Sean Carroll 21 de abril de 2018
Con
los años, he encontrado que algunos Católicos expresan su oposición a la
presencia de inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos preguntando: “
¿Qué parte de ilegal no entiende?”
Es
verdad que las personas que atraviesan la frontera entre los Estados Unidos y
México violan la ley. De la misma manera, he aprendido cuán importante es el
poner ésta elección y este acto en contexto.
En la
iniciativa fronteriza Kino, nuestro ministerio es para los migrantes en
Nogales, Sonora, justo al otro lado de la frontera de su ciudad gemela de,
Nogales, Arizona. Cerca del 70 por ciento de los migrantes que atendemos nos
dicen que ellos cruzan por motivos económicos. Ellos literalmente no pueden
mantener a sus familias en México, América Central o Haití.
Las
familias se enfrentan a una decisión dolorosa: esperar muchos años para ser
considerados para una visa o simplemente cruzar la frontera sin documentos con
el fin de reunirse con sus seres queridos.
Cerca
del 17 por ciento de los migrantes vienen debido a la separación de sus hijos,
cónyuges y otros miembros familiares, mientras que cerca del 9 por ciento han
venido huyendo de la violencia tanto en México como en América Central. Las
naciones tienen el derecho de proteger sus fronteras, pero, como la Doctrina
Social Católica nos recuerda, las personas también tienen el derecho de migrar
si ellas no pueden tener una vida digna en sus países de origen.
Nuestro
sistema actual evita que nuestros vecinos busquen una forma de vida digna a
causa de las restricciones en las visas de trabajo y familiares. También es
extremadamente difícil buscar y obtener asilo en los Estados Unidos para
aquellos que huyen de la violencia criminal, política o patrocinada por el Estado
en sus países de origen.
Muchos
de estos migrantes nada les gustaría más que venir a los Estados Unidos
legalmente, pero no tienen manera de hacerlo en conformidad con las leyes de
Inmigración actuales de los Estados Unidos. Esta realidad refleja el
quebrantamiento de nuestro sistema de inmigración. El hecho es que para muchas
personas sin calificación profesionales o dinero no hay camino para la
inmigración legal.
El
sistema roto hace de la unificación de las familias un juicio innecesario.
Según el boletín de Visas del Departamento de Estado de los Estados Unidos, por
ejemplo, las solicitudes de visado de hijos e hijas solteros mexicanos de
ciudadanos estadounidenses antes del 1ro de Junio de 1996, todavía están en
proceso de revisión. Esto quiere decir que estos solicitantes han esperado
décadas por una respuesta a sus solicitudes debido al límite numérico anual que
el gobierno de los Estados Unidos impone en esta categoría particular de visado
para los mexicanos. Las familias enfrentan una decisión dolorosa: esperar
muchos años para ser considerados para una visa o simplemente cruzar la
frontera sin documentación con el fin de reunirse con sus seres queridos.
Las leyes
de los Estados Unidos evitan que los migrantes busquen y encuentren una manera
de vida digna, un deseo que Dios tiene para todos nosotros. Los empuja hacia
los confines de la frontera donde se arriesgan a ser víctimas de robos, asalto
y muerte en el desierto. Mantiene a los miembros de las familias separados y
previene que los hombres, mujeres y niños migrantes encuentren seguridad a
través del asilo en los Estados Unidos.
El
Arzobispo John Wester, líder de la Diócesis de Santa Fe, Nuevo México, ha dicho
que no es una cuestión de si sí o no los migrantes están violando la ley, pero
de si la ley los está rompiendo. En lugar de enfocarse en los métodos de
cumplimiento que castigan a aquellos que están viviendo y trabajando ya entre
nosotros — y sus hijos — deberíamos dirigir nuestra atención en reformar las
leyes de Inmigración de los Estados Unidos de manera que ésta respete la
dignidad humana de los migrantes, un valor que apreciamos tanto como Católicos
y como estadounidenses.
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