José Gregorio Meza 30 de abril de 2020
El
ex presidente de gobierno de España destacó que hay iniciativas en marcha,
impulsadas por la oposición venezolana, apoyadas por los países libres, para
buscarle una solución a la crisis. Indicó que ningún líder del mundo puede
anticipar si va a salir o no reforzado de la pandemia
Todo ha cambiado con la llegada del nuevo coronavirus,
advirtió el ex presidente de gobierno de España, Felipe González. América
Latina, en especial Venezuela, debe prepararse para lo próximo por venir. “Ya
se especula con el futuro, pero pocos reconocen que el panorama es demasiado
incierto para hacer previsiones creíbles”, afirmó.
Señaló que Venezuela se ha convertido en un Estado
fallido, gobernada por grupos mafiosos de todo tipo, que han ocasionado el
éxodo de millones de personas. Dijo que a pesar de que la pandemia dificulta
hacer oposición, hay acciones que se están implementando para lograr la vuelta
de la democracia.
Indicó que no se puede depender solo del
presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para lograr una salida.
Abogado, de 78 años de edad, González estuvo al frente
del Ejecutivo de 1982 a 1996. Fue secretario general del Partido Socialista
Español. En su agenda tomó un tiempo para responder un cuestionario que le
envió El Nacional por correo electrónico.
—¿Cómo ha cambiado el mundo político y social a causa
del coronavirus? ¿Volverá a ser lo mismo luego de la pandemia?
—Parece que lo único cierto es que habrá un antes y un
después de esta pandemia. Por el momento, las consecuencias sociales y
económicas empiezan a ser de una envergadura superior a la crisis de 2008.
Políticamente la tentación autoritaria es el elemento más claro de la crisis.
Aunque estamos viendo comportamientos muy diferentes en distintos países y
regiones del mundo.
No creo que la situación posterior a la pandemia, y
sus consecuencias económicas y sociales sean como las anteriores a la
propagación del virus.
—En Latinoamérica la pandemia azota a la mayoría de
los países, pero en Venezuela las cifras oficiales indican que el
avance es lento: ¿significa un triunfo del régimen de Maduro?
—A Latinoamérica la pandemia ha llegado más tarde que
a Europa o a Estados Unidos, y encontramos comportamientos muy diferentes de
los gobiernos de la región. Aunque eso también ha ocurrido en Europa y en el
propio Estados Unidos.
El caso de Venezuela, también el de Nicaragua,
responde a parámetros propios de los regímenes que encarnan. Venezuela, antes
de la pandemia, ya era un país destruido por una tiranía que acabó con las
instituciones democráticas, con las libertades, con el aparato productivo y con
los servicios esenciales. Podríamos decir que sobre la epidemia que representa
el régimen de Maduro, le ha caído encima una pandemia como la del covid-19.
Ninguna información que proceda del régimen es
confiable, ni sobre esta pandemia ni lo era antes la aparición de otras
enfermedades que estaban prácticamente erradicadas en el país. El régimen de
Maduro aumenta la represión y el control de la ciudadanía inerme ante la
tiranía.
—Hay señalamientos sobre la oposición venezolana.
Se dice que desapareció en esta crisis. ¿Depende de lo que pueda hacer Trump
para ver luz al final del camino?
—No estoy de acuerdo con esa opinión. Es evidente que
la dificultad para hacer oposición es aún mayor en medio de la amenaza del
virus, pero también lo es que sigue habiendo iniciativas para salir de la
crisis política, económica y social, con prioridad inmediata en la lucha contra
la pandemia.
Siento decirle que, para mí, depender de Trump es tan
aleatorio como su propio comportamiento en Estados Unidos frente a la pandemia.
En Estados Unidos continúa habiendo un acuerdo entre demócratas y republicanos
frente a la tiranía venezolana. Eso es positivo, como lo es contar con Estados
Unidos para salir de este infierno venezolano, pero depender de Trump no lleva
a ninguna parte.
