Por Froilán Barrios
El sindicalismo mundial y en
particular el latinoamericano han sufrido una terrible pérdida, el
fallecimiento acaecido el 23 de abril de 2018 en la ciudad de Maracay de uno de
sus líderes más reconocidos, Eduardo García Moure.
De origen cubano, desde niño
en La Habana dio sus primeros pasos en procura de organizar a los trabajadores
a través de su instrumento fundamental: el sindicato, vocación que lo impulsó a
luchar igualmente por la democracia.
Formó parte del proceso
revolucionario que derrocó al dictador Fulgencio Batista en 1959 al lado de
Camilo Cienfuegos, contrafigura de Fidel Castro, condición que originó su
muerte en extrañas circunstancias y su distanciamiento en los albores de la
Revolución cubana ante el cambio de rumbo impuesto por el entonces pichón de
dictador.
Desde sus inicios en el
sindicalismo fue militante de las Juventudes Obreras Cristianas, posición que
determinó su salida de Cuba. Exiliado, asumió Venezuela como su segunda patria,
como él nos decía: “Soy cubano de nacimiento, pero llevo en mi sangre a esta
tierra que me abrió sus brazos y hospitalidad”.
Como militante del
sindicalismo socialcristiano se dedicó a organizar desde Venezuela la Central
Latinoamericana de Trabajadores, filial de la Confederación Mundial del
Trabajo, una de las centrales sindicales más importantes del mundo, conjuntamente
con la socialdemócrata Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales
Libres. Fue artífice del proceso de unificación sindical mundial: a nivel
continental en la Central Sindical de las Américas en 2005 y universal en la
Confederación Sindical Internacional en 2006.
Es fundamental destacar que la
labor de impulsar la Central Latinoamericana de Trabajadores la desarrolló al
lado de otro líder del sindicalismo socialcristiano latinoamericano, Emilio
Máspero, quienes fueron los artífices de la creación de la Universidad de los
Trabajadores de América Latina, por cuyas aulas en San Antonio de los Altos
pasaran decenas de miles de trabajadores a nivel nacional y continental,
orientados bajo la formación de un sindicalismo de perfil ético y profesional
en defensa de los trabajadores. A su venta al gobierno se opuso hasta el final,
por considerarla un patrimonio del sindicalismo latinoamericano.
Tuvimos la satisfacción en el
Movimiento Laborista de conocerle como amigo y militante hasta el final de su
vida. Hombre honesto, leal, convencido de la fuerza de los trabajadores como
futuro de la humanidad, nos legó una inmensa obra resumida en uno de sus
libros: No hay sacrificio en vano. Compromiso que se manifestaba en cada
uno de sus actos tanto en Venezuela como internacionalmente.
Por tanto, no era extraño
verlo en su peregrinar, sin importarle sus más de ocho décadas de existencia,
con un fardo de conocimientos –o bien con la revista Desafíos o bien
con libros– y un permanente pensamiento: “Me propuse dar a conocer la realidad
de Cuba desde la perspectiva de los trabajadores”.
Compartimos hoy su ausencia,
su alegría de vivir, su dedicación a la causa de los trabajadores. Nuestras
lágrimas son homenaje a un gran hombre cuya lealtad y perseverancia son el
emblema de su equipo, Solidaridad de Trabajadores Cubanos, sus familiares y de
todo aquel que tuviera la dicha de haberle conocido.
25-04-18
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