Emilio Nouel 21 de abril de 2018
@ENouelV
En los
últimos tiempos, la corrupción ligada a la política, en el mundo y nuestro
entorno hemisférico, se ha vuelto un asunto de grandes dimensiones y sobre el
cual no podemos ser indiferentes. No solo por tratarse de un tema de carácter
moral y/o legal, sino también porque sus efectos económico-sociales son, las
más de las veces, nefastos.
La
reciente Cumbre de la Américas en Perú la tuvo como tema central, vinculándolo
con el tema de la gobernabilidad.
Hace
un tiempo atrás decía en un ensayo (“Corrupcion global y regulaciones
internacionales” incluido en el libro Nuevos Temas de Derecho Internacional,
Libros El Nacional, 2006), que la corrupción resulta imposible erradicarla de
manera total y definitiva y que habrá que convivir con ella, pues los hombres
no son ni serán ángeles; por lo tanto, harán falta gobierno y controles que
busquen reducirla o llevarla a su mínima expresión, incapaces como somos, de
acabarla.
Recordaba
entonces aquello que decía Hayek de que el hombre no solo sigue reglas, también
persigue fines, y que en posiciones de poder, a mi juicio, se puede apartar de
aquellas y sucumbe, en mayor o menor grado, ante la tentación de obtener
beneficios ilícitos, individuales o de grupo, echando mano a prácticas
administrativas reñidas con la ley.
Pareciera
que nuestros pueblos se han ido concienciando respecto de la conexión íntima y
directa entre corrupción, tanto privada como pública, y la carencia de
bienestar. Los estudios sobre este tema lo han documentado con cifras,
demostrando como repercute en los niveles de desarrollo y crecimiento, y
amenaza las bases de la economía mundial, la competencia, las inversiones y el
comercio.
Para
nadie es un secreto que en nuestro país, Venezuela, la corrupción se ha
potenciado en tiempos recientes a niveles insospechados.
Los
enormes ingresos petroleros recibidos por el gobierno venezolano, que hoy es
más militar-cívico que cívico-militar, han tentado a funcionarios
inescrupulosos, que se han enriquecido de la manera más obscena posible.
Las
múltiples denuncias al interior del país y las que vienen desde fuera lo
corroboran. Las pruebas e indicios sobran. Mientras en otros países se
enjuician y encarcelan a los delincuentes que han desfalcado al erario público,
como lo vemos en el caso de la transnacional de la corrupción, Odebrecht, en el nuestro la impunidad es
escandalosa, sobre todo, cuando han sido señalados con nombre y apellido los
involucrados en esta suerte de internacional, que hemos llamado Corruptos sin
fronteras.
Al
frente de los Ministerios más importantes y de las principales empresas
públicas nacionales han estado y están militares activos y/o en situación de
retiro.
Las
cifras de su participación determinante en todas las áreas de nuestra economía
están suficientemente documentadas por investigadores independientes, basta
revisar la Gaceta Oficial.
Los
militares que prácticamente controlan el gobierno de nuestro país, enarbolan
una ideología militarista mesiánica, que impuso Hugo Chávez.
Ello
se ha concretado en leyes, definiciones de políticas y decisiones
administrativas. Los militares tienen empresas bancarias, de seguro, de medios
televisivos e impresos, de extracción de minerales y de distribución de
alimentos, entre otras.
Los
resultados desastrosos de esta administración militar están a la vista. Más
allá de la incompetencia y la ignorancia, la inmoralidad administrativa es lo
que impera. Los que con seguridad no están en la misma situación lamentable son
sus bolsillos.
En el
ámbito internacional se han tomado medidas y se anuncia otras de carácter
multilateral sobre el caso particular de Venezuela. El Secretario del Tesoro de
EE.UU, S. Mnuchin, declaró el 19-4-2018, que son necesarias acciones concretas
para restringir la capacidad de corrupción de los funcionarios del gobierno
venezolano y de sus redes de apoyo, que abusan del sistema financiero
internacional, y en tal sentido, hace saber que los países occidentales
acordaron fortalecer la cooperación internacional para intercambiar información
a través de canales apropiados sobre los activos propiedad de aquellos.
Algún
día, espero que pronto, llegará implacable la justicia para enderezar este
estado general de corrupción. Cuando retorne la democracia se dispondrá de todo
lo que corresponda para enjuiciar a los culpables de nuestra desgracia actual.
Emilio
Nouel
@ENouelV
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