Marta de la Vega 13 de mayo de 2020
@martadelavegav
Dedicado a mi profesor y amigo Gonzalo Himiob S.
Es la expresión más popular de la Ley del Talión,
recogida en el pasaje bíblico del Éxodo (21:24) y en otros
textos del Antiguo Testamento. En su versión más antigua, se encontró en el
Código de Hammurabi, Babilonia, en el siglo XVIII a. C. No se trata de
una pena equivalente, sino idéntica al crimen cometido, al aplicar la
“reciprocidad”, que significa, con este principio jurídico muy primitivo de la
justicia retributiva, igual castigo que el daño producido.
Desafortunadamente aún existen ordenamientos jurídicos
que incluyen esta ley del Talión, como en ciertos países islámicos la sharia,
cuando, por ejemplo, al autor de un robo se le corta la mano. Es la venganza de
sangre, como una forma de compensación física, aunque no exista daño físico.
Este principio va a seguir vigente en el judaísmo hasta la época talmúdica
cuando, entre los siglos III y V de nuestra era, fueron redactados los códigos
civil y religioso por rabinos eruditos que transformarían las penas en
resarcimiento económico.
El quiebre de esta violenta tradición en Occidente se
produce con la expresión magnífica del proceso evolutivo de la venganza a la
justicia, en la trilogía trágica del más antiguo dramaturgo griego, Esquilo,
predecesor de Sófocles y Eurípides. Nacido cerca del 525 a.C y muerto hacia el
456 o 455 a. C, vivió la grandeza de Grecia y el desarrollo de la democracia
ateniense. Peleó contra los persas en la batalla de Maratón (490 a.C) y en la
de Salamina (480 a. C.) Algunas de sus obras recogen estas experiencias de
guerra. Escribió al parecer entre 85 y 90 piezas de teatro, de las cuales 7 se conservan
y de ellas 6 fueron premiadas, como La
Orestíada (458 a. C.). Recibió el excepcional honor, ya que muy rara vez se
permitía, de que después de su muerte sus obras fueran representadas en el agón
(certamen), junto a las de dramaturgos vivos.
La Orestíada, única trilogía de Esquilo preservada
hasta hoy, comprende Agamenón, Las Coéforas y las Euménides. Más que el
argumento, que es la historia de Orestes, nos interesa el tema, que es el
desarrollo de la justicia desde la venganza sangrienta hasta convertirse en
producto del equilibrio, imparcialidad, predominio de la razón en los juicios
por encima de la pulsión de los instintos y emociones destructivas.
Como relata la primera de las piezas, Orestes era hijo
de Agamenón, rey de Argos. A su regreso, el héroe triunfador en la guerra de
Troya es asesinado por su esposa Clitemnestra, bajo engaño, en venganza por
haber sacrificado a la hija de ambos, Ifigenia, como ofrenda a los dioses para
que los vientos le fueran favorables en su viaje hacia Troya. Durante los 10
años de ausencia del rey, Clitemnestra se convierte en amante del primo de
Agamenón, Egisto.
En las Coéforas, se encuentran los dos hijos de
Agamenón y Clitemnestra, Electra y Orestes, quien quiere vengarse de su madre
por asesinar a su padre, instigado por su hermana. Aunque duda en hacerlo, el
dios Apolo lo convence de que es lo correcto. Se hace pasar con su amigo
Pílades por forastero, y pide cobijo para ellos en el palacio, con la noticia,
falsa, que engaña a su propia madre, de que Orestes ha muerto. Clitemnestra,
feliz de saberlo, manda a llamar a Egisto a palacio. Orestes mata primero al
usurpador, quien por sus gritos alerta a Clitemnestra. Esta pide clemencia
advirtiéndole al hijo de la venganza de las Furias o Erinias, diosas
aterradoras de la ira, que lo perseguirán hasta destruirlo a causa del
matricidio. Huye despavorido, atormentado por las Erinias, hacia Delfos.
Las Euménides son la culminación de este mito trágico.
Orestes, en el templo de Apolo en el Oráculo, se siente aliviado, pero sin
poder escapar de las Furias, el dios le pide que huya a Atenas. Tras él van las
Erinias para castigarlo. Con el inmenso sufrimiento de haber matado a su madre,
se abraza a una estatua de Atenea para suplicar perdón y lavar su culpa. La
diosa se hace presente y decide que se forme un tribunal de 12 atenienses
irreprochables en la ciudad para juzgar a Orestes. Ante el jurado, en el
Areópago, se reúnen Orestes, Apolo, que actúa como su abogado, y las Furias,
defensoras de la madre fallecida. Después de deliberar, un empate entre las
partes hace necesario que intervenga Atenea y declara que en adelante, si hay
empate, los jurados deben decidir a favor del acusado. Orestes es absuelto. Las
Erinias se transforman en Euménides, en bien pensantes, en diosas benevolentes.
Así se sientan las bases de un decisivo progreso civilizatorio.
A raíz de los trágicos hechos del 3 de mayo de 2020,
se pone en evidencia la magnitud de la dislocación de valores y el retroceso al
que el régimen usurpador ha llevado al país. Con sus declaraciones por cadena
de radio y televisión, al criticar a
Provea por pedir respeto de los derechos humanos de los detenidos, Maduro
activa una primaria y sangrienta ley del Talión en el siglo XXI, al decir,…“qué
van a pedir respeto…cuando ellos vinieron a matar a Venezuela”.
Las ejecuciones extrajudiciales son una violación
gravísima a los derechos humanos, incluso si son delincuentes. Si están presos,
como seres humanos, el Estado y las instituciones pertinentes tienen la
obligación de proteger sus derechos inalienables: salud, alimentación adecuada,
preservación de su integridad física, sin torturas ni tratos crueles o
degradantes y la conservación de sus vidas. Lo contrario significa cometer
crímenes de lesa humanidad, de jurisdicción universal, que no prescriben.
Marta De La Vega
@martadelavegav
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