Por Maximo Flint, 4/08/2013
Por más
democracia:
En el mundo de
comunicaciones instantáneas que hoy disfrutamos, ver los parecidos entre los
eventos políticos de países que parecen lejanos es cada vez más fácil. Por eso
insistimos en mirar a los acontecimientos en Egipto y otros países, que nos
permiten aprender “en cabeza ajena” sobre nuestro propio presente y los futuros
posibles.
El artículo que
sigue, publicado por Daron Acemoglu y James A. Robinson en Foreign Policy el 5
de Agosto de 2013, es otro ejemplo llamativo de las lecciones que podemos aprender
de Egipto.
La serpiente que se devora a sí misma
Porqué los golpes generan golpes que generan golpes...
Publicado por Daron Acemoglu y James A. Robinson en Foreign
Policy el 5 de Agosto de 2013.
El sistema político turco –intentando forjar una síntesis entre
unas fuerzas armadas fuertes y políticamente activas, la élite más acomodada,
educada (y a menudo burocrática) y la mayoría empobrecida, conservadora y
musulmana- solía ser promocionado como un modelo a seguir para el resto del
Medio Oriente. Las manifestaciones recientes contra el gobierno del presidente
Recep Tayyip Erdogan han dado a entender que la democracia turca es mucho más
frágil, y en muchas formas más superficial, que lo que muchos sospechaban. Pero
a pesar de los eventos recientes, todavía hay lecciones importantes de la
historia turca para el resto de la región –particularmente para Egipto.
Los problemas de la democracia turca en los últimos 70 años, y
el impasse actual creado por la actitud de línea dura del gobierno hacia los
manifestantes pacíficos, reflejan una polarización muy arraigada en la
sociedad, que se ha desarrollado durante décadas. Pero también ha sido
explotada por facciones rivales y caudillos cuando pensaron que la polarización
podía serles políticamente útil.
La polarización de Turquía, así como la de Egipto, a menudo la
pintan desde el exterior como un choque entre los liberales occidentalizantes y
las élites por una parte, y las masas tradicionales y religiosas. Esta imagen
es sólo parcialmente verdadera –y principalmente engañosa. El conflicto
esencial en ambos países debería verse enraizado en desigualdades políticas,
sociales y económicas.
El gran economista Simon Kuznets argumentó que las etapas
tempranas del desarrollo económico deben necesariamente estar asociadas con un
aumento en la desigualdad. La modernización económica y social de hecho a
creado profundos abismos en muchas sociedades en América Latina, Asia y el
Medio Oriente. Pero no hay nada natural en estas desigualdades. Más bien, ellas
reflejan el hecho de que las oportunidades están distribuidas muy
desigualmente, particularmente en los tempranos días del desarrollo, a menudo
abiertas sólo a aquellos que ya controlan el poder político, u ocupan posiciones
de privilegio en la sociedad.
La injusticia de este proceso de desarrollo, así como el sentido
de injusticia que genera que a menudo excede la realidad, yace bajo la
tendencia a la polarización en estas sociedades.
A pesar de que las líneas de falla en estos países se centran en
el abismo entre los que tienen y los que no tienen, la consiguiente
polarización toma diversas apariencias. En muchas partes de América Latina los
que quedan rezagados, sin poder político ni oportunidad económica, son a menudo
comunidades indígenas o mestizas, que sienten agudamente la injusticia de este
proceso de desarrollo atrofiado. Ellos son los que no tienen acceso a la
educación, a la salud pública, a las carreteras o a una voz política. No
sorprende que sean ellos los que asocien a la modernización con su situación
difícil, y se agrupen en torno a líderes populistas como Nicolás Maduro en
Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en el Ecuador.
En Egipto y Turquía los rezagados a menudo son los millones que
viven en las ciudades provinciales y el campo o han emigrado recientemente de
allí. Estos grupos son la base islamista, pero aún cuando la defensa de la
religión y la tradición se vuelven sus consignas, cabría preguntarse cuánto de
sus reclamos se remonta a la exclusión política, social y económica. El
principal problema que enfrenta la democracia en muchas sociedades,
particularmente en Turquía y Egipto, es conciliar estas divisiones mientras
crea un sistema político y una economía más inclusivos.
