Por Alexis Alzuru
Que Maduro esté aislado no
sorprende a nadie; pues en una época en la cual el conocimiento marca la pauta
del reconocimiento social, este jefe de Estado se presenta desprovisto de pensamiento
propio. Incluso, los comunistas menos evolucionados consideran obsoletas sus
opiniones. Su confusión conceptual alarma al igual que su escasa capacidad
reflexiva. De hecho, identifica equidad con igualitarismo; socialismo con
racionamiento. Piensa que el gobernarte es el que ordena, no quien escucha;
entiende que los consejos que los Castro le dan son para respaldarlo y no para
aprovecharse de las riquezas de Venezuela. Además, ya no tiene el dinero para
pagar los aplausos de los mandatarios que celebraban sus torpezas. Maduro es un
presidente sin ideas y sin chequera.
En el siglo del conocimiento
la ignorancia se paga muy cara. Basta ver que a la vuelta de dos años, Maduro
arruinó al país y su partido; mientras que en el foro internacional se convirtió
en un personaje que sus colegas evitan; no quieren atenderlo ni retratarse con
él. Es probable que las contadas reuniones que los Castro aún le conceden no
sean otra cosa que la excusa que necesitan para justificar ante Latinoamérica
el petróleo y el dinero que se llevan de Venezuela.
El deseo de los Castro por
apartarse de Maduro es tan grosero que ahora a los venezolanos les solicitan
visa para viajar a ese país; como si alguien quisiera elegirlos como destino
turístico o segunda patria. En cualquier caso, el requisito antes que un
trámite administrativo es un claro mensaje de distanciamiento de Maduro. A lo
mejor, ese aviso incluye alguna advertencia a los funcionarios de su gobierno.
Les recuerdan que los compromisos de Cuba con Occidente han variado; por lo
cual, en sus bancos no podrían lavar el dinero que algunos se han robado.
Hasta Raúl Castro va en
dirección contraria a la de Maduro. Sin embargo, el presidente sigue adelante
en su aventura; sobre todo, avanza sin aprender de sus errores. Su trayectoria
muestra que está programado para tropezar con la misma piedra indefinidamente.
Lo cual no extraña porque él mantiene su mente cerrada ante la realidad, la
ciencia y las opiniones de la población. Y si algo las investigaciones han
corroborado es que las personas que rechazan confrontar sus interpretaciones
con los hechos y evitan la controversia argumentativa se colocan a milímetros
de la idiotez.
Porque está entrampado entre
sus dogmas Maduro se quedó solo. Ahora bien, que el presidente se encuentre en
la ingrimitud no implica que su gobierno lo esté. El Ejecutivo y su sistema
institucional son un nodo dentro de una red de poder. Quizá Miraflores no
configura el centro donde se toman las decisiones, pero es una de las correas
por donde transitan los acuerdos de la élite roja. En particular, es la
plataforma que ellos usan para comunicar las directrices que toman a espaldas y
en detrimento de los ciudadanos.
Venezuela es administrada
por una corporación; algunos de sus actores actúan apegados a derecho, pero
existen los de cuello negro: aquellos que desde la oscuridad, el anonimato y la
ilegalidad inciden en los asuntos públicos. Lo cierto es que cada uno es una
conexión; un punto de esa intersección por donde se hacen valer los intereses y
motivaciones de quienes están al frente del Estado. Más allá de las
contradicciones, sus sentimientos y diacronías esos jugadores se cubren para
mantener el esquema que los beneficia. Esa verdad política no se podría
minimizar ni obviar.
Diagnosticar la situación de
la república, no conjeturarla, es un requisito clave para concretar la derrota
electoral del PSUV. El afán de Maduro por disfrazar los hechos y escucharse a
sí mismo en lugar de oír a la gente ha demostrado que es en extremo costoso. A
nadie le traerá algún beneficio imitar su desdén por la realidad, la
información y el diálogo crítico con amigos y adversarios.
Quizá, la oposición
deba evaluar las causas del destierro de Maduro. Hacerlo ayuda a reducir la
arrogancia que proviene del triunfalismo, elimina prejuicios y; sobre todo,
permite comprender que por igual chavistas y opositores reclaman soluciones
pactadas, estructurales y sin demora. Los venezolanos tienen todo el
derecho de desear y realizar lo que pareciera imposible: una Asamblea con una mayoría
tan plural y favorable al cambio como para negociar de una vez la
transformación de la nación y, además, la sustitución del clan Maduro-Cabello.
03-10-15
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico