Laureano Márquez 16 de noviembre de 2018
Revisemos, ya
no falta mucho para la destrucción total. Eso, curiosamente, tiene un único
elemento favorable: cuando ya no haya nada que destruir, que es la razón de ser
de este régimen y su motivación esencial, ese será su fin, seguramente un
momento muy difícil para todos.
Hay
que reconocer que el trabajo ha sido adelantado con eficiencia, comenzando por
nuestra principal fuente de ingresos. Ya la industria petrolera, está lista: la
que otrora fuera una de las empresas más importantes del mundo está boqueando.
Según algunos,
ya el año que viene no se exportará petróleo.
Vamos con
los servicios:
- Electricidad apagones.
- Agua potable
ausente.
- Transporte público inoperante.
- Salud inexistente.
- Educación mediocre.
- Distribución de combustible escasa.
- Moneda devaluada
(con 8 ceros menos: ¡un excelente trabajo!).
En las
áreas nombradas se ha realizado una admirable labor, faltan algunos detallitos
en materia eléctrica, pero se trabaja de manera seria y sostenida “a paso de
destructores”.
Lo anterior
ha sido acompañado con la ruina de todo lo relacionado con la producción de
alimentos y bienes de consumo. He aquí algunas de las cosas que han sido
destruidas ya:
- Ganadería desaparecida.
- Agricultura acabada.
- Industrias productivas: harinas,
cereales, lácteos, etc. expropiadas, es
decir quebradas.
- Cadenas de distribución de alimentos
(supermercados, abastos, etc.)
colapsados.
Menester es
afirmar que el régimen chavista se ha afanado con su mejor espíritu de
ensañamiento demoledor en estas áreas. Sin embargo aún quedan algunas personas
tratando de producir. Una especie de resistencia de la honestidad que debe ser
sometida cuanto antes.
Donde usted
sepa, lector, de alguien que esté produciendo, sembrando, que tenga ganado bien
cuidado, incluyendo cerdos ahora que viene la Navidad, denúncielos, cuanto
antes. Estos focos de resistencia creativa y productiva frenan el proceso y
mientras más dure peor.
Revisemos por
un momento la destrucción de la infraestructura:
- Vialidad ruinosa.
- Metro de Caracas en ruinas.
- Ferrocarriles solo los
pilares.
- Hospitales abandonados.
Quizá el
trabajo más importante que el régimen ha realizado con su ilimitada capacidad
de destrozo lo hemos visto en relación con el sistema institucional del país.
Después de veinte años de aniquilamiento de la república democrática, ya casi
nada queda en pie:
- Parlamento pisoteado.
- Justicia sumisa.
- Ejército politizado
(reconocimiento especial merece en trabajo en esta área, donde por su
complejidad se requirió de ayuda foránea).
- Sistema electoral parcializado (impecable
trabajo también en este sector, ¡felicitaciones!).
La ruina
de una república no es tarea fácil, por más que esta gente se aplica en ello.
La destrucción de un país también requiere de un trabajo de detalle al que hay
que prestar atención. Siempre quedan cosas por allí desatendidas.
Funcionarios
honestos, que los hay aún, lamentablemente, deben ser señalados de
inmediato, para que no saboteen este esfuerzo sostenido que tanto sudor ha
costado.
Componente importante
de este aniquilamiento del destino de un pueblo es:
- La corrupción Esta merece
un gran “check mark”. Pocas veces en la historia mundial se había visto
algo comparable en términos del desfalco de una nación.
La anterior
tarea no estaría completa sin la destrucción del medio ambiente. También en
ello los adelantos son notables: baste como ejemplo relevante y exitoso, el
arco minero
El régimen
podrá decir con satisfacción que aunque quedan cosas por hacer, se trabaja
afanosamente en ello. Por ejemplo: repatriar el poco oro que queda en bancos
ingleses y dilapidarlo es una tarea pendiente que requiere de urgente atención,
porque toma su tiempito.
Por último,
ya que raspan la olla, no olviden la espada del Libertador, que también vale
sus realitos.
Faltaría una
sola cosa, en la que es menester señalar que el régimen ha fallado en
aniquilar: la esperanza que se anida en el alma nacional. Es una energía
especial, ancestral, una mezcla de inteligencia, emprendimiento, honestidad y
bondad que sigue ahí, esperando que la barbarie termine su tarea, para
ella comenzar la suya.
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