Allí es donde Turquía ha fracasado muchas veces en su historia,
y Egipto debería haber prestado atención a esas lecciones. Por desgracia,
Egipto está siguiendo la misma senda peligrosa.
¿Demasiado dramático? Veamos los hechos.
Como en Egipto, la primera transición a una verdadera democracia
multi-partido en Turquía fue un proceso doloroso, que no llegó hasta 1946, con
la fundación del Partido Demócrata (PD), un partido conservador favorable a los
empresarios, que deseaba apartarse del enfoque piramidal de las fuerzas armadas
y las élites burocráticas y dirigirse a las prioridades de las masas. Dos
experimentos sin entusiasmo anteriores con una democracia multi-partido
controlada fueron truncados por Mustafa Kemal Atatürk, cuando resultó que la
oposición leal atrajo mucho más apoyo que el que podía tolerarse.
En 1950, para gran decepción y temor de los militares y las
élites del estado, el PD, conducido por su líder Adnan Menderes, llegó al poder
con una victoria aplastante en las elecciones. Quizás inevitablemente, dado que
su base era más pobre, más provinciana, menos educada y más religiosa, su
retórica era populista y teñida de Islam, amargándole aún más la vida a las
élites estatales.
Pero los líderes del PD, ellos mismos destetados de la política
dentro del partido gobernante antes de 1946, tampoco eran ángeles. La corrupción
era rampante. Lo que es más, una vez que vieron caer su popularidad, adoptaron
completo el manual de sus rivales y le subieron el volumen a la represión. Los
periódicos empezaron a salir con grandes columnas en blanco, donde habrían
estado los artículos censurados a último momento.
Entonces, en Mayo de 1960, vino un golpe militar, ampliamente
apoyado por la burocracia, las élites intelectuales y los “liberales” turcos
supuestamente pro-democracia. El entusiasmo era palpable: los militares estaban
salvando a la democracia del PD y de Adnan Menderes, arrebatándole el poder a
las masas consideradas demasiado inmaduras para la democracia o la política, y
colocando el poder firmemente en las manos de los más cultos. Las fuerzas
armadas se movieron rápidamente para llevar a la horca a tres de los líderes
del PD –incluyendo al mismo Adnan Menderes.
Envalentonados por la experiencia, los militares intervendrían
tres veces más en la política turca en los siguientes 40 años, profundizando la
polarización de la sociedad entre las élites y el resto en ese proceso.
Hoy todavía se ven los ecos de esta polarización. Las protestas
pacíficas en todo el país se enfrentan con la brutal represión de la policía y
la actitud intransigente de Erdogan y su partido gobernante AKP, con todo el
apoyo de sus leales partidarios. Ellos ven las protestas como otro intento más
de las élites educadas, seculares y pro-militares de conservar el poder. Esto
es algo comprensible dado que –apenas en Abril de 2007- los militares, apoyados
por esas élites y el tribunal constitucional, trataron de derrocar al AKP y
cerrarlo (el gobierno no renunció, al tribunal constitucional se le enfriaron
los pies a último momento y el AKP y su gobierno sobrevivieron).
¿Qué habría pasado en la política turca sin el golpe militar de
1960? Quizás Menderes y otras élites del PD hubieran dañado irreparablemente la
economía o de algún modo arreado a la sociedad a la sumisión total antes de la
siguiente elección, estableciendo eficazmente su propia dictadura. Pero esto
parece poco probable. Mas bien, los habrían sacado a patadas del poder en la
siguiente elección, cementando la reputación de la democracia turca.
Mirando a través de este cristal, la situación en Egipto es
bastante parecida. Igual que el PD en Turquía, una vez que llegaron al poder,
los Hermanos Musulmanes abandonaron todo el barniz conciliador, en busca de
compromisos, que proyectaban antes de las elecciones. Y con toda seguridad,
Mohamed Morsi comenzó a volverse autoritario, intentando poner a su gente en
posiciones de poder dentro de la burocracia del estado. Y sí, de nuevo como en
Turquía hacia el final del gobierno del PD, la economía estaba enferma.
