Luis Manuel Esculpi 25 de abril de 2018
Confieso
que fui seguidor del duro proceso que condujo al derrocamiento de la feroz
dictadura somozista. Aquel mes julio, al cumplirse dos años del triunfo de los
sandinistas estaba ubicado en la tarima entre los invitados especiales, en el
acto de conmemoración de la victoria, entre los oradores figuraban Tomas Borges
y Daniel Ortega.
Recuerdo
que en alguna de las acostumbradas tertulia que hacíamos al salir de la reunión
semanal del Comité Ejecutivo del MAS, una parte del grupo – debe haber sido en
el primer semestre del año 79 -Luis Bayardo Sardí confidencialmente me comentó
que Gabriel García Márquez estaba en el país y que se habían reunido, este
último le había contado que venía en una misión de enlace entre Fidel Castro y
Carlos Andrés Pérez para contribuir con la lucha de las fuerzas que combatían
la dictadura en Nicaragua.
Era la
época en que se iniciaba la ofensiva final que dio al traste con la dinastía
somozista. Al poco tiempo el presidente venezolano se distanciaría de la
denominada “Revolución Sandinista” y respaldaría a la presidenta Violeta
Chamorro quien derrotó electoralmente a Daniel Ortega. Por esas ironías de la
historia luego sería condenado por el uso de recursos de la partida secreta
para contribuir con la seguridad de la presidenta nicaragüense. La cantidad por
la cual se le juzgó de 17 millones de dólares, resulta irrisoria ante el
desfalco multimillonario cometido contra el país durante la administración de
los gobiernos del llamado socialismo del siglo XXI.
Un año
antes del triunfo del FSLN se habían unificado las tres tendencias que
componían el frente (proletaria, guerra prolongada y terceristas), casualmente
la oposición civil que al lado de los militares logró derrocar a Pérez, también
se unificaron alrededor de la Junta Patriótica un año antes del 23 de enero.
Al
regreso a Venezuela después de pasar varios días en ese país – famoso por sus
poetas, volcanes y lagos- en diversas charlas y conferencias que participe
destacaba la influencia negativa que podían ejercer la presencia cubana, de la
URSS y los países de Europa Oriental en el desarrollo de ese proceso.
Independientemente
de la presencia de la corriente terceristas que jugó un rol determinante para
alcanzar la victoria, de la originalidad de sus planteamientos, de la presencia
de intelectuales y sectores religiosos, donde la presencia del escritor Sergio
Ramírez -quien ayer recibió el premio Cervantes-el poeta Ernesto Cardenal, de
su hermano Fernando, y de las comandantes guerrilleras Dora Margarita Téllez y
Mónica Baltodano, todos a la postre disidentes de la evolución que siguió el
FSLN. El líder de la tendencia terceristas Daniel Ortega era el más proclive
-por encima de los otros 8 comandantes de la dirección sandinista- a copiar el
modelo cubano, como quedó demostrado con el tiempo.
No es
casual que estas denominadas revoluciones que prometen respetar los derechos
humanos que alcanzan el poder en nombre de la libertad y la democracia y
combatiendo la corrupción. En el ejercicio del gobierno reproducen las
deformaciones, vicios y atropellos que antes combatieron. El pasado heroico, la
épica de toda la lucha contra las dictaduras se borra con la implantación de la
represión salvaje, la desaparición de las formas democráticas y la presencia
dominante del autoritarismo.
En su
libro “Adiós Muchachos ” Sergio Ramírez relata como la autocracia se va
apoderando del estado y reacciona fieramente cuando se manifiesta la menor
disidencia a sus planes. Esos modelos han fracasado rotundamente, para
mantenerlos están dispuestos a todo empleando la represión como un recurso. Su
comportamiento tiene denominadores comunes que nos resultan harto conocidos.
Quienes los adversan son considerados enemigos. Los sucesos recientes en
Nicaragua no nos son ajenos, las semejanzas no son casuales.
Luis
Manuel Esculpi
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