Por Luis Ugalde S.J.
Sin condiciones democráticas
no hay elecciones democráticas, sino votación dictatorial para legitimar y
perpetuarse en el poder. El gobierno sabe que 15 millones de venezolanos
quieren salir de esta tragedia; salir de Maduro y del modelo que ha destrozado al
país. Ellos quieren además elecciones libres, justas y transparentes.
El régimen, asustado por la
derrota de 2015, impuso fraudulentamente una asamblea nacional constituyente
para tener un poder “supraconstitucional”, con este anular la Asamblea Nacional
legítima y ejercer a su antojo los poderes Judicial, Ejecutivo, Legislativo y
Electoral. Luego la ANC arrebató el triunfo de la Gobernación del Zulia a Juan
Pablo Guanipa porque él dignamente se negó a arrodillarse ante la ilegítima; a
Andrés Velásquez le robaron la Gobernación del Estado Bolívar falsificando
actas y votos. Nadie puede ser tan ingenuo de pensar que ahora están dispuestos
a entregar la Presidencia de la República en una votación inventada por ellos
para perpetuarse.
No hay condiciones democráticas
con media docena de candidatos presidenciales rivales inhabilitados, partidos
de la oposición anulados, árbitros comprados, 1 millón de votantes en el exilio
impedidos; en fechas absurdas puestas a conveniencia para que la oposición no
pueda organizarse, con una distancia ilegal de menos de tres meses entre la
convocatoria y la fecha de elección y con una coacción brutal con el carnet de
la patria y el hambre de la gente; y otra media docena de trampas
inaceptables... Desde el gobierno, y descaradamente, se ha proclamado que este
régimen nunca entregará el poder y luego nos toma el pelo invitándonos a unas
elecciones pulcras. No hay elecciones limpias con condiciones tan evidentemente
tramposas y una ANC que decide al final. Candidatos que anunciaron retirarse si
no había condiciones democráticas ahora juran que seguirán adelante sin
condiciones…
Esta no es cualquier elección:
estamos al final de un régimen que despertó mucho entusiasmo, pero ha ido
quemando inmensas oportunidades, robando fortunas y arruinando todo hasta dejar
a la población sin sistema de salud ni medicinas, sin seguridad, sin ingresos,
sin producción, sin libertad y sin esperanza… Si logran que el 21 de mayo,
Venezuela y el mundo reconozcan el ya cocinado triunfo de Maduro, la trágica
fuga de millones al exilio y el cierre de empresas se incrementarán. Los
candidatos perdedores dirán que la oposición es la culpable de la trampa
gubernamental y la ANC sacará de la manga una Constitución antidemocrática para
perpetuarse, al estilo comunista.
19 de Abril. Cuando el viejo
orden entra en agonía irremediable, lo más inteligente y menos costoso para
todos es seguir el ejemplo del capitán general Emparan el 19 de Abril de 1810.
Este gobernador de Caracas cuando sintió que la gente lo rechazaba a gritos,
dijo una frase memorable: “Pues yo tampoco quiero mando”. Y se fue.
Si entonces la política de la
Corte española hubiera sido racional y sensata, ante la insostenibilidad del
viejo imperio y la irremediable emancipación de sus colonias, hubiera
organizado la transición sin echar un tiro, se hubiera ahorrado decenas de
miles de muertos de ambos lados y preservado una futura relación ventajosa
entre madre e hijas…
Lo que Venezuela vivió en su
parto republicano entre 1810 y 1812 fue algo maravilloso: la transición a la
Independencia con una muy sólida argumentación civil y democrática sobre el
derecho de los pueblos a darse su propio gobierno y proclamarse independiente
sin guerra. Si Madrid hubiera tenido visión, hubiéramos tenido una transición no
traumática. Por el contrario, tuvimos la más larga (14 años) y más sangrienta y
destructiva guerra de todas las Américas y llegamos a 1825 con una Venezuela
destruida, con las siembras abandonadas, la ganadería diezmada, la población
desangrada y harapienta y la mayoría de sus líderes civiles muertos. La pesada
deuda de guerra que duró un siglo, impidió una economía productiva y de paz y
un sólido sistema educativo. Lo peor de todo, la guerra envenenó el alma
venezolana sembrándola de caudillos, cada uno imponiendo su “república” con
argumentos que salen de la punta de las lanzas y de los machetes. Triste, muy
triste, que después de la última batalla de 1902 amaneciera Venezuela en la
misma pobreza que en 1825, sin democracia, sin ciudadanía y sin soberanía
popular.
Nicolás Maduro, si quiere a
Venezuela, renuncie como Emparan el 19 de Abril y empecemos una novedosa
transición civilizada. La votación del 20-M no engaña a nadie, es un medio
programado para perpetuar un gobierno y un modelo ruinosos. Maduro, renuncie a
la terrible destrucción de Venezuela y abra las puertas a la secuestrada
esperanza. Su renuncia, antes y después del 20M, será esperanza de cambio y
vida para millones y millones de desesperados.
19-04-18
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