Por Simón García
Tenemos un país en vías de
destrucción, hundido por los peores indicadores de desempeño de todo el
planeta. Ya no podemos bromear con las evidencias del desastre, que ayudamos o
permitimos que se creara. Cuando un kilo de todo cuesta más que un salario de
nada, es porque ya descendimos al infierno, aunque no queramos darnos por
enterados.
Es hora de reaccionar. Es
imposible que nuestra indiferencia y nuestra abstención, frente a la mayor
hiperinflación y los sueldos más bajos de América, al hambre y el reparto de
muertes entre la quiebra de los hospitales y la impunidad del hampa, nos
conduzca a dejar en la presidencia a un gobernante que ni los suyos quieren. Es
ilógico dejar que se reelija porque sacarlo, votando contra él, lo legitima.
Hay que pelear por el triunfo.
Votos para derrotar el fraude hay. Maduro es una minoría que ninguna tecnología
podrá convertir en mayoritaria, si reventamos la trampa votando todos y si la
gente apoya, el día de las elecciones, a una maquinaria electoral, bien
entrenada y con el coraje que tuvo el 2015. O nos rendimos en las casas o
luchamos en las mesas.
Las condiciones que enfrenta
Maduro son peores que las trampas del CNE. De cada 10 votantes, 8 lo repudian.
El descontento en sus bases comienza a ser incontrolable. Las purgas en los
altos niveles resquebrajan el consenso de poder. Muchos funcionarios no quieren
tener las sanciones sobre sus cabezas. El pueblo chavista, que llevó a Maduro
al poder, está dispuesto a ser un factor determinante para sacarlo.
La abstención obstaculiza el
cambio. Refuerza y complementa la decisión de la cúpula madurista de reducir,
hasta cerrar, la vía electoral. Si abandonamos el voto damos puerta franca
hacia una Venezuela comunista. Los demócratas tienen que ver, como lo acaba de
observar el Presidente Santos, que estas pueden ser las últimas elecciones que
permita el régimen
Votar es apoyar al cambio,
decirle basta al régimen y hacerlo con una mayoría que haga respetar su
triunfo. Votar es decirle no a salidas violentas como el golpe de Estado o la
fantasiosa invasión con misiles inteligentes. Votar es ganar la
transición, sea que haya un gobierno de Unidad Nacional con Falcón o sea que un
fraude electoral precipite nuevas y más duras sanciones. Maduro no podrá
gobernar en esas condiciones.
La transición a la venezolana
va a ser atípica. La lucha por el mayor protagonismo en ella está marcando la
división en la oposición. Los que piden otras condiciones quieren llegar a la
negociación creando un vacío. Los que van a votar quieren llegar a la mesa con
el respaldo activo y mayoritario de los ciudadanos. Un mensaje de basta para
los que nos expropiaron la democracia y una prueba de que hay fuerza nacional
por tomar en cuenta para el éxito de la presión internacional.
Es hora de atender la
exigencia de unidad. Aunque los extremistas quieran jugar en un solo tablero,
hay que hacer buena una política para interconectarlos a todos en función de
salir de la crisis y reconquistar la democracia. La transición está
tocando la puerta.
22-04-18
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