Por Fernando Pereira
Basta que un caso
de violencia en una escuela se haga viral para que
comiencen a llegar reportes de padres que señalan cómo su hijo o hija
viene siendo agredido o excluido en su centro educativo con la sensación de que
no ocurre nada. Pensar que se trata de casos aislados o particulares no apunta
a elementos de fondo que se deben revisar.
La escuela tiene que examinar
cuál es el clima de las relaciones en su interior, cómo se relacionan sus
miembros. ¿Estamos formando para la cooperación? ¿Para
la solidaridad? ¿Se premia en nuestro centro al estudiante que ha apoyado
a un compañero en dificultades? ¿Al que ha socorrido a una víctima de un accidente?
¿Quién ha compartido su merienda con quien la necesitaba? O por el contrario,
¿solo se premia a quien obtiene las mejores calificaciones aunque haya actuado
egoístamente en el aula?
Hay que revisar los métodos.
No podemos pretender que un espacio de cooperación se genere si
los métodos pedagógicos que empleamos promueven
el individualismo y egoísmo. No podemos aspirar que se aprenda a cooperar
espontáneamente. Una investigación del Instituto Pedagógico de
Caracas señala que las investigaciones revelan que el maestro dedica 80%
del tiempo dictando clases y el 20% restante es para que los niños respondan
las tareas. Muy poco tiempo se dedica a trabajar la parte social y
emocional.
Una escuela que solo
valora lo cognoscitivo está educando a un ser
humano segmentado; no está formando holísticamente a una persona que se
desarrolla integralmente, como un todo. No está formando
al ciudadano que aprende a convivir, a discutir, argumentar,
discernir, dialogar, acordar. ¿Cómo convivir pacíficamente entonces?
Ha cambiado la sociedad pero
no la escuela. “Vivimos en un mundo educativo que no es muy diferente al de
hace 30 o 40 años, a pesar de que la sociedad ha cambiado
profundamente”, dijo el profesor Cheng Kai Ming, catedrático en Educación de la
Universidad de Hong Kong. “La educación fue concebida para reducir
las disparidades y sin embargo ahora está creando disparidades”,
señala.
Aprender a convivir es el
principio fundamental que debería vertebrar la educación en una sociedad que
nunca antes había estado tan integrada y a la vez sido tan vulnerable como lo
es ahora. “Los cuatro pilares de la Unesco tienen que convertirse
en valores que sean integrados en la educación: justicia social,
derechos humanos, solidaridad e igualdad de género. Tenemos que
protegernos los unos a los otros y juntos proteger el medio ambiente, estos son
los valores que tiene que guiar el cambio”, señala Angie Motshekga, ministra de
Educación Básica de Sudáfrica.
Contundentemente lo señalan
Aron y Milicic: “Lo que se aprenda en este contexto (escolar) en relación a
cómo se resuelven los conflictos, el establecimiento de relaciones
de respetoentre pares, estilos de relaciones con personas de diferentes
niveles jerárquicos, etc., es lo que los futuros ciudadanos repetirán desde las
posiciones que ocupen en la comunidadcuando sean adultos”.
18-04-18
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