Trino Márquez 14 de noviembre de 2018
@trinomarquezc
Se ha
convertido en un lugar común decir que el de Maduro es el peor gobierno que ha
tenido Venezuela, y probablemente el continente, desde que se llevan registros
estadísticos que miden el desempeño de los gobiernos. Cualquiera sea el
indicador económico, social o institucional que se tome, durante los seis años
de su mandato, todos han retrocedido, algunos en escala superlativa: la
inflación, la caída de la producción petrolera, la escasez, la desnutrición
infantil, la productividad económica, la informalidad, el éxodo de venezolanos,
el colapso de la infraestructura. La lista podría ser infinita.
Este
deterioro golpea directamente al gobernante. Según el Perfil de Consultores 21
correspondiente al tercer trimestre de 2018, 67% de los venezolanos evalúa de
forma negativa al gobierno; 62% lo considera el principal responsable de la
crisis económica y 66% cree que es el culpable del aumento de los precios, es
decir, de la hiperinflación. La mayoría de la gente no se traga el cuentico de
la ‘guerra económica’.
Entones,
¿por qué la gente no sale a protestar de forma masiva y permanente? De acuerdo
con el mismo estudio, 70% de los venezolanos piensa que existen razones para
protestar; sin embargo, 54% tienen miedo de hacerlo. El asesinato de Fernando
Albán y el trato cruel a los presos políticos persiguen convertir el miedo en
una estrategia exitosa.
Frente
a ese dato, responder que el venezolano es un pueblo cobarde sería demasiado
simple y superficial. Sin ser una gente con propensión a inmolarse, como los fanáticos
islamistas, cuando ha tenido que demostrar coraje, no se ha arredrado. El 11 de
abril de 2002 una inmensa masa de hombres y mujeres fue a Miraflores a pesar de
las amenazas y de que sabían que los chavistas estaban dispuestos a asesinar a
quienes intentaran llegar al palacio. El pueblo no se acobardó. Los muertos
fueron fundamentalmente del bando opositor. En 2017 fallecieron más de 140
personas, la gran mayoría jóvenes, quienes enfrentaron con escudos de cartón,
chinas y bombas caceras a unos cuerpos de seguridad armados hasta los dientes,
La
respuesta de por qué la gente tiene temor a protestar de forma tal que ponga el
riesgo la estabilidad del gobierno y lo obligue a cambiar sus desastrosas
políticas o a negociar su salida, reside en otro lugar, no en la cobardía de
los ciudadanos. A partir de los datos proporcionados por Consultores 21
intentaré armar una trama algo más compleja.
Los
venezolanos piensan de forma pragmática. El estudio referido arroja que 72% de
los venezolanos posee el carnet de la patria y 84% ha recibido las bolsas Clap
alguna vez. La estrategia del gobierno consiste en atar la entrega de esas
bolsas a la posesión del carnet y, por supuesto, al inmovilismo, sumisión y
renuncia a cualquier forma de acusación contra Maduro y sus aliados. El carnet
y las bolsas de comida, se han convertido en dos poderosos instrumentos para
chantajear y apaciguar el enorme descontento de la gente. Para una amplia
franja de compatriotas, esas bolsas de comida representan la única manera de
proveerse de comida, al menos por pocos días. El costo de perder esa menguada
fuente de suministro resulta demasiado alto.
La
precaria situación de la oposición es otro factor que desmoviliza a la gente.
Los venezolanos desconfían y rechazan a Maduro y su gobierno, pero no ven otra
opción distinta y fiable. La oposición no aparece en el horizonte como una
alternativa frente a un gobierno inepto y corrupto. Además, el gobierno cuenta
con el apoyo de los militares, su columna vertebral. Maduro se encarga de
reforzar este vínculo cada vez que puede. Las afinidades entre el gobernante y
las Fuerzas Armadas no son ideológicas, sino crematísticas: les entregó la
nación para que su cúpula se enriqueciera sin medida. El ‘partido militar’
junto al Psuv lucen como las dos grandes fuerzas nacionales. La dirigencia
opositora quedó en un plano marginal. Para colmo de males, la MUD, principal
referencia política nacional (aparece con 30% de identificación, por encima del
Psuv, que alcanza 29%, y muy alejado de PJ, partido que le sigue en el orden de
preferencias, que exhibe 8%), fue demolida por la propia oposición. ¡Los
disparates de la insensatez!
Es
imposible exigirle a un pueblo castigado, pero desmoralizado, desconcertado y
sin conductores políticos confiables, que enfrente en la calle a un régimen
inescrupuloso y cruel como el que preside Maduro. Mientras no aparezca una
referencia nacional cohesionadora, confiable y que encarne una opción creíble
de triunfo, las protestas de la gente por falta de luz, agua, gas o transporte
colectivo, continuarán siendo numerosas, aunque dispersas y con pocas
probabilidades de comprometer la permanencia del gobierno. Esa clase de
revueltas fragmentas tampoco obligarán a Maduro a sentarse en torno de una mesa
para buscar una salida concertada a la crisis.
Esperemos
que el congreso del Frente Amplio alumbre alguna solución.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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