Por Laureano Márquez agosto
9, 2013
Los venezolanos de este tiempo
requerimos aumentar la autoestima. Los habitantes de esta aventura que otro
Simón propició necesitamos con urgencia reconciliarnos con las cosas buenas que
han pasado en nuestra historia, para sentir que valemos la pena, que tenemos
sentido, que somos mucho más que descalificación y agresión de nosotros mismos,
que hay puntos de encuentro en una venezolanidad que puede unirnos mas allá de
las diferencias reales o supuestas. Necesitamos recordar, recor- darnos en lo
que fuimos más allá de la coyuntura actual. No olvidar que en esta tierra se
han escrito obras literarias que han trascendido nuestras fronteras; que
tenemos poetas magníficos, premios Príncipe de Asturias; pintores maravillosos,
reconocidos mundialmente; que nuestros profesionales y técnicos hicieron alguna
vez el Guri, el teleférico más largo y alto del mundo, autopistas y puentes que
salían en las portadas de revistas extranjeras como emblema de avance y
modernidad; que el bisturí de diamante es invento de un compatriota, que
Jacinto Convit sigue trabajando y también Cruz Diez, cuyos noventa se
aproximan; que tenemos una Universidad Central de Venezuela, que es patrimonio
de la Humanidad, aunque no lo sea de nosotros; que jóvenes físicos venezolanos
están trabajando en el proyecto de la partícula de Dios en Europa, pero que se
vendrían gustosos a Venezuela a ganar en bolívares y a dar su aporte aquí si se
les solicitara; que tenemos músicos de primerísima categoría, reconocidos
mundialmente como el gran Dudamel, que acaba de ser ovacionado en Salzburgo,
(en la ciudad natal de Mozart, algo deben saber de música clásica) y en el
terreno de la música popular a un hombre sencillo, cuyos temas también hacen
que los venezolanos seamos reconocidos en el mundo por algo más que petróleo,
nuestro querido Simón Díaz, que ha cabalgado el planeta con su caballo viejo.
Simón cumple 85 años en medio del
afecto de su pueblo, más allá de todas las divisiones que la intolerancia
impone. Es uno de esos raros consensos que los venezolanos tenemos en estos
tiempos. Para decirlo llaneramente, Simón es como el mastranto que perfuma
nuestra historia, es de las cosas bonitas que nos han pasado en el devenir del
tiempo y cuya sola existencia nos hace mejores. Pero más allá de su talento y
su música, Simón representa una manera de ser venezolano, de surgir y salir
adelante a punta de trabajo honesto y sostenido, es expresión de nuestra gracia
para las cosas, esa gracia salvadora que atenúa pobrezas y dolores viejos para
ayudarnos a sobrellevar las durezas de la vida. Simón suena a Venezuela y
también a independencia. Simón nos hace sentir orgullosos de ser venezolanos.
Simón, dolorosamente, padece un mal
que desdibuja su memoria y sus recuerdos, pero la providencia ha querido
recompensar esta pequeña deficiencia haciéndole perdurar en el recuerdo y el
cariño de su pueblo, en la memoria de todos, la verdadera y única memoria.
Feliz cumpleaños, Tío Simón.
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