentimientos-nuestra carga moral y emocional-se elevan por el individuo que,
siendo político o burócrata, “ por más egoísta que quiera
suponerse, evidencia algunos elementos en su naturaleza, que lo hacen
interesarse en la suerte de los otros de tal modo que la felicidad de fuente es
necesaria, aunque de ello no se obtiene nada, a no ser el placer de
presenciarla ”[ Adam Smith, en 1753] . La distinción
del hombre bueno es sentir lástima o compasión ante la miseria ajena. Una
exquisita sensibilidad cuya virtud o carencia en política, produce grandes
victorias o fragosos desprendimientos de la acción voluntaria.
La
política entonces no es importante, al decir de Descartes, “ pienso
luego existo ”. Una falacia-según Antonio Damasio-porque no
se puede pensar antes de ser . “ La mente no es el piloto
del barco. Es el barco mismo ”Y ese barco-agregaría-no es sólo
quilla, vela y timón. No es sólo circunstancia. También es madera
hecha pasión, sangre y sentimientos.
Hacia
finales del siglo XX el Dr. Antonio Damasio propuso un cambio
esencial. “ Si la integración entre la emoción y la cognición se
produce de manera acertada, entonces los sentimientos se encaminan y
nos llevan a puerto seguro ”. No es la lógica o el saber lo que
nos lleva en buena dirección. La intuición y las emociones son el viento
de popa que impulsa las velas… Cuantas expediciones hubiesen fracasado amén de
la pericia del capitán, si no hubiesen contado con su capacidad de levantar
emociones. ¡Siento luego existo!
En su
“ La Teoría de los Sentimientos Morales ”, Smith analiza en
profundidad el fenómeno humano de la simpatía. De cómo el
protagonista de cualquier pasión, de su modo natural de interesarse por
el estar del otro , encuentra la aceptación necesaria para ser obedecido
y preferido. Es el maximizador de la bondad , que
sabe cuando y como, deslizar sus críticas serenas, hacer
sentir que le interesas, sembrando una inferencia positiva en la acción social
y colectiva, que es predilección.
Los
sueños que se apoderan de nuestra realidad.
Smith
demuestra la evolución de su pensamiento utilitario después de 17
años. Del interés del hombre de socializar y alcanzar [con simpatía] el
interés social, a las “ la riqueza de las naciones ”, donde
concibe un individuo más bien egoísta, que persigue su interés propio. En
ese afán de perseguir ese interés propio, una mano invisible [el
mercado] ordena la economía y permite que tanto interés propio como público
converjan en una misma acción. En la política esa mano invisible es el
pueblo , sus sentimientos, quienes abrazarán racional
y emotivamente una alternativa, no por el precio sino por el valor de
producir utilidad colectiva.
Cuando
un canciller que ha pertenecido a un mismo gobierno desdice, calificándolo de
” deformado, poseedor de una casta que se ha
burocratizado [sic]… cuya estru ctura maneja fondos para
uso personal… por lo cual que es asquerosa y nauseabunda… y vegeta ” ,
no consigue una Reflexión seria y Menos activo lograr lo pretendido, Que es
relanzar la Unidad. Lo que hace? es fraccionar Más, contrariar la
Cultura y sentimientos de una gran mayoría, Que Piensa Que El Que le
pega a la familia se arruina … Y sin hay mano invisible que le
compense, porque apelando a la unidad, divide… suma restando, y en vez de
compartir un trozo de pan , es enmendado como egoísta, como el
que desea maximizar su utilidad.
Momentos
de revisar las líneas de Smith, Damasio, Lipman, Haberman y
Moderno. También la prosa de Benedetti: “ Me gusta la gente que
cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia
realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de
sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de
un sueño… la gente que es justa con su gente y consigo misma… Me gusta la gente
capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni
herirme … la gente que tiene tacto ”.
El sepulturero entierra
nuestros sueños, aunque no sea su voluntad. Y así le ve la gente, esa mano
invisible que siente … como aquél que no tiene interés
por el estar del otro … sino por el propio. Pero no pasa
nada. El pueblo mece la cuna y hace que el interés propio y el público
converjan en una misma acción, para alcanzar los sueños de la vida: la
libertad, la democracia, la república. Ideales insepultos …
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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