Por Gioconda San-Blas
Escribir frases cortas desde
una cárcel, en pedazos de papel ocasionalmente llegados a las manos del preso;
burlar la vigilancia; esperar que los fragmentos convertidos en testimonio
escapen de a poco a través de los barrotes en los bolsillos de algún visitante
o guardián compasivo; rogar que las palabras sean luego ensambladas por alguien
en un documento único que perdure en el tiempo como evidencia de lo sufrido y
luchado…
Una técnica inmemorial, usada
por los presos de conciencia de antes y ahora para dejar constancia de sus
motivaciones cuando no ha habido más medios para difundir las ideas detrás de
sus luchas sociales. De esa forma, Martin Luther King logró hacer pública su carta de
1963 desde su prisión en la cárcel de Birmingham (Alabama),
proclamando su lucha en favor de la justicia e igualdad de derechos civiles
para sus hermanos negros de los Estados Unidos.
A la luz de hoy, esa carta
puede ser leída más allá del motivo original como rebelión contra la
discriminación racial. En estos tiempos oscuros por los que transitamos los
venezolanos, podemos inspirarnos en ella, extender su significado como canto a
la libertad, a la igualdad de los seres humanos, sin absurdas distinciones de
color de piel, ideas, religión, fortunas. Es la expresión cabal de quien rehúsa
sentirse derrotado en su lucha, por más adversas que sean sus circunstancias. A
los venezolanos de hoy, King nos recuerda que muy rara vez los grupos
privilegiados prescinden espontáneamente de sus privilegios, que la
libertad nunca la concede voluntariamente el opresor, sino que tiene que ser
exigida por el oprimido, que una justicia demorada durante demasiado tiempo
equivale a una justicia denegada, que la injusticia necesita ser extirpada
mediante una acción poderosa, persistente y decidida.
También nos advierte que llega
un momento en que se colma la copa de la resignación y los hombres no quieren
seguir abismados en la desesperación. El anhelo de libertad acaba por manifestarse
abiertamente. Habiendo nacido con el derecho a la libertad, el ser humano puede
y debe conquistarla. Y debe hacerlo a través de una campaña no violenta que
según él, consta de cuatro fases básicas: la reunión de los datos necesarios
para determinar si existen las injusticias, la negociación, la
auto-purificación y por último, la acción directa.
Repercute en nosotros su
cortante decepción contra quienes se mantienen callados, en medio de las
injusticias: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación no sólo por las
acciones y palabras hijas del odio de los hombres malos, sino también por el
inconcebible silencio atribuible a los hombres buenos”.
Desde su investidura como
pastor bautista, King acude a su fe, a su iglesia para promover los cambios a
los que aspira. Y en eso se parecen a él los obispos venezolanos, que en estos
tiempos perversos han estado luchando con el mismo ímpetu en contra de las
injusticias sociales que nos afligen. Luchando por “plantar la firme roca de la
dignidad humana” a la que llamaba King, nuestros obispos, en repetidas
ocasiones han protestado “la sorprendente indiferencia de los responsables
gubernamentales” para solventar los problemas de hambre, desempleo, salud que
agobian al pueblo.
No es ya un problema de
segregación racial, sino más bien de discriminación entre los poderosos y el
resto de la población, en aras de implantar un sistema totalitario donde el
juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la
consigna. Tal dicen los obispos.
Ayer con King, hoy con
nuestras luchas, estamos cavando “un túnel de esperanza en la negra montaña del
desconcierto”, como lo expresara el pastor bautista en su carta desde la cárcel
de Birmingham y que he tomado prestado como título de mi entrega de hoy
Tuiteando
Las
incertidumbres de la realidad política venezolana – Michael Penfold –
Para la oposición es urgente aprender a transformar la adversidad en
oportunidad, acercando posiciones, compatibilizando objetivos y garantizando
que el triunfo de una ruta no se transforme en la derrota del otro.
26-04-18
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