Por Piero Trepiccione
Ralph Murphine vino a
Venezuela a reunirse con los líderes de la oposición a mediados de la década
pasada. En un momento en que la dispersión hacia estragos en la dirección
política estratégica que trataba de hacer contrapeso al hiper liderazgo
ejercido por Hugo Chávez, pero no lograba aglutinar la suficiente fuerza
electoral para alcanzar sus objetivos, este afamado consultor político resumió
su cúmulo de recomendaciones en una célebre frase: “la oposición necesita una
vocería o a lo sumo, dos…” a partir de allí, comenzaron a afinarse detalles
importantes que condujeron algunos años más tarde a la reunificación opositora
sobre una vocería común ejercida desde la “mesa de la unidad democrática”.
Este proceso duró largo
tiempo (alrededor de tres años aproximadamente) pero logró solidificar una
plataforma política que alcanzó resultados electorales
importantes. Lamentablemente se quedó allí, en lo meramente
electoral y no se preparó para los nuevos desafíos que surgieron a partir
de sus victorias. Esto trajo como consecuencia su implosión en mil pedazos en
el pasado reciente. La Mud fue rebasada en sus capacidades por no
prepararse para caminos superiores a lo electoral. El resultado: catastrófico.
Un gobierno absolutamente debilitado y cuestionado abiertamente por una amplísima
mayoría popular que no encuentra alineación con una alternativa en liderazgo
que la encause hacia nuevos derroteros.
Y llegamos al estadio actual
Desde la transversalización
de una crisis económica sin parangón en nuestra historia pasando por una capacidad
de respuesta gubernamental casi nula frente a la coyuntura, nos encontramos con
un escenario que lleva a un solo destino: una actuación inteligente. No
hay manera en que se pueda actuar de manera diferente en esta encrucijada
coyuntural que estamos viviendo.
Si se actúa racional e
inteligentemente podemos llegar a estadios de orden y paz, si se procede de
otra manera se llegará al caos. De tal manera que nunca antes habíamos tenido
una posibilidad tan binaria en el complejo caso venezolano como ahora. Esto
obliga más que exhorta al liderazgo opositor a actuar de manera
inteligente. Inteligencia es la palabra clave a la que nos conduje la
encrucijada coyuntural venezolana.
La articulación de
organizaciones y sectores cada vez más afectados por la crisis (sindicatos de
empresas públicas y privadas, gremios, vecinos, condominios, grupos
comunitarios, cooperativas, entre otros) se está dando a pasos agigantados.
Inteligente para aglutinar
El escenario de
pre-ebullición que padecemos está favoreciendo estos procesos que se están
dando en paralelo a los esfuerzos promovidos por los partidos políticos y
líderes opositores. Estas lecturas deben darse con sumo cuidado no apegados
exclusivamente a las circunstancias particulares que vivimos sino también a los
nuevos desafíos que como sociedad nos tocará enfrentar a mediano plazo.
Una oposición inteligente
será aquella capaz de aglutinar y concentrar el descontento en torno a una
plataforma-idea asociada a la esperanza. Para ello, deberá renunciar de momento
a los esquemas partidistas cerrados para diluirse en el sentimiento nacional y
encausarlo hacia una conducción política que convierta toda esa fuerza social
en un vector de grandes transformaciones políticas e institucionales.
No es fácil la tarea sobre
todo, cuando existen algunos líderes que piensan más en sus aspiraciones
personales que en lo verdaderamente necesario para el momento-cumbre actual.
Frente a este fenómeno de egocentrismo, normalmente las sociedades rebasan los
procesos aislando y sembrando en el cementerio de la historia a quienes no se
ponen a la altura de las circunstancias.
19-11-18
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