Leopoldo López 15 de noviembre de 2018
A lo
largo de nuestra historia republicana y de manera muy clara en nuestro
presente, los regímenes despóticos han querido igualar independencia y libertad
como términos y condiciones mutuamente incluyentes. “Somos independientes,
entonces somos libres; o somos libres por el hecho de ser independientes”. La
verdad es que un sistema de gobierno puede ser independiente pero no libre, o
también libre pero no independiente.
La
independencia es un concepto que define el tipo de relación, la dependencia o
no de una nación con respecto a otras, así como a organismos internacionales,
mientras que la libertad se define a partir de la vigencia del pleno disfrute
de las libertades de sus ciudadanos. La libertad tiene que ver con la manera en
que se desempeñan los derechos y libertades de los ciudadanos y la
independencia con el sometimiento o no a los intereses y leyes de otra nación.
El
interés de los regímenes despóticos siempre busca transitar la ruta de
confundir estos dos conceptos. Con el propósito de apalancar sentimientos y
movimientos libertarios desarrollando falsos mitos en torno al principio de
independencia.
Este
interés de confundir ambos conceptos ha estado en plena vigencia en nuestro
país durante los últimos años. Supuestamente somos independientes y por eso
somos libres, reza la consigna oficial. Fue transparente la manera como el
difunto presidente Hugo Chávez condujo al país bajo una explícita, reiterada
-hay quienes la evalúan de enfermiza- relación con el régimen de los hermanos
Fidel y Raúl Castro, así como con una serie de movimientos comunistas o
simplemente dictatoriales, destruyendo nuestras reservas, comprometiendo
nuestra industria petrolera hasta excluirla de la lista de las mejores del
mundo, desmontando fábricas, industrias, conglomerados y puestos de trabajos de
venezolanos, excluyéndonos de escenarios y oportunidades de modernidad, avance,
progreso e inclusión social. Eso no es independencia, mucho menos ciudadanos
libres. Todo lo contrario.
Con la
ligereza con que el denominado chavismo trata el tema de libertad, no solo
debemos estar en desacuerdo, sino también insistir en combatirlo y en
derrotarlo. Desde el mismo comienzo de su gestión, Hugo Chávez insistía en
igualar libertad con dominación.
Dominación
que se manifiesta en la relación clientelar del ciudadano con el Estado, magnificado
a través de una especie de trueque no declarado pero existente entre unas y
otras libertades y derechos. “Te doy el derecho al trabajo, pero me entregas el
derecho a elegir.” “Te doy el derecho a la vivienda, pero me entregas el
derecho a la libre expresión.” Es decir, el Estado ha condicionado la
materialización de ciertos derechos a la sumisión política y de conciencia de
otros derechos.
Esta
relación condicionada entre un Estado poderoso y el ciudadano débil lo han
manifestado constantemente Hugo Chávez y Nicolás Maduro, muy especialmente
cuando política y electoralmente les ha sido de urgencia recalcar la relación
entre el estado poderoso y los ciudadanos más vulnerables.
El
condicionamiento de acceder o no a derechos establecidos en la Constitución de
acuerdo con la sumisión del ciudadano a los intereses políticos de quienes
gobiernan, es una de las características de la relación entre el Estado y los
ciudadanos en una dictadura, en cualquier sistema que si bien puede tener su
origen en unas votaciones (aunque la legitimidad de estas también puede ser
cuestionada), está muy alejado de ser verdaderamente democrático.
Soy de
la opinión de que esta relación clientelar o de sumisión -contraria a ser
verdaderamente libre- entre ciudadanos y el Estado es consecuencia de varias
variables, históricas y estructurales. Pero pensando en inminentes soluciones
en favor de una Mejor Venezuela, creo que debemos abordar con imaginación, con
audacia, con creatividad lo referente a nuestra actual estructura económica, en
la cual el Estado mantiene un control dominante sobre la economía y el hecho
cultural, educativo y social. En el caso específico de estos primeros años del
siglo XXI venezolano, es fundamental reflexionar sobre el dominio excluyente
desde el poder ejecutivo de nuestra principal industria, la petrolera.
Mientras
el Estado siga ejerciendo un control dominante y con altos niveles de
discrecionalidad en el uso del ingreso petrolero, se mantendrá presente esta
relación clientelar y de dominación para con el ciudadano. Para avanzar hacia
una sociedad más democrática, en la cual el gobernante de turno no se imponga
sobre la libertad del ciudadano, debemos dar pasos sobre la democratización del
ingreso petrolero, a que los venezolanos podamos ejercer con plenitud nuestro
derecho como propietarios del petróleo.
En mi
opinión, la superación del clientelismo y el avance hacia una sociedad
plenamente democrática, requiere de una transformación en la manera en que los
venezolanos nos relacionamos con el petróleo bajo una premisa fundamental en la
que todos los derechos, sin distinción, sean garantizados para todos los
venezolanos. Y en el marco de ese postulado, lo que es de todos (el petróleo)
debe ser distribuido entre todos. Esta tesis la he estado trabajando por más de
cinco años y pronto, a pesar de las dificultades de estos últimos tres años, se
publicará un libro donde pueda exponerle a los venezolanos, para su
consideración, los detalles de lo que pretende ser, más que una política
petrolera, una visión petrolera para los próximos 100 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico