Carlos Tablante 18 de septiembre de 2019
@TablanteOficial
El domingo pasado se celebró el Día Internacional de
la Democracia establecido por la ONU en 2007. Tristemente, no hay
mucho que celebrar. Ni en Venezuela, ni en otros países que empiezan a
caer en manos del populismo.
¿Cómo mueren las democracias? es el nombre del ensayo de Steven Levitsky y
Daniel Ziblatt que aborda el asesinato lento y subrepticio que sufrió el
sistema democrático en varios países desde Venezuela a Filipinas, pasando por
Rusia, Polonia, Georgia, Hungría, Nicaragua, Perú, Turquía y Ucrania, entre
otros.
Durante más de veinte años, los investigadores
analizaron y describieron las nuevas formas en que las democracias son
asesinadas. No mueren solas, detrás de su desaparición hay responsables.
Sin embargo, las democracias ya no caen en golpes
sangrientos como el de Pinochet en Chile, sino a través de procesos que van
erosionando poco a poco las instituciones, las constituciones, el sistema
judicial y la prensa.
El asesinato de las democracias se enmascara con
reformas judiciales necesarias para enfrentar, entre otros temas, a la
corrupción – legítima aspiración de muchos – que son utilizadas para todo lo
contrario. Se establecen así tribunales y jueces convertidos en sicarios de las
libertades.
La prensa es atacada por todos los flancos: retirada
de publicidad oficial, suspensión y no renovación de licencias, restricciones
en la importación de insumos y tecnología, bloqueos de internet, presiones
fiscales, demandas y juicios ilegales, persecución y agresión a periodistas y
dueños y, por último, la compra de medios a través de testaferros. De esto
tenemos muchos y dolorosos casos en Venezuela.
Las instituciones democráticas no tienen la fuerza
necesaria para enfrentar los ataques de populistas respaldados por los votos de
una población fatigada por los fracasos de la democracia, que aspira a ser
escuchada por los gobernantes y que éstos actúen con transparencia, dando
respuesta eficaz a sus urgentes demandas.
La ironía es que los líderes populistas, autoritarios,
llegan al poder gracias a la democracia que luego destruyen para ya nunca más
abandonar las posiciones alcanzadas en base a la mentira y la manipulación.
La democracia debe defenderse aceptando que hay que
mejorar muchos aspectos justamente criticados y abocarse a recuperar
legitimidad y credibilidad, fortalecer las instituciones, aumentar la
participación ciudadana, asegurar la plena vigencia del Estado de derecho y
enfrentar la corrupción minimizando la impunidad. Igualmente, urge
reformar a los partidos políticos, con énfasis en asegurar un financiamiento
transparente de sus actividades.
En Venezuela, no hay democracia. Algunos políticos,
entre los cuales me encuentro, subestimamos la capacidad destructiva del
neo-caudillismo populista y militarista de Hugo Chávez, y al mismo tiempo,
sobreestimamos la fuerza de la cultura democrática de la sociedad para
enfrentar con éxito esas desviaciones autoritarias.
Corresponde ahora a los partidos que conforman la
alternativa política que impulsa el cambio hacia la democracia en Venezuela-
acechados por la dictadura, reprimidos de manera sistemática y operando en
condiciones de semi clandestinidad – convertirse en el filtro que evite que
emerjan hiper-liderazgos autoritarios dentro de su seno, lo cual sería un
remedio peor que la enfermedad.
Por supuesto, el objetivo principal debe seguir siendo
impulsar un desenlace lo menos traumático posible, que sea producto de una
negociación para la realización de elecciones presidenciales con
todas las garantías democráticas. Es decir, lo preferible es que el cese de la
usurpación y la destrucción del país se logre con una poderosa rebelión
electoral.
En esta hora oscura necesitamos que la Unidad se
fortalezca en un ejercicio amplio y colectivo de liderazgo para respaldar a la
Asamblea Nacional y al presidente Juan Guaidó en la lucha por liberar a
Venezuela de la cleptocracia de Nicolás Maduro, la dictadura del hambre y la
corrupción.
Carlos Tablante
@TablanteOficial
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