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domingo, 6 de enero de 2013

Catorce años después: hipnosis autoritaria


Por Hugo Santaromita, 06/01/2013

Hace mucho tiempo corría la especie de que los venezolanos éramos uno de los gentilicios más admirables del nuevo continente, primero por aquello de la gesta independentista de mitad del siglo XVIII y, luego, por la estabilidad democrática que caracterizó a Venezuela durante 40 años. Se trataba de una nación ejemplarizante cuyos habitantes experimentaron el mayor ascenso social que ninguna otra sociedad había logrado en tan corto tiempo. Solamente en Venezuela había sido posible que el ingreso per cápita se colocara a la cabeza de América Latina y que el concepto de igualdad fuese la mejor característica de sus habitantes.

Hace pocos años, en la segunda mitad del siglo XX, Venezuela dio la campanada de lo que puede llegar a ser un país donde las políticas públicas estaban orientadas al crecimiento, aún a pesar de los errores de sus gobernantes, que lamentablemente se durmieron en sus laureles, apoltronados, y disfrutando de la inmensa renta petrolera que la naturaleza nos brindaba, y nos sigue brindando, por arte del destino y la providencia.

Durante ese tiempo Venezuela era una nación constructiva, que dejaba una estela de positivismo y de ejemplos para el resto de América Latina, mientras los países de la región sucumbían ante la tentación autoritaria. Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Paraguay caían pisoteados por la bota militar, y apenas Colombia hacía grandes esfuerzos por exhibir avances democráticos, impulsando el bipartidismo, pero atascada en los garfios de la guerrilla y el narcotráfico.

De allí que Venezuela pasó a convertirse en el reducto de todos aquellos que decidieron huir de las desgracias del autoritarismo. La historia nos mostraba una nación que recibía con brazos abiertos grandes camadas de latinoamericanos que decidieron ofrecer su aliento y sus sueños, dejando en el pasado el dolor y la tragedia de la tortura y la muerte, para refugiarse en una tierra cálida, amable y comprometida con la libertad.

Hoy el panorama ha cambiado radicalmente en la tierra de Bolívar. La insurgencia de un hombre como Hugo Chávez, hoy casi acabado físicamente, desenterró los fantasmas de esas sociedades represivas e intolerantes. Catorce años después, y en medio del corolario de una enfermedad terminal, Chávez convirtió a Venezuela en un país arrodillado e hizo del pasado un himno de venganza para resarcirse de carencias, en la pretensión de que todo el mundo está obligado a pagar por esas penurias de la primera parte de su vida, sin importarle clase social, ni tradición, ni memoria histórica, ni valores democráticos.

Chávez cambió el paradigma de la convivencia e instauró el miedo y la corrupción como norma de vida en la sociedad venezolana. En medio de su padecimiento, el teniente construyó una infamia autoritaria que quebró la cérvix de los venezolanos, a los que volvió dependientes a punta de dádivas y populismo. Aquel país caracterizado por su libre albedrío, por su humor cotidiano y por su concepto de convivencia devino en una nación triste, alienada, de rasgos primitivos y de economía africanizada, dependiente absolutamente del petróleo y de su distribución, de acuerdo a los caprichos del autócrata.

En 14 años el aparato productivo venezolano ha sido destruido sin compasión y los empresarios pasaron a ser una especie de aventureros tratando de sobrevivir en un entorno agresivo y peligroso, como un safari en la selva. Ése es lamentablemente el cuadro actual de la economía venezolana: empresas clausuradas, capitales fugados, oferta y demanda erradicadas, competitividad en desuso, una moneda convertida en humo y una inseguridad jurídica que aleja totalmente al país de la agenda de cualquier inversionista sensato.

Chávez ha redibujado un país fantasma para el futuro de los venezolanos, más parecido a esos pueblos de utilería –hechos de fachadas de cartón- para la producción de películas del Oeste americano, que a una nación orientada hacia el desarrollo y la convivencia democrática. Hace tiempo dejamos de ser ciudadanos protagonistas, decisorios, para quedar reducidos a unos vulgares, alienados y pusilánimes habitantes de cartón y papel maché, como lo predijo George Orwell en su novela 1984. Un futuro oscuro para todos, muy tarde para despertar de la hipnosis autoritaria.

hugo.santaromita@gmail.com

Tomado de:
http://forumvenezuela.blogspot.com/2013/01/catorce-anos-despues-hipnosis.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+ForumVenezuela+%28Forum+Venezuela%29

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