Opus Dei 11 de diciembre de 2021
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Comentario
del domingo de la 3.ª semana de Adviento (Ciclo C). “Llegaron también unos
publicanos para bautizarse y le dijeron: - Maestro, ¿qué debemos hacer?”. Cómo
el bautismo practicado por Juan exigía una conversión de vida, así la espera
del Adviento es la ocasión de un cambio en el camino de la santidad.
Evangelio (Lc
3,10-18)
Las
muchedumbres le preguntaban: - Entonces, ¿qué debemos hacer? Él les contestaba:
- El que tiene dos túnicas, que le dé al que no tiene; y el que tiene
alimentos, que haga lo mismo.
Llegaron
también unos publicanos para bautizarse y le dijeron: - Maestro, ¿qué debemos
hacer? Y él les contestó: - No exijáis más de lo que se os ha señalado.
Asimismo
le preguntaban los soldados: - Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer? Y les dijo:
- No hagáis extorsión a nadie, ni denunciéis con falsedad, y contentaos con
vuestras pagas.
Como
el pueblo estaba expectante y todos se preguntaban en su interior si acaso Juan
no sería el Cristo, Juan salió al paso diciéndoles a todos: - Yo os bautizo con
agua; pero viene el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de
desatarle la correa de las sandalias: él os bautizará en el Espíritu Santo y en
fuego. Él tiene el bieldo en su mano, para limpiar su era y recoger el trigo en
su granero, y quemará la paja con un fuego que no se apaga.
Con
estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.
Comentario
El
evangelio de Lucas nos presenta después de los acontecimientos de la infancia
de Jesús, la misión de Juan el Bautista. Este hombre de Dios, considerado el
último de los profetas, punto de conexión entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, recorría la región del Jordán predicando y bautizando.
Tal
era su sabiduría que las muchedumbres se acercaban a él para preguntarle qué
tenían que hacer, qué vida tenían que llevar para convertirse de verdad. En
efecto los que se acercaban a Juan sabían que el bautismo no era sólo un
símbolo sino la señal del principio de una vida nueva. En la historia de la
salvación el agua siempre marca un cambio, como en el diluvio universal que
limpia el mundo de todos los pecados, o el paso del Mar Rojo que abre un camino
de libertad al pueblo de Israel.
Juan
tiene una palabra para toda categoría de personas: publicanos, soldados y gente
común. A cada uno enseña un camino de conversión que lleva a pensar en los
demás, a servir a la sociedad, a practicar la justicia, a huir de la murmuración.
El
Adviento es para todos los cristianos un camino de conversión que se manifiesta
en actos de penitencia y oración pero requiere un cambio de vida. Y nosotros
también le podemos preguntar al Señor qué es lo que quiere de cada uno: “¿Qué
tenemos que hacer?”. No es indiferente nuestra conducta, como explica el
Bautista en la conclusión del pasaje que hemos leído: el Señor “tiene el bieldo
en su mano, para limpiar su era y recoger el trigo en su granero, y quemará la
paja con un fuego que no se apaga”. Antes de que empiece la misión pública del
Mesías, el Precursor nos recuerda la seriedad del pecado en nuestra vida, la
seriedad del juicio, y nos invita a la conversión.
El
“pueblo estaba expectante”, nos dice el evangelio. Nos encontramos en un tiempo
de espera, como es el Adviento y toda la vida sobre la tierra. Estamos
esperando al Salvador, estamos esperando el comienzo del Reino de Dios y la
venida definitiva de Jesús. Pero la espera no puede ser algo pasivo, sino una
actitud dinámica que requiere una continua y nueva conversión.
Esta
es la invitación de la Iglesia en estos últimos días de espera: “¡permaneced
así, queridísimos míos, firmes en el Señor! [...] El Señor está cerca.” (Fil
4,1.5).
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/gospel/2021-12-12/
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