Por Gregorio Salazar
Ante los ojos de una
población depauperada, hambrienta y desasistida, danza una alucinante cifra mil
millonaria en dólares que hasta ahora parece imposible de cuantificar. Es la
sumatoria de los sobornos, comisiones, desfalcos, vulgares robos de los
fabulosos ingresos que la nación ha recibido a lo largo de casi 20 años de
acción de gobierno “revolucionario”.
Los montos, las maniobras,
los gastos suntuarios, el derroche excéntrico a los que fueron dedicados saltan
como escupitajos al rostro de los venezolanos que hoy ven comprometida su
existencia, sin comida, sin medicinas, sin asistencia médica, sin los servicios
más vitales como el agua y la energía eléctrica.
¿Cómo pudo pasar esto ante
los ojos de todos? ¿Cómo fue posible que mientras el tesoro nacional era
vaciado la población ratificara una y otra vez en el poder a las aves de rapiña
que se lo llevaban a manos llenas hacia cuentas secretas y otras que ni
siquiera eso alrededor del mundo?
¿Todo este cuento de la
“revolución bonita” no comenzó acaso con dos golpes de Estado enarbolando los
estandartes de la lucha contra la corrupción? ¿No era por las corruptelas que
había que desalojar a las cúpulas podridas del bipartidismo y freír sus cabezas
en aceite? ¿No se jactaba el líder súper galáctico y eterno de meter la
lupa a fondo en cada centavo del erario público que se gastaba? El era su
mejor guardián y protector. Todos podían confiar en él. La riqueza nacional
estaba en buenas manos.
Resulta impactante que
fueran algunos personajes secundones, su enfermera, sus custodios, sus atachés
quienes llegaron a disponer como propios de miles de millones de dólares del
Tesoro nacional con más facilidad que quien se lleva caramelos de un
supermercado. ¿Dónde estaba Hugo el refundador de la patria? ¿Por qué
elevó a tantos rufianes a esas instancias tan poderosas para los cuales no
tenían ninguna credencial? ¿Era bobo el tipo o qué? Probablemente estaba metiendo
mano a su manera, regalando lo que no era suyo, financiando a los amigotes de
la izquierda internacional, condonando deudas de sus jefes cubanos, engordando
la caleta para el por si acaso…
Necesarias dos precisiones:
una, que no estamos en presencia de la corrupción corriente y moliente que de
manera casi inevitable se puede presentar en cualquier gobierno de cualquier
país del mundo. No, lo de aquí ¡ha sido saqueo!, perpetrado sin
contemplaciones, burlando vilmente a una población que les entregó su confianza
una vez tras otra. Aborrecen hipócritamente del imperio, pero idolatran su
verde divisa. No han dejado nada
Y en segundo lugar, todo
este desastre fue premeditado y ejecutado de manera calculada mediante el
desmontaje de los dos principales organismos de control que existieron en el
pasado: la Contraloría General de la República y la Comisión Permanente de
Contraloría, antes de la Cámara de Diputados y después de la Asamblea
Nacional. ¿Qué fue de la Contraloría General en manos de Clodovaldo Russián,
su suplente y del compadre Galindo? ¿Qué fue la Comisión de Contraloría
con Carreño el cantinero al frente? Y, obviamente, no esperen nada de Amoroso.
Antaño hubo una regla de
oro: el Contralor General y el presidente de la Comisión de Contraloría no
podían ser fichas del partido de gobierno. Allí están en los anales los casos
que desde esas instancias fueron denunciados, investigados y castigados, tal
vez no tanto como era necesario, pero fueron muchas las veces que hicieron
valer la vindicta pública
Una sola anécdota resume la
concepción que tiene la secta roja de la lucha contra la corrupción: estalla el
caso Antonini y del grupo que llevaba centenares de miles de dólares en un
avión para la campaña de Cristina Kirchner. Se abren juicios en Argentina,
Uruguay y Florida, menos de Venezuela de donde salió el dinero en un avión
ocupado por funcionarios de Pdvsa. La reportera de televisión Beatriz
Adrián le pregunta a la presidenta de la Asamblea Nacional Cilia Flores, cuando
ese cuerpo iba a investigar el caso. La impúdica respuesta: “¡Nunca, Beatriz,
nunca!”.
Y esta es la misma gente que
espera comenzar el 10 de enero un nuevo período de gobierno por seis años sobre
los despojos de Venezuela. Y maniobra desesperadamente para que le
reconozcan una legitimidad de origen. La indignación popular tendrá su
hora.
25-11-18
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