Pedro Luis Echeverría 25 de septiembre de 2019
El
régimen nos impone, a los ciudadanos, unas condiciones rayanas en lo vejatorio.
En efecto, cuando las intenciones perversas de los actuales gobernantes, su
desprestigio moral y el impulso agresivo e ineficiente de su forma de gobernar
derriban toda huella de civilidad, la gente humilde, los trabajadores y la que
cree en la democracia y la libertad se encuentran con crecientes dificultades a
las que no pueden hacerle frente.
Cuando
asistimos a los implacables malos tratos aplicados a los opositores; cuando
presenciamos la degeneración de todas las protecciones normales que tienen las
sociedades civilizadas.
Cuando
grupos enteros de ciudadanos son despojados, de la noche a la mañana, de sus
inalienables derechos y convertidos en parias.
Cuando
meditamos que ello ocurre en un país de los más dotados por la naturaleza,
concluimos que el orgullo venezolano está seriamente dañado y solo necesita y
anhela la voz que le presente verazmente al pueblo la necesidad de acompañar la
gran causa de la libertad y que nos una contra esta tiranía opresora que ha
decidido gobernar al país por el terror y la fuerza.
El
régimen ve a la disidencia como su peor y más peligroso enemigo, la califica
como una coalición potencial contra él y utiliza cada gramo de su astucia para
impedir que lo potencial se convierta en real. Por ello, no escatima, en ningún
momento, recursos y artimañas propagandísticas para destruirla y dominarla. Es
una obsesión a la que supedita todos los intereses políticos, tácticos y de
cualquier género. Todos los inmensos recursos que le da el poder han sido
empleados arteramente contra todos los que tenemos sobradas razones para
repudiarle.
Ha
utilizado métodos de represión cada vez más drásticos y ha levantado contra los
opositores las más absurdas calumnias. No obstante, mientras más
estentóreamente acusa a la oposición como la principal responsable de los males
que sufre el país, más vigorosamente se canalizan los sentimientos anti
gobierno que colman a la sufriente Venezuela.
En
estos fatídicos momentos para nuestra historia, la indisoluble unión e
indoblegable resolución de defender la causa común de la justicia y la libertad
contra la sumisión a un sistema que pretende reducirnos a vivir como esclavos y
autómatas, es la respuesta que debemos dar como sociedad.
Una
vez más hay que insistir que la Unidad y sólo la Unidad es capaz de concentrar
la energía opositora contra la satrapía
La
oportunidad está aquí y ahora, clara, y brillante: las circunstancias políticas
internas y externas han excedido por completo y hacen insostenibles las
posibilidades que tiene el régimen para manejarlas; por tanto, desperdiciar
esta oportunidad, rechazarla, ignorarla o malgastarla traerá la reprobación de
las mayorías de los venezolanos y de las generaciones más jóvenes.
Entonces,
es necesario que la voluntad constante y la persistencia en el propósito
dirijan y gobiernen la conducta de este pueblo y de sus líderes. Las
dificultades y peligros de vivir en la Venezuela de hoy no desaparecerán sólo
por cerrar los ojos ante ellos. No se desvanecerán con esperar a ver qué
ocurre; tampoco si practicamos una política de apaciguamiento. Es necesario
tomar una decisión, y cuanto más tiempo se retrase ésta, mayor será la
dificultad y mayores los peligros que vendrán.
Si
no somos capaces, por efectos de la confusión, la desorientación, la
fragmentación y la parálisis política, de doblegar a un régimen que se
desvanece por sus propios errores y permitimos que gane tiempo para reponerse y
le haga aparecer como un gobierno omnipotente, habremos una vez más fracasado;
mientras mayor sea la debilidad, la desunión y falta de voluntad de las fuerzas
sociales opositoras y de sus dirigentes, más fuerte y voluntarioso se hará el
régimen y mayores serán la represión e impotencia a la que nos veremos
sometidos.
Si
no somos capaces de solucionar los conflictos de intereses y dejar para más
adelante las luchas internas en el seno opositor, merecemos vivir lo que está
ocurriendo...
Pedro
Luis Echeverría
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