Américo Martín Aug 9th,
2013
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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I
El diálogo siempre es
importante, sobre todo para quienes están en guerra o quisieran estarlo.
Kissinger y Le Duc Tho lograron, mediante el diálogo, ponerle fin a la
carnicería de Vietnam y le dieron una hermosa oportunidad a la paz, la fecunda
paz. Hoy en día, en testimonio de cuán más noble es el diálogo que la guerra,
hay muy buenas relaciones entre ambos países. Enterraron y honraron a sus
respectivos muertos, pero reconstruyeron unas relaciones de altísima entidad.
Nixon y Chou en lai evitaron el choque terminal entre China y EEUU, demostraron
la inutilidad de la guerra, se reencontraron en el marco de la paz y hoy son
las dos primeras potencias del mundo.
Invoco, entre cientos, esos dos
notorios ejemplos para analizar las posibilidades del diálogo en nuestro dividido
y encanallado país.
La tesis oficial, ya lo sabemos, es la
de considerar pecaminoso, delictual, contrarrevolucionario y antinacional
conversar con “el enemigo”. En forma confesa el partido de gobierno se
vanagloria de la división del país. En momentos de exaltación su caudillo
rechazaba el diálogo. “No puede haberlo con la burguesía y sus partidos”. De
esa manera sentíase presidente solo de sus incondicionales. El resto debería
ser extirpado. Pero como el resto es –para decirlo rápido- la mitad del país y
probablemente más, semejante política se volvía contra su autor, cuyo poder se
auto decapitaba exactamente por la raya del medio.
II
En un país estable, de economía sana,
calidad de vida aceptable y sin problemas de gubernabilidad, esos caprichos
divisionistas, esas bravuconadas necias y desconsideradas contra sus propios
compatriotas no pondrían en grave peligro al país.
Pero no hay nadie que no sepa del
desastroso estado en que se encuentra Venezuela por el demencial proceso
bolivariano. El BCV y otras agencias del gobierno ya no pueden “afeitar” las
terribles cifras del descalabro. Ningún país de nuestro hemisferio –con
recursos fiscales y de divisas muy inferiores a los de Venezuela- corre el
riesgo de ser triturado por la doble coyunda inflacionaria-recesionista que se
está cerrando sobre nuestro cuello. Dos cifras permiten medir la profundidad
del fracaso. Un crecimiento pronosticado para el cierre de este año entre 0.7 y
1%, y una inflación de alrededor de 50% y de 60 en el área decisiva de los
alimentos. El peor crecimiento (o decrecimiento) del PIB y la más alta tasa
inflacionaria en toda la extensión del Continente americano. Ni los países de
más bajos ingresos fiscales están en el borde de la estangflación (combinación
de inflación y recesión) como lo está insólitamente Venezuela. El fracaso de
esta revolución no tiene nombre. El gobierno de Maduro es indefendible.
El gobierno está aislado por su
discurso y más aislado por su política, en todos los estamentos sociales. ¿Cuál
sería el camino más recomendable para un gobierno tan inestable y combatido por
capas y capas crecientes de ciudadanos descontentos? Hasta el más bruto sabría
responder: lo aconsejable es dialogar con todas las fuerzas políticas y
sociales.
¿Habrá alguno de la cumbre del poder
que se haya percatado de eso? Seguramente habrá más de uno, pero el siniestro
clima interno, el largo y absurdo prejuicio contra la oposición, la reiterada
mentira del golpe, los saboteadores y los magnicidas, todo eso los inhibe. No
se han atrevido hasta ahora a sugerir aperturas. Solo uno lo ha hecho, lo acaba
de hacer: José Vicente Rangel. No es la primera vez, pero sus ofertas de
diálogo no se han mantenido ni menos materializado, o se contaminan cuando el
hombre siente que se ha salido por mucho rato del libreto y se da a denunciar
golpes que desaparecen tan rápido como aparecen.
III
No puedo rechazar llamados a dialogar.
Cualquiera que sea la intención subyacente en esta propuesta, debe merecer una
favorable respuesta de la oposición. Favorable, he dicho, porque es mucho lo que
arriesga Venezuela si se profundiza la violencia. Al tiempo que aparece en sus
labios la mágica palabra, José Vicente vuelve a la desquiciada fantasía de los
aviones comprados por la oposición para bombardear posiciones del gobierno de
Maduro. Es verdad, ya no dice que fueran 18. Los ha reducido a cinco, con una
particularidad: la conspiración no sería de la MUD o de la oposición, sino de
“factores de la derecha”
Peores por supuesto, Diosdado y el
propio Maduro, pero se comprende: la espiral de epítetos, acusaciones y
atentados como el que descargaron contra el diputado Mardo, reflejarían la
supuesta lucha entre los dos. La desconfiada militancia los observa.
El problema es que la matonería
guerrerista se decanta en niveles inferiores, haciéndola más difícil de
desmontar. Leo la denuncia de la Federación Nacional de Padres y Representantes
(Fenasopadres) a propósito de la demanda contra la Resolución 058 del
Ministerio de Educación (MPPE) que crea los arbitrarios Consejos Educativos y
debilita las sociedades de padres en las escuelas.
Enardecida por la masiva protesta de
los padres y el recurso de nulidad ante el TSJ, la representante del
Ministerio Público, deshecha, sudorosa, destilando odio, clamó:
- ¡No se
debe educar para la paz! (¡sic!)
- ¡A
nuestros niños, niñas y adolescentes hay que formarlos más allá de la paz!
(¡sic!)
-
¡Tienen que saber que estamos en guerra! (¡sic!)
Aliento a quienes en las filas de este
zarandeado gobierno tengan el valor de proponer el diálogo. Si pueden avanzar
en esa dirección, la respuesta opositora será favorable.
Pero, diablos, no les va a resultar
fácil imponerse a la grita fundamentalista. Nada fácil
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