Por Luis Vicente León 14 de Agosto, 2013
Es necesario analizar por qué el
debate en la Asamblea Nacional, tal como quedó demostrado en la sesión de ayer,
es llevado por las filas del PSUV hacia una radicalización que ya excede el
plano de las denuncias sobre corrupción —infundadas o no— y apunta hacia lo
individual y los espacios de la reputación personal de sus adversarios
políticos.
El primer elemento que debe
considerarse es que, dentro del modelo bipolar de radicalización política y
moderación económica que ya hemos comentado en artículos anteriores, al
gobierno de Nicolás Maduro le ha resultado muy difícil conseguir algún éxito en
el marco de lo económico. La mayoría de las decisiones, que ya resultan
urgentes en ese plano, son poco populares y representarían un costo político
específico que tiene que pagar. ¿Pero qué pasa si no quieres pagarlo —o no
puedes—, porque tu capital es estrecho y está amenazado por unas elecciones
municipales que han adquirido un nivel de plebiscito en la opinión pública?
Pues que el margen de maniobra disminuye considerablemente y debes distraer la
atención del electorado.
El gobierno no ha tenido las
bolas de avanzar en la apertura del mercado cambiario, las
negociaciones para sincerar los precios y la solución del pasmo en el que se
encuentran las empresas expropiadas en estos últimos 14 años. El miedo a
los costos políticos le ha dejado preso de medidas populistas tradicionales que
podrían maquillar la crisis durante la campaña. Es más fácil quemar las
reservas internacionales, el flujo de caja petrolero y asumir más deuda para
crear una ilusión de bienestar con dólares regalados de CADIVI, antes que ser
serios en un programa de ajuste que atienda el fondo del asunto en medio de la campaña
electoral. Pero el populismo económico no es suficiente. Tiene que apelar
también al show político mediático, basado en la radicalización extrema contra
el adversario, con dos objetivos claros.
El primero es generar la idea de que
el gobierno de Maduro es fuerte, haciendo ver que está dispuesto a destruir al
adversario, neutralizar a los contrincantes futuros y atemorizar a los posibles
financistas de la campaña opositora. ¿Quién se atreve a entregar recursos a una
oposición sometida a un ataque hecho mediante acciones que mezclan referentes
reales, exageraciones y también mentiras? Atemorizar a los proveedores de
recursos y a los políticos es una meta que tiene como blanco a toda la
oposición y a quienes quieran ayudarla.
El segundo objetivo es desprestigiar a
la oposición en la mente de los electores. Piensan conseguirlo haciendo que sus
conectores con ese liderazgo se debiliten: es como una persona que no logra
enamorar a otra por sus propios méritos, así que pasa a destruir la reputación
de su contrincante. Y como el apoyo electoral de la oposición en las pasadas
elecciones les resulta peligroso, deciden señalar hacia el otro lado diciendo
“Mira de qué malandro te estás enamorando”.
Pero tomar la bandera de corrupción no
es suficiente. El venezolano está acostumbrado a convivir con ella. El
electorado presume que hay casos de corrupción y malversación verdaderos en lo
público y en lo privado, en el gobierno y en la oposición, en todas partes. Más
aún: sabe que la mayor corrupción sólo la pueden llevar a cabo quienes
controlan el poder y que ellos son quienes afectan abiertamente al pueblo, algo
que contraviene los objetivos mencionados. Y así es como llegamos a este nivel
de debate sobre temas personales y privados.
La lucha contra la corrupción deja de
parecer una acción de gobierno y se convierte en una excusa para atacar
uno de los puntos negros que podría tener algún adversario
político, pero además se exagera y se “enriquece” con referentes creados y
manipulados, contando una historia que el PSUV espera que cuele gracias al
morbo de una población que es desconfiada por naturaleza. Entonces muestran y
construyen elementos que luego son amplificados bajo la premisa del “habla mal
que algo queda”, un elemento estratégico que ya habían usado en campaña,
mezclado con el escarnio moral.
En política, resolver los problemas de
la gente y construir un modelo exitoso es más difícil que desprestigiar al
contendor y ganar votos por contraste. Llegan incluso a la contradicción de
articular ideas que pueden leerse como nosotros no somos homofóbicos,
pero este tipo es un maricón. El tema de la prostitución y las drogas es
utilizado como vehículo para desembocar en la acción final: utilizar el recurso
bastante primitivo del tema homosexual para desprestigiar a un sector político,
con la intención de incidir en una sociedad que ellos perciben como
conservadora. Un evento como el de ayer sería un escándalo político en
cualquier democracia contemporánea.
Pero esto también pone en evidencia el
miedo a una fuerza electoral que ya se ha mostrado como, al menos, del mismo
tamaño que la suya. Por eso toman estas acciones: porque creen que el elemento
de la homosexualidad contribuye a romper la conexión de la oposición con la
gente, así como ya antes han aprovechado elementos como que Henrique Capriles
no es casado para generar la percepción de que el líder opositor es gay, lo
que, por cierto, es un tanto contradictorio con las acusaciones de uso de
prostitución convencional que también le endilgan.
Es una estrategia que puede resultar
muy costosa para el país en el futuro: estamos hablando de violaciones a la
Constitución y a los Derechos Humanos, así como una muestra de primitivismo
salvaje. Sin embargo, no estoy seguro de que no tenga un impacto político
en una sociedad como ésta. Estas acciones parten, repito, de una confianza que
tienen los estrategas del PSUV en que nuestra sociedad tiene una posición
conservadora e inmadura políticamente… y eso podría ser cierto.
Ya es malo que el debate se haya
radicalizado y tienda al show mediático con la intención de distraer a los
electores de la crisis. Pero es aún peor que se intente utilizar elementos como
la preferencia sexual para fomentar la discriminación, una acción completamente
contradictoria con la búsqueda de la libertad que está plasmada en la
Constitución que el mismo Chávez promovió.
Da tristeza ver ese espectáculo en lo
que debería ser la casa de todo el pueblo. Yo tendería a pensar que a la gente,
bastante empobrecida, le interesa mucho más un debate en la Asamblea Nacional
sobre las bolas que debería tener el gobierno para tomar
decisiones que enfrenten la crisis económica antes que grandes discusiones y
alharacas sobre el trasero de la oposición.
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