Por Mercedes Malavé
La beatificación del
Dr. José Gregorio Hernández nos ha sumergido en una profunda experiencia de
unión, reflejo de lo que fue la vida íntegra de un venezolano que no despreció
ningún aspecto de esa vasta e inmensa realidad que nos circunda, humana y
sobrenatural, feliz y dolorosa, sino que la abrazó con heroica humildad.
La vida de José
Gregorio Hernández expresa la maravillosa síntesis entre fe-razón. Fe que eleva
las potencialidades de la inteligencia humana y la pone al servicio del
prójimo, a tal punto que, al aprobar con sobresaliente por unanimidad el examen
para obtener el grado de doctor en ciencias médicas, el rector de la universidad
de entonces, conociendo la firmeza de su fe y entrega al prójimo dijo:
«Venezuela y la medicina esperan mucho de usted doctor Hernández».
Síntesis de unidad
entre el pueblo y la intelectualidad formada fue también la vida de José
Gregorio Hernández. Relatan Milagros Sotelo y Alfredo Gómez que «el lunes 30 de
junio fue un día de duelo no decretado. De manera espontánea, los comercios,
oficinas, teatros y demás establecimientos públicos se unieron en un cierre de
24 horas. A las siete de la mañana, el arzobispo de Caracas, monseñor Felipe
Rincón González, ofició la misa de cuerpo presente ante la multitud allí
reunida. El entierro fue todo un acontecimiento público que mantuvo paralizada
la ciudad (…) Afuera, en la plaza Bolívar, se calculaba que había 30.000
personas congregadas. A las puertas de la catedral, la gente pedía que los
universitarios le entregaran el ataúd al grito de «¡el doctor Hernández es
nuestro!».
La memoria del «médico
de los pobres» se ha convertido en una devoción que reúne a todo el pueblo de
Venezuela, independientemente de su ideología política. Ha querido la Providencia
divina hacer muy explícita esta realidad elevándolo a los altares en medio de
una fuerte polarización política.
Y no solo eso:
propicios son estos tiempos de extremado deterioro físico y moral para traer la
figura de José Gregorio y su tiempo; tiempos como los de hoy de guerra, de
precariedad, de enfermedad y de extremada debilidad institucional.
Al beato José Gregorio pedimos la sanación de todos los venezolanos que hoy estén enfermos, a quienes padecen enfermedades físicas y a quienes padecen enfermedades espirituales.
En un país donde los
hospitales y las instituciones de justicia son —como describía Laureano
Villanueva en tiempos de José Gregorio Hernández refiriéndose a los hospitales,
pero con una sugestiva alegoría al resto de nuestra paupérrima institucionalidad
pública— «casas inmundas en donde se hacinaban los infelices que no tienen
donde morir (…) sin administración, higiene ni recursos de ninguna especie:
sucios, hediondos y con edificios en ruinas».
Por último, su vida
representa una síntesis entre el amor al mundo y el amor a la patria. Siendo un
venezolano plenamente comprometido con el desarrollo de la ciencia médica, de
la formación universitaria y de la atención a los enfermos de su país, tenía un
profundo amor al mundo y experimentaba dolorosos desvelos por las guerras
europeas. Murió al día siguiente de la firma del Tratado de Versalles, que daba
fin a la Primera Guerra Mundial. Había ofrecido su vida por la paz.
Mercedes Malavé es Político.
Doctora en Comunicación Institucional (UCAB/PUSC) y profesora en la UMA.
03-05-21
https://talcualdigital.com/artifice-de-unidad-por-mercedes-malave/
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