Por Antonio Ecarri Bolívar
El presidente de Venezuela,
Nicolás Maduro Moros, se fue a Cuba el pasado fin de semana, a congratular al
nuevo presidente de la isla, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y entendemos que no
debió haber sido un simple weekend en Varadero, sino una seria
conversación, en La Habana, sobre las complicadísimas relaciones
internacionales de los dos países. Si Díaz-Canel fue sincero le debió haber
aconsejado resolver el problema agudo que se le avecina al venezolano, ante un
proceso electoral chucuto, que les va a causar más perjuicios que bondades a
ambos mandatarios y a sus gobiernos. Veamos.
Díaz-Canel sabe, porque se lo
tiene que haber dicho Raúl –quien se quiere quitar el yugo y no sabe cómo
explicarlo– que el comunismo fracasó en Cuba, como ya había fracasado en la
extinta URSS, en China, en Vietnam y en todas partes donde se trató de
implantar. En Cuba se ha logrado mantener, a duras penas, porque su atrabiliario
sistema fue subvencionado, durante décadas, por la potencia que en su momento
fue la URSS y demás naciones que eran sus satélites. Ah, pero cuando se
vinieron en picada todos esos Estados comunistas que giraban en la órbita
soviética –a partir del glasnost y la perestroika de Gorbachov– apareció, como
de una chistera afortunada, un personaje llamado Hugo Chávez con la bombona de
oxígeno del petróleo venezolano, asumiendo el costo de la subvención
sustitutiva de los rusos, quienes ya habían pegado la carrera de la isla porque
les llegó el capitalismo y… mandó a parar.
Ahora el problema es que el
petróleo venezolano hizo crisis, porque se desplomaron los precios y la
producción se vino a menos, la industria y el comercio desaparecieron, pero
todo por estar copiando, mal copiado y sin digerir, el socialismo cubano
que no tiene pies ni cabeza. Ya lo dijo el visionario, hijo espiritual de Simón
Bolívar, que fue el genio de José Martí: “Dos peligros tiene la idea
socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e
incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que
para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en
que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”. Tenía razón Martí,
pero es que los desamparados ya dejaron de creer en la demagogia de ese
“socialismo real”, porque el amor con hambre no dura.
Todo eso lo entendió Fidel
tarde, muy tarde, pero se lo confió a Raúl y ambos arrancaron con el ensayo de
Mariel, que ahora le entregan a Díaz-Canel para ver si él ejecuta lo que no
pueden hacer los que fusilaron a los que tenían razón. El Proyecto Mariel, hay
que recordarlo, es el intento serio por divorciarse del comunismo,
sencillamente porque la ley que crea esa Zona Económica Especial es un
instrumento legal al margen de todo el resto del ordenamiento jurídico
comunista cubano.
Sí, es un esquema tan serio y
coherente el de Mariel que otorga hasta doce años de exoneración de impuestos a
los inversionistas que quieran meter allí sus dólares o euros; les garantizan
la repatriación de sus ganancias y capitales cuando a bien tengan hacerlo. Por
cierto, que para melancolía de los “sindicaleros rojos rojitos” allí la
legislación laboral, apegada a los convenios de la OIT, no aparece por ningún
lado.
Ahora bien, si quedara alguna
duda sobre el carácter coherente de esa legislación especial y la seriedad de
sus propósitos, los asesores de ese futuro puerto de aguas profundas, para que
atraquen los grandes barcos “pos-Panamá”, será la gente del puerto de Singapur.
Sí, los herederos del implacable derechista Lee Kuan Yew. Así que… comunistas:
¡go home!
Las cosas iban bien
orientadas, pero ahora aparece Maduro y se convierte en la amenaza más
inmediata para los cubanos, porque quiere celebrar unas elecciones en las que
nadie cree y traerá como consecuencia inevitable un aislamiento político y
económico inconveniente en Venezuela, pero también va a arrastrar el pueblo
cubano, que quiere desembarazarse del bloqueo que los gringos, con Trump a la
cabeza, les quieren mantener. Si al embargo comercial se le une el rechazo de
los organismos multilaterales de ayuda financiera, léase: FMI, Banco Mundial,
CAF y demás rescatadores de terribles déficits fiscales, pues la cosa se pone
color de hormiga.
Así que si don Miguel
Díaz-Canel fue sincero y lo dejaron hablar a solas con Maduro, seguro le
planteó este espinoso problema que deben manejar, con mucho tacto y premura,
dos hombres jóvenes que dirigen un par de naciones cuyos habitantes, distinto a
lo que ocurre en el resto de América Latina, pasan hambre y miseria por un
sistema que fracasó inevitablemente. La prórroga de las elecciones la plantea
la Iglesia venezolana y si la Cuba comunista se une al coro es porque “algo
huele mal en Dinamarca”.
¿Que yo no tengo razón? Es
posible, pero díganme alguno de los dos: ¿la diáspora masiva de jóvenes y
viejos, es desde Cuba y Venezuela hacia el resto del mundo o… la cosa es al
revés? Cuando veamos salir balseros de Miami para Cuba o autobuses de
colombianos, peruanos, chilenos, argentinos en masa hacia Venezuela…bueno, les
daré la razón y les pediré excusas. En definitiva, el tema estriba en que
en las manos de Díaz-Canel y Maduro está el futuro de millones de cubanos y
venezolanos, que los observamos con ojos muy críticos y ellos saben que de
mantener el insensato sistema comunista fracasado, no solo van a perder
credibilidad personal, sino algo mucho peor: se van a llevar por delante a
todos sus camaradas, porque ambos gobiernos se van a caer.
La primera oferta electoral de
Maduro fue “detonar una revolución económica” ¿Con qué se come eso, cuál sería
la orientación de Raúl y Miguel en el weekend habanero? Esperemos a
ver qué deciden los tres: cambiar o caerse.
27-04-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico