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domingo, 4 de octubre de 2015

La soledad de Maduro por @aaalzuru


Por Alexis Alzuru


Que Maduro esté aislado no sorprende a nadie; pues en una época en la cual el conocimiento marca la pauta del reconocimiento social, este jefe de Estado se presenta desprovisto de pensamiento propio. Incluso, los comunistas menos evolucionados consideran obsoletas sus opiniones. Su confusión conceptual alarma al igual que su escasa capacidad reflexiva. De hecho, identifica equidad con igualitarismo; socialismo con racionamiento. Piensa que el gobernarte es el que ordena, no quien escucha; entiende que los consejos que los Castro le dan son para respaldarlo y no para aprovecharse de las riquezas de Venezuela. Además, ya no tiene el dinero para pagar los aplausos de los mandatarios que celebraban sus torpezas. Maduro es un presidente sin ideas y sin chequera.


En el siglo del conocimiento la ignorancia se paga muy cara. Basta ver que a la vuelta de dos años, Maduro arruinó al país y su partido; mientras que en el foro internacional se convirtió en un personaje que sus colegas evitan; no quieren atenderlo ni retratarse con él. Es probable que las contadas reuniones que los Castro aún le conceden no sean otra cosa que la excusa que necesitan para justificar ante Latinoamérica el petróleo y el dinero que se llevan de Venezuela.

El deseo de los Castro por apartarse de Maduro es tan grosero que ahora a los venezolanos les solicitan visa para viajar a ese país; como si alguien quisiera elegirlos como destino turístico o segunda patria. En cualquier caso, el requisito antes que un trámite administrativo es un claro mensaje de distanciamiento de Maduro. A lo mejor, ese aviso incluye alguna advertencia a los funcionarios de su gobierno. Les recuerdan que los compromisos de Cuba con Occidente han variado; por lo cual, en sus bancos no podrían lavar el dinero que algunos se han robado.

Hasta Raúl Castro va en dirección contraria a la de Maduro. Sin embargo, el presidente sigue adelante en su aventura; sobre todo, avanza sin aprender de sus errores. Su trayectoria muestra que está programado para tropezar con la misma piedra indefinidamente. Lo cual no extraña porque él mantiene su mente cerrada ante la realidad, la ciencia y las opiniones de la población. Y si algo las investigaciones han corroborado es que las personas que rechazan confrontar sus interpretaciones con los hechos y evitan la controversia argumentativa se colocan a milímetros de la idiotez.

Porque está entrampado entre sus dogmas Maduro se quedó solo. Ahora bien, que el presidente se encuentre en la ingrimitud no implica que su gobierno lo esté. El Ejecutivo y su sistema institucional son un nodo dentro de una red de poder. Quizá Miraflores no configura el centro donde se toman las decisiones, pero es una de las correas por donde transitan los acuerdos de la élite roja. En particular, es la plataforma que ellos usan para comunicar las directrices que toman a espaldas y en detrimento de los ciudadanos.

Venezuela es administrada por una corporación; algunos de sus actores actúan apegados a derecho, pero existen los de cuello negro: aquellos que desde la oscuridad, el anonimato y la ilegalidad inciden en los asuntos públicos. Lo cierto es que cada uno es una conexión; un punto de esa intersección por donde se hacen valer los intereses y motivaciones de quienes están al frente del Estado. Más allá de las contradicciones, sus sentimientos y diacronías esos jugadores se cubren para mantener el esquema que los beneficia. Esa verdad política no se podría minimizar ni obviar.

Diagnosticar la situación de la república, no conjeturarla, es un requisito clave para concretar la derrota electoral del PSUV. El afán de Maduro por disfrazar los hechos y escucharse a sí mismo en lugar de oír a la gente ha demostrado que es en extremo costoso. A nadie le traerá algún beneficio imitar su desdén por la realidad, la información y el diálogo crítico con amigos y adversarios. 

Quizá, la oposición deba evaluar las causas del destierro de Maduro. Hacerlo ayuda a reducir la arrogancia que proviene del triunfalismo, elimina prejuicios y; sobre todo, permite comprender que por igual chavistas y opositores reclaman soluciones pactadas, estructurales y sin demora. Los venezolanos tienen todo el  derecho de desear y realizar lo que pareciera imposible: una Asamblea con una mayoría tan plural y favorable al cambio como para negociar de una vez la transformación de la nación y, además, la sustitución del clan Maduro-Cabello.

03-10-15




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