Por José Guerra
Aunque muchos podrán pensar
que una tasa anualizada de 180% es baja, pues en su experiencia personal
“sienten” que la inflación es mucho mayor, la cifra de por si es dramática. Si
consideramos esa mitad de la masa asalariada que percibe la remuneración
mínima, habría que aumentarles hoy el salario mínimo a 11.880 bolívares
mensuales, nada más para mantenerles el mismo poder de compra de hace un año.
Pero esa cuenta no es del todo justa, pues ya 2014 fue un año maluco. Si por el
contrario tomamos como referencia el 2012, el último año en que la clase
trabajadora tuvo un respirito, habría que aumentar hoy el salario mínimo a
14.017 bolívares mensuales para devolverles el poder de compra que disfrutaron
en septiembre de 2012. Visto desde otro ángulo, con el salario mínimo vigente
de 7.421 bolívares solo se puede comprar dos tercios de lo que se compraba con
el salario mínimo de hace un año y apenas la mitad (¡la mitad!) de lo que se
compraba con el de hace justo tres años. Eso es lo que se llama un salario de
hambre.
Si miramos el dato mensual,
la lectura no es menos dramática. Se trata del mayor incremento mensual del
impuesto inflación de nuestra historia. Solo en marzo de 1989 el Índice de
Precios al Consumidor ha mostrado un incremento mensual mayor (21%) pero para
nada es una situación comparable. Aquello fue una corrección de precios
relativos como parte de un ajuste brusco orientado a destrabar el aparato
productivo que, sin olvidarnos del enorme descontento popular generado, resultó
en un rápido retorno de la inflación a un dígito en los meses subsiguientes y
en una reactivación del crecimiento económico. Muy por el contrario, este
incremento de precios de 17% en un mes obedece a una impresión descontrolada de
dinero para tapar el hueco fiscal y no se espera que en el futuro próximo la
inflación mensual baje de los dos dígitos, ni que el aparato productivo se
recupere. Por ello reitero que estamos frente al mayor incremento mensual del
impuesto inflación.
Ese es un punto que no
debemos perder de vista: la inflación que padecemos hoy en Venezuela es
fundamentalmente un problema fiscal. Por un lado, la Asamblea Nacional abandonó
olímpicamente su obligación de formular el presupuesto nacional y ejercer control
sobre la ejecución del gasto público y, por otra parte, el Seniat se declaró
incompetente para gestionar un esquema de tributos justo y eficiente y, en su
lugar, le pasó la batuta a un Directorio del BCV que no tiene empacho en violar
la disposición constitucional que prohíbe expresamente el financiamiento
monetario del déficit fiscal. Allá ellos y sus responsabilidades penales y
administrativas, lo central es que aquí hay que retomar un mínimo de sensatez
en lo económico si se quiere un transición política ordenada. Resulta claro que
el Ejecutivo no tiene la más mínima intensión de rectificar y solo un
contundente ejercicio de soberanía popular puede frenar su loca carrera hacia
el barranco de la hiperinflación. No hay soluciones instantáneas, pero rescatar
la conducción de la Asamblea Nacional es un firme comienzo.
04-10-2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico