Por Luisa Pernalete
Primero una confesión: de
dónde me nació el cariño y la devoción al Siervo de Dios, desde hoy, beato José
Gregorio Hernández, les comento: en la década de los años 90 trabajé en
Maracaibo con una fundación que ayudaba a rescatar a niños de la calle, a “huelepegas”.
Algunos de ellos eran devotos de JGH. Recuerdo especialmente a uno, era de
origen campesino y contaba que, de pequeño en su pueblo, él cuidaba animales, y
cuando se le perdía alguno, le rezaba a JGH y él le hacía el milagro y se lo
encontraba. Ese chico, cuando salió de la calle, siempre conservó una estampita
del médico de los pobres. Yo heredé de esos niños el cariño y devoción por el
hoy beato José Gregorio.
Después de esa confesión,
veamos porqué pienso que JGH debe ser fuente de inspiración para todos los
venezolanos, chicos y grandes.
Primero, su amor y
dedicación al estudio. Nació en un pueblo pequeño de Trujillo. El maestro que
le dio clases llegó un momento que le dijo a su padre: “ya no tengo más que
enseñarle a su hijo”. Y su papá, gracias a Dios, decidió mandarlo a Caracas
para que continuara estudios. En la capital, hizo su bachillerato y luego entró
a la Universidad para estudiar medicina. Se graduó y su amor por las ciencias
lo llevó a Europa. Siguió estudiando y volvió para crear laboratorios de
ciencia en el Hospital Vargas. Luego sería profesor de la escuela de Medicina.
Dicen sus biógrafos que era muy apreciado por sus alumnos y por sus compañeros
médicos. Así que toda su vida estudió y ayudó a otros a estudiar. Diríamos que
hoy defendería a las universidades y lucharía por el derecho a la educación.
El valor que le daba al
estudio y a la ciencia lo llevó a ser uno de los fundadores de la Academia de
Medicina. Investigaba. Tuvo publicaciones. Fue pionero de la vida académica y
del derecho a la asociación, dicho en términos de hoy. ¿No les inspira eso?
Otros de sus valores: su
responsabilidad y su dedicación al trabajo. Era tan responsable que cuando
murió una de sus hermanas, a quien quería mucho, asistió a su velorio un rato,
y luego se ausentó a dar una clase -así era de responsable- y volvió al
funeral.
Hay un valor poco conocido: su austeridad. No era rico, ciertamente, pero tampoco podemos decir que su familia fuera pobre. Pero él era muy austero. Esa característica es poco valorada por nuestra sociedad, más dada a la ostentación y al consumismo. Hoy, con tanta pobreza y con unos salarios de hambre, no nos vendría mal darle importancia a la austeridad, no para que nos resignemos a pasar necesidad, sino para que no gastemos en lo que no es necesario y no nos sintamos mal. La sencillez, la austeridad, son valores.
Y por supuesto, de José
Gregorio Hernández hay que admirar, pero para imitarle, no para verle desde
lejos, su espíritu de solidaridad, su capacidad de servir a los más pobres como
médico. La verdad es que hoy en Venezuela tenemos muchos médicos y enfermeras
que se están dedicando los pacientes en hospitales públicos, también conozco
organizaciones de trabajadores de la salud, que, de manera independiente, hacen
trabajo solidario fuera de los hospitales, siendo “médico de los pobres”. José
Gregorio entre batas blancas haciendo el bien.
Junto con su amor por los
demás, recordemos que fue un hombre de fe. Desde pequeño piadoso. Quiso
dedicarse a la vida religiosa, pero por problemas de salud, no lo pudo hacer,
pero eso no le impidió seguir siendo hombre de profunda fe, siempre respetuoso
de los no creyentes, y por eso era también muy respetado por sus compañeros en
el hospital.
Creemos que la beatificación
de JGH es un buen momento para que los venezolanos le conozcamos mejor,
recuperemos autoestima, saquemos fuerzas, nos inspiremos con su vida. Falta que
nos hace en este país tener referentes bondadosos, exitosos, honestos, humanos
como José Gregorio.
01-05-21
https://www.correodelcaroni.com/opinion/jose-gregorio-estudio-ciencia-trabajo-y-bondad/
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