Simón García 09 de septiembre de 2019
@garciasim
El
espacio político es el conjunto de lugares en los que se desenvuelven las
dinámicas de conflicto y adaptación entre sectores sociales, instituciones,
organizaciones y personas que pugnan
por ejercer poder en una sociedad.
La
política transicional de la oposición debería formularse más preguntas con
miras a construir capacidades en aquel espacio ventajoso donde, al actuar,
puede producir cambios. Preguntas, dictadas por el sentido común: 1) ¿Cuáles
son los lugares claves de sostén del régimen?, 2) ¿Dónde están los eslabones
más débiles o más propensos a separarse de la cadena de dominación? 3) ¿Con qué
discurso y tipo de iniciativas puede llevarse un diálogo al territorio
dominante para atraer a fracciones de él a posiciones de cambio, neutralizar o
establecer coincidencias ganar/ganar? Hay muchas otras en la sala de
espera.
La
principal dificultad, aumentada por toda prédica que fortifique el muro de la
incomunicación, es la excesiva polarización entre actores que sienten que han
entrado en la fase terminal del conflicto y creen que pueden resolverlo con la
victoria de una sola parte. Este ánimo de enfrentamiento total no es compartido
por más de la mitad de la población que no termina de confiar en una oposición
fragmentada y con un bajo perfil alternativo.
La
polarización política es impura. Se encarna muy agresiva y excluyentemente en
los núcleos duros del gobierno y de la oposición y tiende a disolverse a medida
que se desciende en la escala de ingresos. Es seguro que en los sectores “D” y
“E”, integrados por población condenada a ganar cada día su propia batalla por
la sobrevivencia, es un desperdicio dejarse arrastrar a la dinámica de
desaparecer comunicacional y políticamente al vecino o amigo que piensa
distinto. Aunque el régimen intenta imponer ese esquema porque es uno de sus
mecanismos de control.
Más
allá de la confrontación entre gobierno
y oposición, existe una obstrucción catastrófica. Maduro es el tapón que impide
el avance de todos los sectores sociales, bloquea la solución electoral y extiende, profundiza y agrava la
destrucción de la economía, la democracia y la vida de cada vez más gente. Esta
obstrucción ha generado una necesidad de cambio sentida por casi toda la
población, incluida una mayoría de quienes se identifican con el chavismo. Esta
es una fuerza indetenible si se logra articular en unos objetivos compartidos
aunque sirvan a proyectos con motivaciones diferentes.
Todo
el país quiere elecciones presidenciales con voto libre y condiciones
confiables. Se opone férreamente, ante una crisis de legitimidad de Maduro y la
permanencia de un poder dual, una pequeña maraña de poder que ambiciona
mantener sus privilegios a cualquier precio. En esa maraña hay reservas
potencialmente democráticas y madejas proclives a asegurar la actuación futura
del proyecto chavista encontrando una solución pacífica de transferencia del
Ejecutivo, conservando gobernaciones, alcaldías e instituciones del Estado que
sólo podrían ser modificadas según normas constitucionales.
Desde
el lado de la oposición la tarea consiste en aumentar los espacios y lugares de
resistencia, creciendo del rechazo de la sociedad al régimen y concentrándose
en revigorizar tres vínculos desgastados por la acción autoritaria del Estado y
la falta de logros netos: el restablecimiento de la política como opción ética;
la atención prioritaria de la crisis social como justificación y base de la
lucha por el poder y la presentación de una imagen de sociedad a la altura de
necesidades de bienestar humano y pertinencia civilizatoria.
En
el comienzo de toda fuerza siempre hay una idea. Sin inteligencia estratégica y
pensamiento alternativo la política transicional no seducirá al país, no
adquirirá suficiente eficacia y el
pensamiento de cambio continuará en rezago respecto a la estrategia de control
aplicada con éxito por la coalición dominante.
Es
hora para el presidente (E) Guaidó y los partidos que lo apoyan de innovar la
ruta, descartar definitivamente la espada y ofrecer un amplio entendimiento
nacional para reconstruir a Venezuela. Importa lograr un objetivo, no
atrincherarse en una posición que nos estanca.
Simón
García
@garciasim
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