Valentina González 29 de noviembre de 2018
Ibersonz (37) quiere que su sacrificado
viaje, a bordo de "La Guerrera", como apoda a su vehículo, sirva para
"rescatar los valores que se han perdido en Venezuela".
Ibersonz
(37) venía con un solo freno en su bicicleta. Avanzaba por la sierra peruana, y
se enfrentaba a un abrupto descenso, cuando escuchó un ruido. "Esto no
suena nada bien", pensó. De frente venían dos camiones; la rueda delantera
se pinchó y en ese momento lo supo: lo que venía era el impacto en el asfalto.
"Mientras
caía, vi una gota de sangre pasar frente a mi cara, como en cámara lenta",
escribió luego en la bitácora de viaje que comparte en sus redes sociales.
El
episodio es solo uno de los que ha vivido en los últimos meses. El ciclista
-que prefiere ser identificado solo con su nombre- salió de Venezuela en
diciembre, dispuesto a llegar pedaleando hasta Argentina.
"Prometí
a los venezolanos que aún mueren de hambre en Venezuela que llegaría por mis
propios medios y sin que nadie me lleve", plantea sobre su travesía.
De profesor a deportista extremo
Sentado
a la sombra de un árbol en Quinta Normal y sin perder de vista a "La
Guerrera", como apoda a su bicicleta, explica que su objetivo es que el
sacrificado recorrido sirva para "rescatar los principios y valores que se
han perdido durante 20 años de destrucción en Venezuela".
En su
país se dedicaba a la docencia y a la producción musical. Dice que no era un
gran deportista y que su última bicicleta la tuvo a los 14. Tuvo que vender dos
de sus pertenencias más valiosas -una mesa de mezcla de sonido y un micrófono
profesional- para comprarse el vehículo que le permitiría iniciar su aventura.
"Fue una odisea, porque cada día que iba a mirarla tenía un precio
distinto. La inflación está disparada", asegura.
Sobre
"La Guerrera" hay equipaje, algunas herramientas básicas, un saco de
dormir, una carpa, bolsas y una guitarra. En total, unos 60 kilos de peso extra
que Ibersonz ha llevado consigo a través de desiertos, montañas y playas de
Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Tras un difícil pedaleo en la
cuesta Lo Prado, el músico llegó el pasado martes a Santiago, donde se
hospedará por unos días en la casa de una pareja venezolana. En cada pueblo y
ciudad donde se detiene, come y duerme donde le ofrezcan apoyo; si no hay
alojamiento, instala su carpa y su saco donde sea posible.
Dice
que ha pedaleado hasta 12 horas seguidas, avanzando tramos que han superado los
100 kilómetros. Ni hablar de música para amenizar el recorrido, ya que las
oportunidades para cargar la batería del celular son escasas. "Pienso en
la situación de mi país, y en lo que me espera en Argentina", asegura
acerca de lo que ocupa su mente en los trayectos.
"Un
raspón en la rodilla"
¿Y por
qué Argentina? El venezolano explica que allí tiene conocidos y, además, ha
tenido buena recepción con el disco que publicó hace un par de años, de forma
independiente. No le preocupa la situación económica trasandina. "Comparo
el problema de Argentina con lo que vive Venezuela, con lo que serían un raspón
en la rodilla y estar en terapia intensiva", dice.
"Para
un venezolano, ¡Argentina no está en crisis! Pasan algunos problemas, pero nada
como lo nuestro", profundiza. En territorio argentino espera radicarse y
eventualmente, iniciar un familia. "No tengo hijos porque (en Venezuela)
había niños en las plazas pidiendo comida, muriéndose de hambre (...). No quería
traer niños al mundo para estar así", argumenta.
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