Miguel Méndez Rodulfo 27 de abril de 2018
Es una
siniestra compañía de análisis de datos que se ha especializado en eventos
electorales. Tiene su sede en Londres, pero nada tiene que ver con la
universidad. Estuvo dirigida hasta hace muy poco por Alexander Nix, un
relativamente joven, talentoso e igualmente inescrupuloso ejecutivo que coordinó
las campañas por el Brexit y las presidenciales de USA, acontecimientos ambos
que sorprendieron al mundo y cuyas consecuencias afectarán negativamente a la
humanidad. Cambridge Analítica (CA) antes del Brexit asesoró a varios países
africanos y a Italia, México, y otros países (luego asesoró a Colombia en el No
al plebiscito). En esas lides aplicó estrategias que rozaban la ilegalidad,
pero que eran abiertamente inmorales, como la difusión de campañas de
desprestigio, el uso sistemático de la mentira, la aplicación de tácticas de
espionaje, el soborno con grabación escondida de la oferta y la posterior
colocación en internet del acto para destruir políticamente al adversario, el
uso de prostitutas ucranianas, etc. Todas estas artimañas las explicaría Nix a
un supuesto cliente de Sri Lanka que terminó siendo un portal de investigación
inglés que le propinó su propia medicina: lo grabó con micrófono oculto y
cámara escondida. Por esta razón Nix fue despedido de CA, bajo el argumento de
que violó la ética de la empresa. Pero expliquemos como esta consultora llegó a
manipular al mundo. Por supuesto que la empresa de marras no inventó la guerra
sucia, ni tampoco la segmentación del mensaje, ya que desde hace mucho se sabía
que un mensaje genérico difundido por regiones, razas, religiones, etc., carece
de efectividad. Lo que se estila ahora es dirigir un mensaje particular por
segmentos: hombres blancos de clase media recelosos del gobierno. Pero hasta
ahí no se había dado con la piedra filosofal de determinar qué personas
concretas conformaban un segmento.
También
se había avanzado mucho en el análisis de la personalidad: extrovertida,
estable, escrupulosa, etc., sin que tampoco se supiera quienes eran; pero he
aquí que un personaje clave Aleksandr Kogan, de origen ruso y profesor de la
Universidad de Cambridge, había obtenido permiso de Facebook para hacer una
investigación académica sobre 270.000 usuarios de la red. Lo que Kogan no dijo
fue que agregó otras preguntas al test de personalidad para determinar preferencias
políticas, ni que incluyó a los amigos de los seleccionados con lo que el
universo alcanzó a más de 50 millones de personas. Con este tesoro en mano, el
profesor se dirigió a CA y le ofreció vender la data, cosa que logró a muy buen
precio, aunque ahora se dice engañado y presume de inocente. Con esta clave
mágica se pudo determinar en Reino Unido, para el Brexit, que personas iban a
votar, pero tenían dudas sobre cual opción escoger. CA diseñó una campaña de
noticias falsas que propagó mentiras tales como que UK ponía más dinero del que
recibía de la UE. Finalmente, las encuestas se equivocaron y de ganar el Si por
2 puntos, perdió y ganó el No por el mismo porcentaje. Obviamente CA tuvo un
rol estratégico en estos resultados.
La
filosofía de CA es que no vale la pena hacer campañas basadas en hechos reales,
lo que significaría una campaña electoral con un mensaje de convencimiento y
una imagen del candidato, si se puede identificar a las personas descontentas,
susceptibles de ser influenciados por campañas de desinformación y trabajar
sobre las esperanzas y los temores de la gente. Así la campaña no se basa en
hechos sino en emociones. No obstante, se cuida que el mensaje no luzca como
una propaganda, sino como una campaña de información o de desinformación. De
esta manera el peor candidato puede ganar una elección. Con este bagaje, Steve
Bannon, estratega de Trump, y con el financiamiento de Robert Mercer,
multimillonario y adalid de la idea de la supremacía blanca, se asoció con CA
para asesorar al partido republicano en las elecciones de 2016. Lo demás es
historia.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas
27 de abril de 2018
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