Por Edward Rodríguez
Semanas atrás terminé de ver
una serie en Netflix, de la que quedé enganchado, pues la trama consistía
en cómo un contador lavaba el dinero de un cartel de la droga mexicana
con operaciones en los Estados Unidos; un negocio rudo y riesgoso al que
el protagonista involucró a su familia (esposa e hijos menores de edad) y del
que no pudieron salir, por lo menos en las dos temporadas de la serie en
cuestión
Quizás en la tercera
temporada salgan de escena, mueran o sigan creciendo en el “negocio familiar”,
de lo que no me cabe duda es que al final la justicia los alcanzará y los malos
perderán la batalla para que ganen los buenos entre comillas.
Así parece ser la historia
que se desarrolla en este momento con el tema de la corrupción venezolana. Las
reiteradas detenciones de ex funcionarios del gobierno en países como España y
Estados Unidos, testigos protegidos que violaron las reglas y ahora se les
incauta propiedades de lujos, caballos, relojes, autos, aviones, yates y pare
de contar. Todo, producto de la bonanza petrolera y el descontrol de un
gobierno que permitió que se enriquecieran a costilla de los pobres que sólo
piensan en la caja Clap y en el Carnet de la Patria y no en el daño
que produjo la corrupción.
Seguramente algún guionista
con buena pluma e imaginación pudiera escribir unas cuantas temporadas con
diversos actores y familias para los Ozark de corrupción venezolana, como por
ejemplo la historia de un ex escolta de Chávez que tuvo de “mérito” para llegar
a la tesorería de la república haber sido golpeado accidentalmente en el ojo
derecho por Hugo en un tradicional juego de chapitas y tener por siempre ese
remordimiento de haber sido el responsable de la pérdida del ojo.
Aquel escolta de nombre Alejandro
Andrade, le declaró a la fiscalía norteamericana que llegó a manejar mil
millones de dólares en soborno; políticos del gobierno y oposición
recibieron dádivas de ese “magnate”, hasta baratos salieron algunos que
se conformaron con pasajes aéreos y apartamentos para vacacionar. Más temprano
que tarde se conocerán todos los nombres de los “incautos y nobles” voceros de
la patria.
Siguiendo los pasos los
Byrder, el protagonista de Ozark, pero al estilo venezolano, también tocaría
hacerle la historia a la enfermera de Chávez, casada con otro ex
escolta. La pareja obtuvo tantos “méritos” que llegaron a ocupar cargos en la
tesorería de la república y acumularon tanto capital producto de la corrupción
que salieron mencionados en los “Panamá Papers”.
Adrián y Claudia del combo
de Andrade y del primer círculo del hoy fallecido Hugo Chávez, ahora piden
clemencia para no ser extraditados a Venezuela porque temen por sus vidas,
seguro tienen muchas cuentas pendientes.
Un tsunami de corrupción
El caso Gorrin, es otro caso
candidato a ser llevado a una serie de TV; este señor pasó de ser un abogado
desconocido a un empresario exitoso, ahora con orden de detención en los
Estados Unidos e incautación de propiedades.
Rincón, el petrolero de las
bodas fastuosas; Villalobos el de la electricidad con chequera para opositores,
Aguilera, Salazar, Ramírez, Farías y Rondón son algunos, de la larga lista,
sobre los que los escritores y guionistas se deleitarían llevando sus historias
a la pantalla chica internacional.
En conclusión, estamos en
presencia de tsunami de corrupción donde el que menos puja, puja una
lombriz; hoy más que nunca ni la Cuarta, ni la Quinta son ejemplos de gobiernos
transparentes, sin duda alguna tenemos que ir a un adecentamiento de la
administración pública con principios, valores y controles. El país reclama,
necesita, funcionarios honestos para superar esta tragedia.
El Ozark made in Venezuela
pica y se extiende.
27-11-18
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