Miguel Méndez Rodulfo 02 de octubre de 2015
En el
interior del país ocurren cosas que la gente de Caracas, ahora no se puede
imaginar, pero que luego se hacen sentir en la capital. Por ejemplo no hay
dinero en los cajeros de toda una ciudad y sólo un banco tiene efectivo. Las
demás entidades no pueden pagar cheques ni tramitar transacciones por montos
altos; sólo reciben depósitos y pagan sumas pequeñas. Una cosa que antes no se
veía en Caracas es el pago con billetes de muy baja denominación; así en caso
que se quiera retirar por taquilla cinco o diez mil bolívares, por ejemplo, le
podrán pagar con fajos de billetes de 50 (los de 100 son para dispensarlos por
los cajeros), de 20, de 10, de 5 y hasta de 2. Con lo cual llegamos al triste
episodio que una paca de 100 billetes de a 2, no compra ni siquiera un kilo de
papas. El asunto es que el ciudadano que por cualquier necesidad debe retirar
efectivo, termina renunciando a ello, dado el temor de que los bultos en sus
bolsillos hagan suponer a los ladrones que se lleva una fortuna, cuando en
realidad la suma es más bien modesta. Antes del cierre de la frontera con
Colombia, se fugaban los billetes de Bs. 100 porque allá los pagaban a más de 40% de su valor. Ello porque
ciudadanos del hermano país compraban productos en Venezuela (artículos de higiene
personal, electrodomésticos, alimentos conservados, etc.) y los revendían luego
en Colombia, ganando hasta 1.000%. Esas son las distorsiones de los controles
de precios y su consecuente mercado negro.
Ahora
que ya es más difícil que saquen los billetes hacia las ciudades neogranadinas,
la normalidad no se ha restaurado, cuando ello ha debido haber ocurrido de
acuerdo con las promesas del gobierno al cerrar la frontera oeste. En realidad
la fuga de billetes es parte del problema no su esencia. Ésta se debe a la
política económica del gobierno de mantener prendida la maquinita de hacer
billetes para emitir grandes cantidades de dinero inorgánico, causante de la
inflación más perversa de la historia del país, que se apresta a remontar hasta
200% este año. Las dos inflaciones más altas de la historia habían sido la de
1996 y 1989, de 103 y 81% respectivamente; con la característica que se
produjeron en una época en que otras naciones del mundo tenían también
inflaciones altas, lo que hacía más normal, si se puede decir así, este
fenómeno. El caso es que hoy, en el mundo entero, el promedio de inflación es
de un dígito bajo. Luego la endemoniada inflación venezolana, en este
concierto, hace más estrafalario al régimen.
Desde
hace unos meses la demanda de billetes de 100 había aumentado por estas causas,
pero la Casa de la Moneda, ubicada en Maracay, no pudo satisfacer la demanda
porque se desbordó su capacidad. Debido a ello el gobierno contrató a casas de
la moneda del exterior para la impresión de billetes de Bs 100; sin embargo, no
se les pagó y éstas dejaron de producir. Hay que aclarar que tampoco se
imprimían muchos billetes de baja denominación, por su poca utilidad. Frente a
ello, se tuvo que abrir una licitación
internacional para adquirir papel moneda, de manera de imprimir los billetes de
50 y 100 bolívares. Hay que decir que este gobierno quebrado, tuvo que
buscar una empresa con "capacidad
propia y disponibilidad para el suministro de papel"; es decir alguien
dispuesto a financiar al régimen.
Aunque
la Asociación Bancaria de Venezuela le ha planteado al Directorio del BCV
reestructurar el cono monetario con nuevos billetes de Bs. 500 y Bs 1.000, el
gobierno no ha aceptado la propuesta. En tanto, en la espera de que la nueva
ola de billetes llegue a inundar el circulante, nos estamos aguantando con los
billetes que no se pueden fugar. Hay una cosa importante ¡debemos sospechar
cuando circulen muchos billetes nuevos!
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas,
2 de octubre de 2015
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