Luis Manuel Esculpí 18 de noviembre de 2015
Resulta
extremadamente difícil distinguir en el oficialismo los tiempos formales de
campaña electoral del resto de su acción política. Es evidente que están en
permanente campaña, el discurso y su comportamiento general están impregnado
por esa dinámica. El triunfalismo ya no reina en el ambiente, resulta asunto
del pasado, cada día hay sectores que toman conciencia de su realidad. Para
algunos el objetivo es reducir la ventaja en cuanto al número de diputados,
calculan que así pudieran disminuir los efectos políticos de la derrota y revertirla
a través de diversas trampas que ya han experimentado en la actual Asamblea.
Estiman
que la ventaja en la votación nacional muestran una "tendencia
irreversible",al eliminar la elección del Parlatino, sus efectos
cuantitativos serán menos visibles y la atención se concentrará en la
composición del parlamento nacional.
Consideran
que la pésima gestión de Maduro, especialmente en el campo de la economía,
constituye un gran handicap en contra, es un pesado fardo del que cuál por más
que quisieran resulta imposible deshacerse. Hay quienes han sugerido realizar
una campaña de bajo perfil, concentrándose en la organización para recuperar
parcialmente el electorado perdido y movilizarlos en base a sus recursos. Sin
mucha propaganda de visibilidad que pudiera serle contraproducente, eso sí
saturando con la imagen del ex presidente Chávez toda la publicidad, ya que las
encuestas lo siguen colocando muy por encima de Nicolás. Allí se fundamenta su
estrategia sintetizada en el slogan "Chávez gana en diciembre" ,sin
embargo, abrigan serias dudas sobre su efectividad. De lo que sí parecen estar
convencidos los candidatos que basaban su campaña en fotografías con Chávez por
haberlo considerado un portaaviones, ahora como es obvio, estiman que la
compañía de Maduro posee un efecto contrario, la metáfora está más asociada a
la imagen de un submarino. Apostar a la división de las fuerzas democráticas y
propiciar la confusión con la ubicación de tarjetas supuestamente
"opositoras y unitarias" también constituyen aspectos claves de su
estrategia.
Recientes
acontecimientos, como los del fiscal Franklin Nieves, la carta de Almagro y en
especial el de los sobrinos apresados en Haití con 800 kilogramos de cocaína,
con todo los pormenores que rodean ese escándalo, presumen tendrán influencia
en los resultados electorales, su moral está seriamente afectada y los
desconcierta el estrepitoso silencio de las principales figuras del régimen
ante una noticia que ha ocupado titulares en la prensa mundial.
No
confían en efectos milagrosos, ni en nuevos "dakazos", saben que esas
medidas son pasajeras y perciben el rechazo mayoritario a la gestión
gubernamental, no convencen ni a sus propias bases, el distanciamiento de
antiguos partidarios es creciente, ya se refleja hasta en los estudios de
opinión ordenados por ellos.
Difundir
los logros de la misión vivienda y señalar que un triunfo de la oposición
implicaría la pérdida de beneficios no produce los resultados esperados, la
incertidumbre involucra también al planteamiento estratégico, la seguridad en
sus definiciones es cada vez más frágil, en su propio campo hay zonas
significativas que también aspiran un cambio, desearían que la actual
conducción lo propiciara, pero no son muy optimistas.
A
pesar de todo ese cuadro, no hay que confiarse, aún poseen margen de maniobra y
todos los recursos de los poderes que usan de manera abusiva sin el menor
rubor. No escatimarán esfuerzo para intentar evitar la derrota o disminuir la
ventaja. La segunda opción es acariciada por algunos de sus principales
dirigentes ante la imposibilidad de modificar lo que hoy luce inevitable.
Participamos
de un proceso en las mejores condiciones que hemos conocido en todo este
tiempo, soplan nuevos aires renovadores, estos veinte días pueden ser decisivos
para consolidar la nueva mayoría. Obtener una victoria lo más amplia posible
será la garantía para iniciar un nuevo rumbo, ello es un reclamo nacional y
tendremos que colocarnos a la altura de la exigencia planteada. Ese es el
principal desafío para los demócratas de este tiempo. Asumirlo es ineludible,
se trata de un compromiso verdaderamente histórico.
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