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miércoles, 14 de agosto de 2013

GUERRA Y PAZ

Américo Martín  Aug 9th, 2013
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin 

I

El diálogo siempre es importante,  sobre todo para quienes están en guerra o quisieran estarlo. Kissinger y Le Duc Tho lograron, mediante el diálogo, ponerle fin a la carnicería de Vietnam y le dieron una hermosa oportunidad a la paz, la fecunda paz. Hoy en día, en testimonio de cuán más noble es el diálogo que la guerra, hay muy buenas relaciones entre ambos países. Enterraron y honraron a sus respectivos muertos, pero reconstruyeron unas relaciones de altísima entidad. Nixon y Chou en lai evitaron el choque terminal entre China y EEUU, demostraron la inutilidad de la guerra, se reencontraron en el marco de la paz y hoy son las dos primeras potencias del mundo.
Invoco, entre cientos, esos dos notorios ejemplos para analizar las posibilidades del diálogo en nuestro dividido y encanallado país.

La tesis oficial, ya lo sabemos, es la de considerar pecaminoso, delictual, contrarrevolucionario y antinacional conversar con “el enemigo”. En forma confesa el partido de gobierno se vanagloria de la división del país. En momentos de exaltación su caudillo rechazaba el diálogo. “No puede haberlo con la burguesía y sus partidos”. De esa manera sentíase presidente solo de sus incondicionales. El resto debería ser extirpado. Pero como el resto es –para decirlo rápido- la mitad del país y probablemente más, semejante política se volvía contra su autor, cuyo poder se auto decapitaba exactamente por la raya del medio.

II

En un país estable, de economía sana, calidad de vida aceptable y sin problemas de gubernabilidad, esos caprichos divisionistas, esas bravuconadas necias y desconsideradas contra sus propios compatriotas no pondrían en grave peligro al país.

Pero no hay nadie que no sepa del desastroso estado en que se encuentra Venezuela por el demencial proceso bolivariano. El BCV y otras agencias del gobierno ya no pueden “afeitar” las terribles cifras del descalabro. Ningún país de nuestro hemisferio –con recursos fiscales y de divisas muy inferiores a los de Venezuela- corre el riesgo de ser triturado por la doble coyunda inflacionaria-recesionista que se está cerrando sobre nuestro cuello. Dos cifras permiten medir la profundidad del fracaso. Un crecimiento pronosticado para el cierre de este año entre 0.7 y 1%, y una inflación de alrededor de 50% y de 60 en el área decisiva de los alimentos. El peor crecimiento (o decrecimiento) del PIB y la más alta tasa inflacionaria en toda la extensión del Continente americano. Ni los países de más bajos ingresos fiscales están en el borde de la estangflación (combinación de inflación y recesión) como lo está insólitamente Venezuela. El fracaso de esta revolución no tiene nombre. El gobierno de Maduro es indefendible.

El gobierno está aislado por su discurso y más aislado por su política, en todos los estamentos sociales. ¿Cuál sería el camino más recomendable para un gobierno tan inestable y combatido por capas y capas crecientes de ciudadanos descontentos? Hasta el más bruto sabría responder: lo aconsejable es dialogar con todas las fuerzas políticas y  sociales.

¿Habrá alguno de la cumbre del poder que se haya percatado de eso? Seguramente habrá más de uno, pero el siniestro clima interno, el largo y absurdo prejuicio contra la oposición, la reiterada mentira del golpe, los saboteadores y los magnicidas, todo eso los inhibe. No se han atrevido hasta ahora a sugerir aperturas. Solo uno lo ha hecho, lo acaba de hacer: José Vicente Rangel. No es la primera vez, pero sus ofertas de diálogo no se han mantenido ni menos materializado, o se contaminan cuando el hombre siente que se ha salido por mucho rato del libreto y se da a denunciar golpes que desaparecen tan rápido como aparecen.

III

No puedo rechazar llamados a dialogar. Cualquiera que sea la intención subyacente en esta propuesta, debe merecer una favorable respuesta de la oposición. Favorable, he dicho, porque es mucho lo que arriesga Venezuela si se profundiza la violencia. Al tiempo que aparece en sus labios la mágica palabra, José Vicente vuelve a la desquiciada fantasía de los aviones comprados por la oposición para bombardear posiciones del gobierno de Maduro. Es verdad, ya no dice que fueran 18. Los ha reducido a cinco, con una particularidad: la conspiración no sería de la MUD o de la oposición, sino de “factores de la derecha”

Peores por supuesto, Diosdado y el propio Maduro, pero se comprende: la espiral de epítetos, acusaciones y atentados como el que descargaron contra el diputado Mardo, reflejarían la supuesta lucha entre los dos. La desconfiada militancia los observa.

El problema es que la matonería guerrerista se decanta en niveles inferiores, haciéndola más difícil de desmontar. Leo la denuncia de la Federación Nacional de Padres y Representantes (Fenasopadres) a propósito de la demanda contra la Resolución 058 del Ministerio de Educación (MPPE) que crea los arbitrarios Consejos Educativos y debilita las sociedades de padres en las escuelas.

Enardecida por la masiva protesta de los padres y el recurso de nulidad ante el TSJ,  la representante del Ministerio Público, deshecha, sudorosa, destilando odio, clamó:

-      ¡No se debe educar para la paz! (¡sic!)

-      ¡A nuestros niños, niñas y adolescentes hay que formarlos más allá de la paz! (¡sic!)

-      ¡Tienen que saber que estamos en guerra! (¡sic!)

Aliento a quienes en las filas de este zarandeado gobierno tengan el valor de proponer el diálogo. Si pueden avanzar en esa dirección, la respuesta opositora será favorable.

Pero, diablos, no les va a resultar fácil imponerse a la grita  fundamentalista. Nada fácil


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