Por Arnaldo Esté
Un proyecto social, un
proyecto de nación, es un conjunto de valores en referencia a los cuales se
toman decisiones en un proceso de construcción.
Se cumplió hace unos días el
aniversario de la muerte de García Márquez.
A Cien años de soledad. Su
riqueza y densidad, y su inagotable y familiar castellano barranquilleros, nos
obligan a leerlo varias veces y a varias interpretaciones que, como toda
interpretación, implica tanto al contexto actual como a la persona que las
hace.
Guerrilleros, golpes de
Estado, gerifaltes, democratizadores, civilizadores,
ordenadores, gerenciadores, revolucionarios,
industrializadores, predicadores, indígenas, bananeras, putas, mujeres
ensoñadoras y ensoñadas, mercaderes árabes, cirqueros, inventores,
astrólogos, magos, racionalizadores, judíos, alquimistas, navegantes,
negros esclavos de Luisiana, intelectuales parisinos, curas católicos,
aviones… personajes que no se agotan con simples fotografías porque bailan en
lenguajes que los difuminan.
Rasgos que pueden evocar
culturas y situaciones, pero que no llegan a integrarse, a sustantivarse en un
proyecto compartido. No son revelaciones de un proyecto, sino de su ausencia.
Tal vez de allí se nos da el sabor melancólico, que no llega a ser trágico, que
nos deja. Uno no puede llegar a odiar a sus personajes, porque, simplemente,
están allí y en nosotros. No cabe enjuiciarlos. Somos nosotros mismos.
Se puede mencionar a este
propósito la historia de los Padres Peregrinos, de unos realizadores de un
proyecto envuelto en modales y decires de la Reforma cristiana, luterana y
calvinista, luego también moderna y occidental, que, agotando recursos y apoyos
más intelectuales que materiales, se embarcan en el Mayflower para fundarse y
quedarse en un incierto y muy frío territorio. Es una historia muy repetida y
emblemática de la fundación de Estados Unidos. Había un proyecto y unos valores
que lo referían y que fue construyéndose y realizándose con severos costos,
guerras de independencia y unidad contra un sur esclavista que no tenía un
proyecto original.
Así estamos nosotros: sin
proyecto. El gobierno, iniciado por un gerifalte de ideas prestadas se va
agotando en el propio pantano que genera y al que arrastra a un pueblo educado
en la petrofilia mendicante. Por aquí ha pasado gente de culturas y orígenes
muy diversos. Tenemos estudios y ahora muy menguadas universidades, pero en
todo ello no ha premiado la necesidad de crear un proyecto de país. Se copian y
repiten ideas y recetas, pero no se llega a establecer que la democracia, en la
que ahora hay que profundizar, en sí ya no es un proyecto sino un
instrumento necesario y adecuado para crear uno y realizarlo.
arnaldoeste@gmail.com
21-04-18
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