—Se habla de que Maduro tiene un férreo control
sobre el estamento militar; sin embargo, se conoció de un intento de rebelión
de un grupo de oficiales de la Guardia Nacional Bolivariana. ¿Será que no es
tanto el control que ejerce la dictadura?
—Creo que hay más una apariencia de control que un
control real. Es más, es Maduro quien depende de la cúpula militar, no es él
quién controla las Fuerzas Armadas. Históricamente hemos visto muchas veces
cómo esa apariencia de desvanece como un castillo de naipes de la noche a la
mañana. Claro que ha habido y habrá movimientos internos en las distintas ramas
de las Fuerzas Armadas, hartos de servir de sostén a una tiranía arbitraria que
destruye a Venezuela.
—¿Hasta qué punto el régimen de Maduro es una
amenaza para la región dadas sus relaciones con el narcotráfico?
—Sin duda alguna lo es y no solo por sus vínculos con
el narcotráfico y por el abuso sin límites de los recursos de Venezuela,
convertida hoy en un Estado fallido en manos de grupos mafiosos de todo signo;
pero también por haber provocado un éxodo de venezolanos que jamás se había
visto en la región.
—Puede imaginar que la crisis migratoria de un millón
y medio de personas huyendo de los conflictos en torno al Mediterráneo puso en
jaque a la Unión Europea. Latinoamérica está soportando una presión mucho mayor
con mucho menos nivel de renta y desarrollo. Solo en Colombia entraron más
desplazados que en el conjunto de la UE.
—¿Qué papel debe jugar España en los próximos meses
para garantizar una transición democrática en Venezuela? ¿Ve viable una
contribución más activa del gobierno de Pedro Sánchez?
—No tengo responsabilidades institucionales para decir
qué hay que hacer por parte de España, pero creo que la posición que se definió
frente a la ilegitimidad de Maduro y el reconocimiento de Juan Guaidó era el
camino correcto, sobre el que hay que seguir dando pasos para ayudar a
Venezuela en la necesaria transición democrática. Personalmente, me gustaría,
además, que hubiera una regularización urgente de los venezolanos llegados a
España expulsados por la dictadura.
—¿Está Trump entrampado por cómo ha gestionado la
crisis? ¿Qué se puede avisorar en el futuro de la oposición venezolana?
—El presidente Trump tiende a entramparse solo.
Imagine dónde está su iniciativa norcoreana. Obviamente, es deseable tener de
parte una salida democrática a Estados Unidos, incluso diría que muy
importante, pero es peligroso fiar la salida democrática de Venezuela a los
impulsos, cuando menos imprevisibles, de Trump. A pesar de la crisis
sobrevenida por la pandemia, la oposición venezolana, en general, y Guaidó, en
particular, goza de apoyos muy amplios de los países libres del mundo.
—Brasil, Chile, Ecuador, Perú y Colombia han vivido
situaciones bien complejas antes de la pandemia. ¿Cómo ve el retorno a la
actividad cotidiana? ¿Saldrán sus mandatarios fortalecidos?
—Cada país de los que cita está gestionando la crisis
con matices, pero asumiendo que tanto el tratamiento del virus como las salidas
hacia lo que consideramos cotidiano están llenas de incertidumbre. Me atrevería
a decir que paradójicamente esa es la única certidumbre. Asumir la
responsabilidad con humildad, respetando que lo más serio es seguir el criterio
de los especialistas y no contraponer salud y economía, me parece un buen
método para conducir la nave del Estado en esta crisis.
Pero entre los citados por usted está Brasil, con su
peso decisorio regionalmente y debo decir que el presidente Jair Bolsonaro
aparece como una de las anomalías políticas que vemos frente a la pandemia.
Parece que no sabe y que por eso su comportamiento es de desprecio a los que
saben.
Pero ningún líder puede anticipar si va a salir
reforzado o no de esta crisis. Es más, creo que eso no es lo más importante
para asumir responsablemente la gestión de la pandemia. El futuro de ninguno de
ellos importa más que el de las sociedades que lideran en estos tiempos tan
inciertos.
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