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martes, 8 de enero de 2013

La República en terapia intensiva


Escrito por Fernando Luis Egaña Lunes, 07 de Enero de 2013

La satrapía tiene a la República en terapia intensiva: lacerada, comatosa, entubada y sin soberanía. Y el sainete de la re-posesión lo re-confirma.

La enjundia jurídica de la procuradora Cilia Flores, puede que sea parecida a la sapiencia histórica del vicepresidente Nicolás Maduro, o a la humildad política de Diosdado Cabello. Pero como ella es vocera del gran poder cubano, la cartilla que vocea es santa palabra para la interpretación “revolucionaria” de la Constitución.

Y si alguien no tiene duda al respecto es la magistrada-presidenta del Tribunal Supremo. Por eso, no importa lo que exprese la letra, el espíritu, el propósito o la razón del texto constitucional, en cuanto a la finalización de un período presidencial y el inicio de otro distinto, y en cuanto a las previsiones para el caso de la ausencia del ciudadano a juramentar el 10 de enero. Nada. Nada.

La interpretación “correcta” es que un sexenio se empata con el otro, que la juramentación es un “formalismo” –queriéndose decir: necedad--, y que eso de las faltas absolutas o temporales o cosas por el estilo, son puras tretas de la “derecha” para desestabilizar a la revolución, al comandante y al pueblo de Bolívar. ¿O acaso exagero?

Mientras tanto, el señor Chávez, probablemente sometido a un encarnizamiento terapéutico en La Habana, no luce que reúna las condiciones para ocupar la jefatura del Estado, al menos no en los términos en que ello es definido y regulado por la Constitución de 1999.

Pero claro, la regla de oro de una satrapía es que la preservación del poder despótico siempre debe imperar sobre cualquier tipo de institución formal. O dicho en mejor criollo: continuismo mata constitución. En especial, cuando los conflictos endógenos de la satrapía ponen en riesgo, por ejemplo, decisiones sucesorales.

Porque ojo, uno de los motivos principales para esta nueva y enésima voladura de la Constitución, es que Cabello no se llegue a sentar en la silla de Miraflores, no sea que después no quiera entregarla a más nadie. En rigor le tocaría asumir el 10-E pero, abrazos aparte, ése sería el escenario más gravoso para el formato sucesoral ya anunciado y en marcha.

En toda esta tragedia de la República, abajada a republiqueta por obra de la llamada “revolución bolivarista, lo único que le importa a la cofradía que usufructa el poder y la renta petrolera es seguir haciéndolo, y en eso van hermanados los castristas y los jerarcas chavistas, se vistan de rojo o de verdeoliva.

No extraña entonces que el respeto a la Constitución –y por cierto una aparatosa Constitución, sea un mero “formalismo” en comparación con la necesidad de quedarse en el mando.

Y ese tribalismo de montonera, fondeado por los billonarios petrodólares, ha sumido a nuestra República en una situación de postración, con creciente pérdida de conciencia, con asfixia política y económica, y con un pronóstico de agravamiento, mientras la satrapía siga haciendo de las suyas.

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