Tibisay Romero y Deisy Buitrago 14 de noviembre de 2018
Las
habituales filas largas en las calles de Caracas y otras ciudades de Venezuela
ya no son sólo para conseguir alimentos o medicinas: desde hace un tiempo la
gente se forma para comprar gasolina en el país con las mayores reservas de
crudo del mundo.
Para
llenar el tanque de 40 litros de su Chevrolet Aveo gris, Verónica Pérez hizo
cuatro horas de fila hace unos meses en Valencia, una ciudad a 150 kilómetros
de la capital que alguna vez fue un floreciente polo industrial.
“Dije
que no me volvería a pasar”, recordó Pérez, una ingeniera de 54 años. “Ruedo lo
indispensable y ya. Cero dar colas (aventones), cero ir de supermercado en
supermercado buscando algún alimento”.
La
gasolina es casi el único producto barato que le queda a los venezolanos. En
las 1.800 estaciones que siguen abiertas se puede llenar un tanque por menos de
un centavo de dólar, haciendo del transporte particular la opción más barata en
un país que sufre una hiperinflación y cinco años de recesión.
La
crisis, que complica la importación de comida, medicamentos y otros artículos,
está ahora llegando a las refinerías de la otrora potencia petrolera. El menor
suministro de crudo, la falta de inversión, mantenimiento e incluso de personal
provocaron el desplome de la producción de gasolina.
Para
empeorar las cosas, el anuncio en agosto del presidente Nicolás Maduro de que
acabará con el monumental -y para muchos insostenible- subsidio a las gasolinas
y que subirá los precios, disparó la demanda de la gente por combustible.
La
puesta en práctica de la medida de ajuste de precios, que muchos críticos
califican como la más “impopular” de su gobierno y que es parte de un paquete
de reformas económicas, se ha demorado. Pero entre octubre y comienzos de
noviembre, la falta de gasolina alcanzó a la capital venezolana y a ciudades
como Valencia y Maracay.
Esas
filas son cosa de todos los días desde hace varios años en estados fronterizos.
Según opositores al gobierno, las autoridades hasta ahora parecían haber
priorizado el suministro de combustible y electricidad a la capital y zonas
aledañas.
“Hay
un racionamiento de hecho, pero que no se hace en el centro del país para que
no haya tanta evidencia”, dijo el diputado Elías Matta, de la opositora
Asamblea Nacional, nombrando a localidades a más de 500 kilómetros de la
capital.
Ni el
Ministerio de Comunicaciones, ni el de Petróleo o la estatal Petróleos de
Venezuela (PDVSA) respondieron a solicitudes de comentarios de Reuters.
Muchos
venezolanos están dejando atrás rutinas tan comunes como ir a la playa o viajar
para visitar parientes.
“Las
situación del combustible ha empeorado porque a los municipios alejados no
llega combustible”, dijo Wilmer Maldonado, un taxista de 52 años, en la ciudad
andina de San Cristóbal, en el fronterizo estado Táchira.
“La
verdad es que esto no va a mejorar, porque no hay mantenimiento, ni
personal en las instalaciones petroleras y los afectados somos nosotros”,
agregó mientras aguardaba en la fila para cargar combustible.
La
escasez de gasolina se suma al colapso de gran parte de la infraestructura
estatal, desde el transporte público hasta servicios de agua o electricidad.
Pero la situación no amenaza al gobierno de Maduro, y la falta de combustible
sólo generaría protestas focalizadas de la clase media que se mueve en auto, según
un analista.
“El
problema del transporte público es tan grave que la escasez de gasolina no
puede empeorar mucho más la situación para la mayoría de la población que no
tiene vehículo propio”, dijo Dimitris Pantoulas, analista político del
Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), de Venezuela.
REFINERÍAS
SECAS
Hoy el
parque refinador de Venezuela, incluyendo importaciones de productos refinados
y componentes, no logra aportar lo suficiente para atender la demanda nacional
de 325.000 barriles por día (bpd) de combustible, según registros de PDVSA
vistos por Reuters.
Las
refinerías de Amuay y Cardón -en el occidente del país- y El Palito, cercana a
Valencia, operan al 33 por ciento de su capacidad de procesamiento de crudo,
por lo que PDVSA sólo está suministrando 296.000 bpd desde las plantas que aún
funcionan, según los documentos.
Hasta
mayo, buena parte del déficit de gasolina se cubría con combustibles traídos
desde Curazao, pero la disputa de PDVSA con la estadounidense Conoco Phillips
cerró esa puerta y actualmente la refinería Isla no produce ni una gota.
Una de
las razones por las que las refinerías venezolanas no producen lo suficiente es
la falta de crudo. PDVSA está destinando barriles que iban a esas plantas para
la exportación en busca de flujo de caja, según fuentes del sector.
Las
refinerías, además, no han recibido el necesario mantenimiento de equipos en
años y algunas requieren reemplazar unidades completas que han sido golpeadas
por fallas en el suministro eléctrico, agregaron las fuentes.
En un
círculo vicioso de falta de inversión y menguantes ingresos, Venezuela produjo
2,072 millones de bpd de crudo en 2017 frente a los 2,373 millones bpd del año
previo. La producción promedio de septiembre, de 1,53 millones de bpd, fue el
menor nivel en casi siete décadas, de acuerdo con cifras de la OPEP.
El
director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, Fatih Birol, dijo
este mes que la producción de crudo de Venezuela está en “caída libre” y que
pronto podría estar por debajo de 1 millón de barriles por día.
Más
allá de la situación en las refinerías, fuentes dijeron que parte del reciente
problema de desabastecimiento se debió al retiro de gasolina importada de
Brasil que llegó contaminada con agua que había en los tanques de los barcos.
El agua disparó los niveles permitidos de etanol, según una de las fuentes.
“Mi
vida ha cambiado grandemente”, dijo Elena Bustamante, una profesora de inglés
de 34 años en Valencia que solía viajar con sus sobrinos o amigas a la playa o
a Caracas los fines de semana. “No podemos (ahora) hacer esos planes (...) mi
nuevo dolor de cabeza es que se me acabe la gasolina”.
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