Entonces, ¿qué habría pasado sin el golpe que tuvo lugar el 3 de
Julio de 2013, que sacó ignominiosamente a patadas a Morsi del poder y lo llevó
a una cárcel militar?
De nuevo, nadie sabe. Es posible que la economía hubiese sido
dañada tan profundamente que estallaran protestas aún mayores y más violentas.
Los Hermanos Musulmanes podrían haber tomado las arterias del poder tan
completamente que hubiesen podido establecer su propia dictadura, bloqueando
eficazmente cualquier camino temporalmente abierto hacia una democracia
verdaderamente incluyente, donde el poder se compartiese pluralistamente en vez
de ser empuñado sin ningún compromiso por quien se encontrase en el poder en
ese momento.
Pero este escenario parece tan poco probable como el de que el
PD en Turquía estableciese su propia dictadura frente a una oposición fuerte,
movilizada. Ya había un fuerte descontento con Morsi y su gobierno,
testimoniado por más de 22 millones de firmas solicitando su renuncia antes de
que tuviera lugar el golpe. Con este nivel de oposición en una sociedad ya
movilizada, ¿podrían realmente los Hermanos Musulmanes establecer su propia
dictadura antes de la siguiente elección?
Igual que en Turquía en 1960, lo que realmente le hacía falta a
Egipto era que los que habían llegado al poder por primera vez perdieran una
elección. No porque el otro lado no pudiese soportar la idea de que aquellos
que habían sido vistos como ciudadanos de segunda clase durante tanto tiempo se
sentaran en el palacio presidencial, sino simplemente porque no estaban
gobernando bien. Porque simplemente perdieron el apoyo de la gente común y
tenían que irse del mismo modo que vinieron, a través de elecciones.
Igual que en Turquía, Egipto necesitaba garantías a ambos lados
de que la política puede ser incluyente, con cada segmento de la sociedad, sin
importar el credo, la religión, género y estatus social, compartiendo el poder.
En cambio, en la primera hora del reto democrático, Turquía obtuvo la pesada
bota de los soldados, no sólo aplastando su floreciente democracia sino
manchando a sus intelectuales y sus élites en el hecho. Igual pasó en Egipto.
El fracaso de las élites turcas en tolerar la inclusión de
grandes segmentos de la población en el sistema político y la violencia
desenfrenada que ejercieron sobre líderes políticos que no eran de su gusto,
polarizó más a la sociedad y endureció a los que quedaron fuera del poder. Dejó
a los que les negaron una silla en la mesa política sin verdadera convicción en
la política democrática. Lo mismo está pasando en Egipto.
No hay una solución fácil, pues la espiral se alimenta a sí
misma. Pero muchos países han mostrado cómo se la puede romper desarrollando e
institucionalizando un equilibrio del poder en la política, en lugar de vivir
simplemente con la dominación de un grupo sobre el resto de la sociedad. Sin
embargo, este es un proceso lento, que no es probable que despegue pronto en
ninguno de los dos países.
Un cambio más rápido puede venir de líderes con visión y coraje,
como lo ejemplifican los esfuerzos incansables de Nelson Mandela para cerrar el
enorme abismo entre los negros y los blancos en Suráfrica. Sus gestos para
construir una “nación arcoíris” multirracial e incluyente llegaron a la cima
cuando vistió la camisa del equipo de rugby, los Springboks, asociado
tradicionalmente con el estado racista de apartheid y represión contra los
negros, dando una señal a los que estaban fuera del gobierno que ellos todavía
estaban, y continuarían estando, incluidos en el poder –sus voces serían
escuchadas, sus derechos serían respetados.
Por desgracia, nadie en Turquía o en Egipto ha mostrado ni la
mitad de ese coraje. Pero todavía podemos esperar con optimismo, consolándonos
con que romper la espiral de la polarización requiere paciencia.
Traducción libre
Maximo Flint
@flintmax
Para leer Parte 2:
http://www.aperturaven.blogspot.com/2013/08/la-historia-de-nuestro-improbable_8.html
Para leer Parte 1:
http://aperturaven.blogspot.com/2013/08/la-historia-de-nuestro-improbable.html
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